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CELULITIS PRESEPTAL (PERIORBITARIA) Y POSTSEPTAL (ORBITARIA)
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Las infecciones orbitarias y periorbitarias surgen dentro de una gama de gravedad cada vez mayor: celulitis preseptal (periorbitaria), celulitis postseptal, (orbitaria) abscesos subperiósticos y orbitarios y trombosis del seno cavernoso, para enumerarlos de los menos graves a los más graves. La celulitis preseptal y postseptal, a pesar de que las dos entidades patológicas tienen un origen infeccioso y afectan tejidos perioculares, constituyen trastornos muy diferentes con complicaciones distintas. La celulitis preseptal (periorbitaria) es una infección de párpados y tejidos perioculares por delante del tabique orbitario. Por lo regular es benigna y se puede tratar de manera extrahospitalaria. La celulitis postseptal (orbitaria) es una infección de partes blandas orbitarias por detrás del tabique orbitario. Puede amenazar la vida y la visión y es necesario tratarla dentro de un hospital con antibióticos por vía IV y a veces drenaje quirúrgico. La endoftalmitis es una infección del globo ocular y constituye una anomalía totalmente independiente.
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La imagen externa del paciente con celulitis postseptal puede ser muy similar a la que causa la celulitis preseptal. En ambos tipos de celulitis, quizás haya epífora excesiva, fiebre, eritema, edema, sensación de calor y dolor a la palpación de párpados y partes blandas periorbitarias. Los datos de las pruebas de laboratorio no permiten diferenciar entre las dos entidades patológicas y son inútiles los cultivos de sangre. La tomografía computarizada (CT) de rastreo diferencia los dos cuadros. Es esencial diferenciar entre una y otra forma de celulitis. El diagnóstico erróneo origina discapacidad neurológica y muerte, ambas notables. Las anomalías que figuran en el diagnóstico diferencial completo en el caso de las celulitis postseptal y preseptal se incluyen en el cuadro 236-3.
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Celulitis preseptal Esta modalidad de celulitis por lo regular acompaña a infecciones de la zona alta de vías respiratorias, en particular la sinusitis paranasal y puede ser consecuencia de problemas oculares, como orzuelo, chalazión o porosis palpebral, picaduras de insectos y traumatismos. La celulitis preseptal es de manera predominante una enfermedad pediátrica y casi todos los pacientes tienen <10 años de vida. Los microorganismos que atacan con mayor frecuencia son Staphylococcus aureus y S. epidermidis, estreptococos y anaerobios. Desde la introducción de la vacuna contra Haemophilus influenzae tipoB, H. influenzae sólo es causa de celulitis preseptal en contadas ocasiones en niños.
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Los signos y síntomas de la celulitis preseptal son manifestaciones de la zona alta del aparato respiratorio, febrícula, rubor e hinchazón del párpado y epífora excesiva. El propio ojo no está afectado, la agudeza visualy la reacción pupilar se conservan y también la motilidad total del ojo, sin dolor.
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La CT de rastreo de la órbita no es necesaria en casos no complicados de celulitis preseptal; sin embargo, si se advierte disminución de la motilidad ocular u otro signo de afectación orbitaria o en el niño de corta edad cuyos datos de la exploración pueden no ser viables o si existe alguna duda de que haya celulitis postseptal, se practica una CT de rastreo de la órbita, con material de contraste. La MRI también es una opción.
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El adulto que no se encuentra en estado tóxico (ebrio o drogado) y el niño de mayor edad con celulitis preseptal poco intensa, pueden tratarse de forma extrahospitalaria con antibióticos ingeridos (amoxicilina y ácido clavulánico o una cefalosporina de primera generación), compresas tibias y vigilancia minuciosa durante 24 a 48 h. En el menor de corta edad y en casos más graves de celulitis preseptal, se considera la hospitalización y la administración de una cefalosporina de tercera generación, como la ceftriaxona; a menudo se le añade vancomicina, ante la posibilidad de que exista S. aureus resistente a la meticilina. Es importante obtener la consulta del oftalmólogo en niños de corta edad (cap. 115, Trastornos de los ojos en lactantes y niños).
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Celulitis postseptal u orbitaria Estacelulitis aparece más a menudo por propagación desde la sinusitis paranasal. El seno etmoidal es el afectado con mayor frecuencia y tal vez por la perforación de la fina lámina papirácea. También, entre otros factores predisponentes, están traumatismos, cuerpos extraños en el interior de la órbita, propagación de una infección cutánea a la zona periorbitaria, “siembra” por bacteriemia y cirugía de ojos. La infección suele ser polimicrobiana y los microorganismos que afectan con mayor frecuencia son S. aureus, S. pneumoniae y anaerobios. Sin embargo, hay que pensar en la presencia de H. influenzae en niños de corta edad no vacunados y también la mucormicosis en diabéticos y personas inmunodeprimidas.
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La celulitis orbitaria se caracteriza por comienzo inconstante y el antecedente de manifestaciones de la zona alta de las vías respiratorias que incluyen rinitis, presión en la cara y fiebre. La persona por lo general señala dolor cuando mueve los ojos. También se pueden quejar de que sus ojos parecen los de “un insecto” si hay proptosis. Puede disminuir la agudeza visual. En la exploración, se detectan signos atribuibles a afectación orbitaria que incluyen limitación de los EOM, quemosis, proptosis, respuesta pupilar anormal y disminución de la agudeza visual. La afectación del III, IV o VI pares craneales sugiere trombosis del seno venoso.
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La celulitis postseptal puede culminar en ceguera y necesita de una estrategia intensiva con hospitalización y antibioticoterapia (cap. 115, Trastornos de los ojos en lactantes y niños). Es necesario consultar inmediatamente al oftalmólogo, en el caso de cualquier paciente sospechoso de tener celulitis postseptal clínica y por medio de CT de rastreo de la órbita. Los antibióticos deben ser de amplio espectro y proteger contra aerobios y anaerobios. Los seleccionados son parte de las cefalosporinas de segunda y tercera generaciones, ampicilina-sulbactam, ticarcilina-clavulanato y carbapenémicos. Se utiliza una fluoroquinolona en vez de penicilina en pacientes alérgicos a esta última y se agregan metronidazol o clindamicina para “protección” de anaerobios. El tratamiento complementario incluye un descongestivo tópico de vías nasales, como la oximetazolina. Se pensará en la realización del corte del ángulo lateral del ojo como método de urgencia si es alta la presión intraocular o aparece alguna neuropatía óptica. Los individuos con abscesos orbitarios necesitan drenaje quirúrgico y desbridamiento además de los antibióticos. Las complicaciones comprenden trombosis del seno cavernoso, osteomielitis del hueso frontal, meningitis, empiema subdural, absceso epidural y absceso cerebral que deben identificarse en la CT o la MRI.
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Orzuelo Unorzuelo es una infección bacteriana aguda (por lo regular por estafilococo) del folículo de la pestaña y las glándulas sebáceas vecinas (Zeis) o sudoríparas (Moll). Se sitúa en la línea de las pestañas y su aspecto es el de una pequeña pústula en el borde del párpado (fig. 236-29). El orzuelo interno es una infección bacteriana aguda de las glándulas de Meibomio, que aparece en las pestañas. Sus signos y síntomas son similares a los del orzuelo externo, salvo que la pústula se forma en la cara interna de la lámina tarsal. Las manifestaciones del trastorno incluyen dolor, edema y eritema del párpado. El tratamiento, que suele ser suficiente, incluye compresas calientes y aplicación de la pomada de eritromicina oftálmica dos veces al día durante 7 a 10 días. Hay que pensar en la extracción de la pestaña afectada. Se necesita a veces el uso de antibióticos sistémicos si hay celulitis notable en tejidos vecinos. Si se considera la incisión y el drenaje, será mejor enviar al paciente al oftalmólogo.
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Chalazión El chalazión es una inflamación aguda o crónica del párpado que es consecuencia del bloqueo de una de las glándulas de Meibomio u oleosas de Zeis en la lámina tarsal (fig. 236-30). El trastorno tiende a ser subagudo o crónico y en él se observa una masa indolora (casi siempre) que surge en el párpado o en el borde del mismo y a veces con eritema poco intenso. En ocasiones es imposible diferenciar entre el chalazión agudo y un orzuelo interno, pero el tratamiento es el mismo. El tratamiento del chalazión crónico o recurrente obliga a veces a inyectar corticoesteroides en la lesión o practicar incisión y raspado con drenaje según el tamaño. En una o dos semanas, se refiere al paciente con el oftalmólogo.
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Blefaritis La blefaritis es una causa frecuente de rubor duradero o inflamación de los folículos de las pestañas en el borde del párpado. La causa más común es la proliferación de Staphylococcus epidermidis y la inflamación en gran medida es una reacción a la toxina similar a una delta producida por la bacteria. El trastorno se acompaña de dermatitis seborreica, dermatitis atópica y, en ocasiones, infección de las pestañas por piojos o por S. aureus. Entre los síntomas típicos están hiperemia conjuntival, costras, párpados hinchados y pruríticos y, a veces, dolor en el ojo. Se le trata más a menudo con limpieza cuidadosa diaria de los bordes de los párpados y pestañas. En casos graves, en ocasiones se necesitan gotas o pomada de antibióticos aplicadas por la noche.
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La conjuntivitis es la inflamación de la conjuntiva y la causa común del “ojo enrojecido o inyectado”. Por lo regular, es producida por virus y corresponde a un cuadro benigno que desaparece por sí solo. El operador tiene la tarea de identificar el caso ocasional de infección bacteriana grave o afectación herpética de la córnea que puede ocasionar pérdida de la visión si no se emprende tratamiento intensivo. La conjuntivitis proviene del ataque de virus, bacterias (incluidos gonococos y clamidias), parásitos u hongos, así como irritación por alergenos, tóxicos o sustancias químicas. La queratoconjuntivitis es el término utilizado para denotar la afectación de la córnea, por lo general en la forma de úlceras puntiformes.
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Conjuntivitis bacteriana La manifestación de la conjuntivitis bacteriana es la secreción mucopurulenta e indolora en uno o ambos ojos (fig. 236-31) y a menudo hace que al amanecer la persona tenga los párpados adheridos. Hay hiperemia de la conjuntiva y la córnea es transparente sin captación de la fluoresceína. La quemosis (edema de la conjuntiva) es frecuente y casi nunca hay linfadenopatía preauricular, salvo en infecciones gonocócicas. Los microorganismos patógenos típicos son Staphylococcus y Streptococcus. Es importante aplicar una tintura fluorescente a la córnea (en particular en lactantes) para detectar directamente la abrasión, la úlcera o las dendritas herpéticas en la córnea. Se considera la posibilidad de efectuar cultivo y antibiograma de la secreción, en casos graves. El tratamiento consiste en la aplicación de un antibiótico en su modalidad oftálmica cuatro veces al día durante cinco a siete días. El tratamiento con un fármaco de amplio espectro es inocuo en personas de dos meses de vida y mayores. La trimetoprima y la polimixina B son muy eficaces y con ellas se evitan las posibles alergias a los preparados de sulfas y neomicina. Las personas con lentes de contacto blandas deben ser tratadas con una fluoroquinolona o un aminoglucósido para tratar la infección por Pseudomonas. La gentamicina rara vez se usa, porque causa elevada incidencia de irritación en los ojos.
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La conjuntivitis gonocócica es causa de oftalmía del recién nacido y la causada por clamidias es también un trastorno del recién nacido (cap. 115, Trastornos de los ojos en lactantes y niños, para revisar los comentarios de la oftalmía del recién nacido y la conjuntivitis por clamidias).
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Conjuntivitis viral La causa más frecuente de la conjuntivitis por virus son los adenovirus, que a pesar de que genera síntomas incómodos poco tolerables, por lo común muestra curación espontánea con tratamientos sintomáticos solamente. Algunos cuadros virales sistémicos, como el sarampión, la gripe y la parotiditis también pueden causar hiperemia conjuntival. La queratoconjuntivitis viral quizá se origine del herpes simple y el herpes zóster y, sin tratamiento, puede ocasionar cicatriz de la córnea y pérdida de la visión.
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La típica conjuntivitis viral tal vez sea antecedida por una infección de la zona alta de las vías respiratorias. Entre las manifestaciones están “ojo enrojecido” y secreción acuosa, poca o moderada. Casi nunca duele tal signo, salvo que haya un grado moderado de queratitis. Por lo regular, en el comienzo hay afectación de un ojo, pero en un lapso de días resulta afectado el otro. En la exploración física, se identifica hiperemia conjuntival unilateral o bilateral, a veces quemosis y hemorragias subconjuntivales pequeñas, así como linfadenopatía preauricular. En la exploración con lámpara de hendidura, se advierten folículos (“bolitas” translúcidas regulares y pequeñas) en la conjuntiva palpebral superior (fig. 236-32) y, en ocasiones, pequeños puntos con la aplicación de fluoresceína, que representan queratitis. En la valoración de la supuesta queratitis por virus, es importante revisar la córnea con la aplicación de fluoresceína para identificar con certeza una dendrita herpética.
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El tratamiento comprende compresas frías, descongestionantes oculares, como alguno que contenga clorhidrato de nafazolina y maleato de fenilamina, el cual se aplica a razón de una gota tres veces al día, según sea necesario, para tratar el rubor y la congestión conjuntival, así como lágrimas artificiales cinco a seis veces al día. La evolución de la conjuntivitis por virus suele ser de una a tres semanas y hay que orientar a la persona a que se lave con frecuencia las manos porque este trastorno es muy contagioso. El médico que explora a una persona con posible conjuntivitis debe usar guantes para no autocontaminarse. Si después de la anamnesis y la exploración física no hay certeza de que la conjuntivitis sea viral o bacteriana, es razonable agregar un antibiótico en solución oftálmica hasta que el paciente pueda ser explorado de nuevo por un oftalmólogo.
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Queratoconjuntivitis epidémica Estaenfermedad es una infección por adenovirus altamente contagiosa y que tiende a manifestarse en forma de epidemias. Suele ser antecedida por tos, fiebre alta, malestar general y mialgias, así como náusea y vómito. La persona señala que tiene notable enrojecimiento de un ojo, fotofobia, sensación de cuerpo extraño y epífora (salida abundante de lágrimas). En la exploración física, se identifica linfadenopatía preauricular unilateral, hinchazón y eritema del párpado, quemosis, hiperemia intensa de la conjuntiva, papilas de la conjuntiva palpebral inferior y, en ocasiones, hemorragias subconjuntivales pequeñas o difusas (fig. 236-33). En la valoración con lámpara de hendidura, se advierte queratitis superficial difusa, pero no úlceras de la córnea (fig. 236-34). Los síntomas pueden persistir dos a tres semanas y el tratamiento incluye medidas de apoyo, como lágrimas artificiales, compresas frías y fármacos ciclopléjicos si la fotofobia es intensa. El virus es viable durante cinco semanas y se resiste a los desinfectantes corrientes a base de alcohol, por ello es propagado por objetos inanimados (fómites) y es fuertemente contagioso. Se recomienda usar guantes dobles y lavado intensivo de las manos y también hay que limpiar de manera minuciosa la lámpara de hendidura, la mesa de exploración y la silla de exploración y los brazos de ésta después de explorar a una persona en quien se sospecha queratoconjuntivitis epidémica.
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Conjuntivitis alérgica Los alergenos originan secreción acuosa, enrojecimiento y prurito. Los signos físicos pueden incluir hinchazón y eritema de los párpados, así como hiperemia y edema de la conjuntiva con papilas (“pequeños promontorios” irregulares de tejido con un penacho vascular central) en el fondo del saco conjuntival inferior (fig. 236-35). Es necesario identificar el alergeno causal y eliminarlo. El tratamiento consiste en compresas frías cuatro veces al día y gotas tópicas según la intensidad de los síntomas. Las manifestaciones poco intensas pueden ser tratadas con las lágrimas artificiales solas. En el caso de síntomas moderados, se pueden agregar gotas antihistamínicas y descongestivas y los síntomas intensos justifican a veces el uso de corticoesteroides tópicos. Los autores casi nunca recomiendan el uso de corticoesteroides oculares, salvo que el oftalmólogo los prescriba, porque siempre existe la posibilidad de infección herpética oculta (véase la sección siguiente: Infección de la córnea. Virus del herpes simple). En caso de que se seleccionen los corticoesteroides oftálmicos como opción terapéutica, se recomienda consultar con el oftalmólogo.
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Virus del herpes simple • Manifestaciones clínicas El virus del herpes simple (HSV, herpes simplex virus) afecta los párpados, la conjuntiva y la córnea. El paciente puede señalar el antecedente de una infección herpética en la boca (fuego) o en genitales, fotofobia, dolor (que puede ser leve), enrojecimiento del ojo y disminución de la visión. La afectación de la piel, en caso de haberla, incluye exantemas vesiculares típicas que muy a menudo abarcan el párpado. La infección tiende a ser unilateral con un ganglio preauricular palpable. No hay hiperemia de la conjuntiva, pero el cuadro inicial de HSV ocular incluye sólo signos corneales en la exploración física. Ellos pueden ser leves y no se les identifica con facilidad. Las dendritas de la queratitis herpética constituyen un defecto epitelial, se pueden identificar con fluoresceína y de manera clásica siguen una distribución ramificada lineal con bulbos terminales (fig. 236-36) o pueden ser una “úlcera geográfica” que es una úlcera en forma de ameba con dendritas en el borde. La infección herpética puede ser muy difícil de diagnosticar porque su cuadro inicial incluye afectación de la córnea con úlceras neurotróficas, que tienen bordes lisos sobre una zona de afectación del estroma subyacente; la forma de edema del estroma, los infiltrados blanquecinos o ambos signos con epitelio intacto e iritis leve acompañante con precipitados queratíticos y uveítis aislada sin afectación del epitelio ni del estroma, pero con un incremento de la presión intraocular. Puede disminuir la sensibilidad de la córnea y es importante valorar tal signo antes de instilar gotas de anestésicos. El diagnóstico de herpes simple por lo general es clínico, pero es importante revisar con el oftalmólogo consultor a la persona, para saber si conviene la práctica de cultivos.
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Tratamiento El brote inicial de HSV que afecta los párpados puede ser tratado con un derivado ingerible del aciclovir, como sería aciclovir o famciclovir. Hay que emprender la aplicación de trifluridina para combatir la afectación de la conjuntiva. A lo anterior se puede agregar la pomada oftálmica de eritromicina para evitar la infección consecutiva del exantema vesiculoso.
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La queratitis por HSV evoluciona hasta llegar a la cicatriz corneal y ello obliga a tratamiento inmediato con antivirales tópicos. El tratamiento habitual incluye trifluridina a razón de una gota nueve veces al día y como sustitutivos en personas alérgicas están la pomada de vidarabina, 1.25 cm cinco veces al día o idoxuridina, una gota cada hora durante el día y cada dos horas por la noche. En personas como los niños en quienes existe el problema del cumplimiento de órdenes médicas, cabe utilizar los antivirales ingeribles, pero el aciclovir no evita la progresión de la enfermedad epitelial hasta llegar a la afectación más profunda del estroma o de la úvea. Es importante no aplicar esteroides tópicos y en un lapso de 24 a 48 h enviar a los pacientes al oftalmólogo.
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Herpes zóster oftálmico • Manifestaciones clínicas El herpes zóster oftálmico incluye las úlceras herpéticas de manera clásica en la primera rama de la distribución del nervio trigémino, con afectación del ojo. El exantema casi nunca cruza la línea media y comprende sólo el párpado superior, aunque en raras ocasiones haya afectación del carrillo (V2) y el maxilar inferior (V3). La alteración del nervio nasal (rama nasal del trigémino) se acompaña de lesiones cutáneas en la punta de la nariz (signo de Hutchinson) y con gran probabilidad se advierte afectación del ojo. Las manifestaciones que suelen anteceder al exantema son dolor y parestesias en la distribución del dermatoma; fiebre generalizada, cefalea y malestar, así como el enrojecimiento del ojo, diplopía, dolor ocular y fotofobia. La afectación ocular puede asumir la forma de queratitis epitelial, queratitis del estroma, uveítis, retinitis y coroiditis. En ocasiones, aparece inflamación del nervio óptico y parálisis de otros pares craneales, así como hipertensión intraocular. La córnea puede tener una seudodendrita que es una placa mucosa que capta débilmente colorantes, sin erosión epitelial (a diferencia del HSV que causa una dendrita verdadera con erosión epitelial y captación de colorante). En la exploración con lámpara de hendidura, la cámara anterior presenta manifestaciones de iritis (células y “destellos”). Es importante considerar la posibilidad de que también los pacientes <40 años de edad muestren inmunodepresión.
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Tratamiento La afectación de la piel se trata con compresas frías y la persona cuyo trastorno inicial incluyó un exantema por menos de una semana debe recibir fármacos antivirales orales durante 7 a 10 días. Algunos de los productos de esta categoría incluyen aciclovir, a razón de 800 mg cuatro veces al día; famciclovir, 500 mg tres veces al día o valaciclovir, 1 000 mg tres veces al día. Las lesiones cutáneas se tratan con pomada de bacitracina o eritromicina para evitar la infección bacteriana secundaria. La conjuntivitis se combate con pomada oftálmica de eritromicina, aplicada dos veces al día. La iritis se trata con corticoesteroides tópicos, como el acetato de prednisolona al 1%, a razón de una gota cuatro a cinco veces al día, pero en primer lugar se recomienda consultar con un oftalmólogo. El alivio del dolor se logra con ciclopléjicos tópicos (ciclopentolato al 1%, una gota tres veces al día). Si se confirma el diagnóstico de herpes zóster oftálmico, en particular cuando hay afectación de la órbita, el nervio óptico o pares craneales o si la persona muestra inmunodeficiencia o una enfermedad sistémica, se pensará en hospitalizarla y aplicar aciclovir por vía IV.
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Esta anomalía es una infección grave que abarca múltiples capas de dicho órgano y a escala mundial es causa importante de disminución de la visión y ceguera. La morbilidad de dichas úlceras se puede evitar en gran medida mediante identificación oportuna, la detección del agente etiológico y el inicio del tratamiento específico. Las úlceras corneales son consecuencia de soluciones de continuidad en la barrera epitelial, que permiten la penetración de microorganismos infecciosos en el estroma corneal subyacente. La pérdida inicial de la continuidad de la capa epitelial puede depender de descamación, traumatismo o invasión microbiana directa. La queratitis por exposición, por cierre incompleto del párpado como consecuencia de parálisis de Bell, ocasiona sequedad corneal y desprendimiento del epitelio, lo cual permite que las bacterias penetren en el estroma subyacente y ocasionen una úlcera. Los traumatismos también pueden transgredir el epitelio e inocular con microorganismos la córnea. Las bacterias, de modo específico S. pneumoniae, constituían la causa más frecuente de úlceras corneales. El empleo muy amplio de lentes de contacto ha aumentado la frecuencia de infección por Pseudomonas. El uso de lentes suaves es causa muy común de úlceras de la córnea y su incidencia aumenta de modo notable en personas con dichos dispositivos de “uso extendido” y en quienes duermen con ellos colocados. Los hongos y los virus han terminado por ser una causa más frecuente de úlceras corneales por el empleo amplio de fármacos inmunodepresores tópicos y sistémicos.
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Diagnóstico La anamnesis debe incluir la investigación del uso de lentes de contacto, intervención quirúrgica o lesiones previas de los ojos, traumatismos recientes y presencia o antecedente de herpes en genitales. El antecedente de farmacoterapia debe incluir el uso de corticoesteroides tópicos o sistémicos y otros fármacos inmunodepresores.
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Las personas pueden quejarse de enrojecimiento e hinchazón de párpados y conjuntivas, secreción de ojos, dolor ocular o sensación de cuerpo extraño, fotofobia o visión borrosa. La agudeza visual disminuye si la úlcera está en el eje central de la visión o si existe inflamación de la úvea. Los párpados y las conjuntivas pueden estar eritematosos y tener una secreción mucopurulenta. La iritis concomitante puede ocasionar miosis pupilar y fotofobia consensual por el espasmo ciliar. La exploración de la córnea revela una úlcera redonda o irregular con una base blanca u opaca que llega hasta el estroma subyacente, por infiltración de leucocitos y bordes “apilados” (fig. 236-37). En la exploración con lámpara de hendidura, se advierten “destellos” y células de la iritis y a veces hipopión.
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El diagnóstico se hace con bases clínicas. La confirmación de la causa infecciosa se hace al raspar la úlcera y cultivar el microorganismo patógeno, que por lo regular es tarea del oftalmólogo. El diagnóstico diferencial en lo que toca a los microorganismos causales se presenta en el cuadro 236-4.
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Tratamiento Es importante tratar de manera aguda las úlceras corneales con antibióticos tópicos. También hay que considerar la consulta con bases de urgencia con el oftalmólogo para el cultivo de la úlcera y el inicio de la antibioticoterapia apropiada. Una vez practicados los cultivos, se inicia la aplicación de los antibióticos. El tratamiento recomendado es una fluoroquinolona, como la ciprofloxacina o la ofloxacina, una gota cada hora en el ojo afectado. Si el médico sospecha de manera decidida que el cuadro clínico corresponde a una infección viral o micótica, habrá que aplicar un antiviral tópico (p. ej., natamicina, anfotericina B o fluconazol).
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A menudo se utilizan los ciclopléjicos en gotas, como el ciclopentolato al 1%, por el dolor que causa la iritis acompañante. Los corticoesteroides tópicos están contraindicados relativamente en las infecciones virales, pero pueden disminuir la incidencia de cicatrices y la perforación. Los médicos del servicio de urgencias nunca emprenden la aplicación de gotas oftálmicas de corticoesteroides. No se debe colocar un parche en el ojo por el riesgo de infección por Pseudomonas, pues puede ocasionar rápidamente úlceras de difícil control, con “fusión” y perforación de la córnea. Es importante que en 2 a 48 h sea atendido el paciente con úlceras corneales por un oftalmólogo. Las complicaciones de las úlceras en la córnea incluyen cicatriz o perforación de dicha capa, aparición de sinequias anteriores y posteriores, glaucoma y cataratas.
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Uveitis e iritis La iritis es la inflamación del segmento anterior de la úvea. No constituye una verdadera urgencia oftalmológica, pero obliga a que un oftalmólogo se encargue de la vigilancia. La iritis es causada por inflamación de diversos orígenes, locales y generales. El dolor en la iritis es causado por irritación de los nervios ciliares y espasmos de los músculos de igual nombre. El espasmo ciliar irrita el nervio trigémino y ocasiona fotofobia. Los precipitados queratíticos son depósitos de células de inflamación en el endotelio corneal. A la cámara anterior pasa un trasudado proteináceo proveniente de los vasos uveales y origina los “destellos” que se identifican con la lámpara de hendidura. En la cámara mencionada y con dicha lámpara, es posible identificar los leucocitos liberados desde los vasos en cuestión y reciben el nombre de células (como la expresión “destellos y células”). Las células tienen el aspecto de copos de nieve, iluminados por la luz de un faro delantero de un automóvil por la noche.
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Manifestaciones clínicas El paciente señala dolor unilateral, aunque puede ser en ambos lados si la enfermedad es sistémica. Puede haber señalamientos de hiperemia conjuntival, fotofobia y disminución de la visión. Casi nunca hay secreción. No es raro que el paciente señale síntomas de orden general, como artritis, uretritis y manifestaciones recurrentes del tubo digestivo. Entre los antecedentes personales está la exposición a tuberculosis, haber tenido herpes genital o la descripción de síntomas muy similares y el diagnóstico que se hizo. Hay que preguntar lo referente a traumatismos recientes o la exposición a aparatos de soldadura sin visores de protección.
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La inspección del ojo permite identificar una congestión alrededor del limbo (la hiperemia alcanza su máximo alrededor del limbo) o hiperemia conjuntival difusa sin secreción mucopurulenta. Por lo común, hay fotofobia. La fotofobia consensual (la llegada de un haz de luz en el ojo no afectado origina dolor en el ojo afectado) sugiere decididamente iritis. La pupila suele ser miótica y poco reactiva. La agudeza visual puede disminuir con inflamación intensa y el enturbiamiento del humor acuoso. En la exploración con la lámpara de hendidura, se identifican destellos y células en la cámara anterior que culminan en un hipopión con enfermedad grave. Las sinequias anteriores o posteriores pueden acaecer con enfermedad crónica. La enfermedad quizá disminuya si hay afectación del cuerpo ciliar, como consecuencia de una menor producción de humor acuoso. La aplicación de fluoresceína en la córnea permite identificar abrasiones, úlceras o lesiones dendríticas.
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El diagnóstico de iritis se basa en los antecedentes típicos de la detección de destellos y células de la cámara anterior con la exploración con lámpara de hendidura. Las entidades patológicas por incluir en el diagnóstico diferencial abarcan muchos de los trastornos sistémicos y oculares, entre ellos, el traumatismo. El diagnóstico diferencial se presenta en el cuadro 236-5.
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El tratamiento se orienta a aplacar la inflamación y evitar las complicaciones, como las sinequias posteriores. Se necesita la valoración por un oftalmólogo para definir el diagnóstico y emprender el tratamiento.
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Tratamiento El dolor disminuye al bloquear el esfínter pupilar y el cuerpo ciliar con un ciclopléjico de acción larga, como la homatropina (su acción dura dos a cuatro días) o la tropicamida (su actividad dura 24 h). Conviene referir al paciente con el oftalmólogo en un término de 24 a 48 h.
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Endoftalmitis Éstaes la inflamación del humor acuoso o el vítreo (por lo regular de origen infeccioso), que suele culminar en pérdida de la visión. La causa más frecuente es el estado posquirúrgico y le siguen en frecuencia las lesiones penetrantes de los ojos y en raras ocasiones la propagación hematógena. Los antecedentes pueden comprender intervención quirúrgica ocular, martillado de acero, trabajar con aparatos de gran velocidad como las trituradoras o las segadoras de maleza o traumatismos oculares. Los síntomas pueden comprender cefalea, dolor de ojos, fotofobia, pérdida de la visión y secreción ocular. En la exploración física, se identifica a veces eritema e hinchazón de los párpados, hiperemia conjuntival y de la esclerótica, quemosis, hipopión y signos de uveítis. Si se sospecha un cuadro grave, se necesita la consulta inmediata con el oftalmólogo.
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El tratamiento puede comprender la aspiración del vítreo o la vitrectomía del segmento plano, así como la administración de antibióticos y corticoesteroides en el interior del vítreo, además de antibióticos de acción sistémica. Se indica la hospitalización del paciente, salvo en los casos posquirúrgicos.
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Hemorragia vítrea El humor vítreo es una zona sin vasos firmemente fija a la porción anterior del ojo a nivel de la ora serrata y en sentido posterior a la papila del nervio óptico y a lo largo de los principales vasos de la retina. La tracción de esta zona por traumatismo o neovascularización patológica puede originar hemorragia en el humor vítreo o por detrás del mismo. Las causas más habituales de hemorragia de tal localización son la retinopatía diabética proliferativa, el desprendimiento posterior del vítreo en el sujeto de edad avanzada y el traumatismo ocular, como en el síndrome de maltrato infantil. Una causa poco frecuente es la hemorragia subhialoidea que acompaña a la hemorragia subaracnoidea. Los antecedentes pueden comprender pérdida repentina e indolora de la visión y aparición súbita de manchas negras, telarañas o visión borrosa generalizada en un ojo. Entre los antecedentes quizá se encuentren la diabetes o la drepanocitosis. A veces es imposible explorar la retina del ojo afectado, a causa de la hemorragia. La exploración de la retina contralateral puede aportar datos para el diagnóstico. Entre las entidades patológicas importantes por incluir en el diagnóstico diferencial están drepanocitosis, retinopatía diabética, desprendimiento retiniano, oclusión de la vena central de la retina, hemorragia subaracnoidea y lupus eritematoso sistémico. Es importante consultar al oftalmólogo si se entrevé el diagnóstico. También hay que verificar el índice internacional normalizado de pacientes que reciben warfarina e interrumpir el uso de antiplaquetarios. Por medio de la ecografía ocular, es posible descartar desprendimiento de retina.
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Hemorragia subconjuntival Los frágiles vasos conjuntivales se rompen por traumatismo, incremento repentino de la presión venosa vinculada con maniobras de Valsalva (estornudar, toser, vomitar, pujar), hipertensión o de manera espontánea (fig. 236-38). La exploración del ojo arroja datos normales salvo la presencia de la hemorragia subconjuntival. En estos casos, tranquilizar verbalmente es la única medida necesaria, pues la hemorragia por lo general muestra involución en un lapso de dos semanas. En caso de que surjan múltiples episodios recurrentes, están justificados los estudios de coagulación y las investigaciones más detenidas.
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