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Es indispensable que todas las personas relacionadas con el ejercicio de la cirugía tengan el hábito del aseo personal. Deben usar las uñas cortas y sin esmalte que oculte falta de limpieza o que pudiera albergar gérmenes en sus fisuras. En el área quirúrgica se debe prescindir del uso de uñas y pestañas postizas, también es necesario no portar objetos de joyería, como aretes, prendedores, pulseras y anillos, que podrían transportar microbios o caer de manera accidental en los campos estériles. Además, quienes sufran infecciones agudas como faringitis, gripe, etc., no deben tener acceso al trabajo de quirófano; es preciso que quien sufra heridas, quemaduras o lesiones abiertas con exudado no manipule equipos estériles.
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En el área de hospitalización se viste por lo general con la bata clínica o los uniformes de médicos residentes y de enfermería. Al ingresar a la primera zona de restricción, con rumbo al quirófano, es recomendable revisar el aseo personal y, si es necesario, tomar un baño general, además de cambiarse la ropa en los vestidores antes de pasar a la siguiente zona de restricción (véase Áreas de restricción en el quirófano, capítulo 9).
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El personal que ingresa a la zona gris viste pijama quirúrgico reglamentario, el cual consiste en ropa ligera de algodón, recién lavada en las instalaciones especiales del hospital; se usa también de manera exclusiva en los quirófanos y no se debe guardar en los guardarropas para ser utilizado otra vez sin lavarse. Es inadecuado utilizar esta indumentaria destinada al quirófano en otras zonas del hospital o fuera de las instalaciones del mismo; por desgracia, en algunos nosocomios a menudo se observa que elementos del grupo quirúrgico regresan a las salas sin cambiar la ropa que vistieron en lugares contaminados, como sanitarios, áreas de alimentación o salas de cuidados intensivos en donde la concentración de patógenos es elevada; con esta conducta favorecen de manera irresponsable las infecciones nosocomiales. Todavía más reprobable es que vestidos con ropa de quirófano salgan del hospital y se exhiban en lugares públicos.
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El pijama consta de dos piezas: la parte superior es una camisola sin cuello y sin mangas cuya porción inferior se usa debajo del cinturón. La parte inferior es un pantalón amplio de pijama con abertura lateral, que se ajusta a la cintura con una cinta dentro de una corredera. El color de estas prendas es uniforme para cada institución y se prefieren los colores claros para distinguir con facilidad las deficiencias que hubiera en la limpieza. La aparición de modas con telas estampadas o colores pardos es estética y novedosa, pero enmascara con facilidad las manchas de sangre o de otros líquidos orgánicos (figura 10-2).
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La cabeza se cubre con un gorro de tela que oculta todo el cabello para impedir que caiga en zonas estériles; si el sujeto tiene el cabello largo, debe usar cubrepelo especial con resorte o un turbante. La moda masculina de cabello largo, barba, patilla y bigote no es congruente con el trabajo en la sala de operaciones —imagine cuántos gérmenes alberga una barba desaseada—; cuando se tolera, obliga al uso de escafandras o gorros de diversos diseños que casi siempre son incómodos y aumentan los riesgos de contaminación.
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La nariz y la boca se cubren con una mascarilla llamada cubrebocas, la cual se anuda con cintas detrás del cuello y otras cintas se anudan en el vértice del cráneo, de tal modo que queda sujeto y no se desliza; el cubrebocas no debe obstaculizar la libre visión y respiración, y las cintas que lo sujetan no se deben apoyar en los pabellones auriculares porque pasados algunos minutos se sufre dolor e incomodidad. Las personas que por tener barba y pelo largo usan escafandras, se deben poner, además de ésta, el cubrebocas.
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Cuando el médico usa lentes, la parte inferior de los arillos se apoya sobre la máscara para evitar que los cristales se empañen y, en ocasiones, se debe usar algún medio de fijación o mascarillas que se ajustan al contorno de la nariz.
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El uso del cubrebocas reglamentario tiene como objeto principal evitar que el personal proyecte al hablar, respirar, estornudar o toser la saliva y los gérmenes contenidos en la orofaringe y fosas nasales sobre los campos y equipos estériles; se trata de un método de aislamiento para proteger al paciente. Los cubrebocas son desechables y su fabricación está sujeta a normas de calidad que aseguran su eficiencia aun en los procedimientos prolongados, los cubrebocas se cambian entre un paciente y el siguiente.
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El pijama quirúrgico, los gorros, cubrebocas y botas se han confeccionado tradicionalmente con tela de algodón, y son lavados y sanitizados en forma industrial para volverse a usar. Sin embargo, los costos del lavado y mantenimiento de la ropa hacen que en muchos centros ya se sustituya con ropa desechable de celulosa o de otros compuestos. Algunos de estos sustitutos son de tal calidad que igualan las características del algodón, pero por ser materiales importados superan los costos de lavado y mantenimiento de ropa. Otros más baratos son frágiles, se rompen y se hacen permeables a la suciedad cuando se humedecen, lo cual es muy importante cuando se trata de los cubrebocas o de las botas porque permiten contaminaciones masivas que con frecuencia pasan inadvertidas.
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Se recomienda que el calzado sea cómodo y lavable, de color blanco o de tonos claros. Los usuarios deben desinfectarlo con regularidad y destinarlo para uso exclusivo en la zona de quirófanos. La suela puede ser de cuero o de material conductor para evitar la acumulación de cargas eléctricas estáticas en el cuerpo.
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Al pasar a la zona gris, el calzado se cubre con botas de lona gruesas y sanitizadas, que evitan que los zapatos sean vehículo de microbios al cambiar de zona de restricción. Es necesario subrayar que la función de las botas no es cubrir calzado sucio. Muchos trabajadores del quirófano de manera poco responsable usan en los quirófanos el mismo calzado que visten en la calle, en donde recogen flora patógena que después distribuyen por los pisos de las áreas restringidas. Es evidente que con esta conducta es inútil la instalación del más costoso de los sistemas de aislamiento bacteriológico, y de nada sirve la técnica estéril porque los polvos del piso se levantan con las turbulencias normales de aire (figura 10-3).
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Después de ser demostrada la posibilidad de que el personal adquiera padecimientos infecciosos por contagio en las salas de operaciones —sobre todo de padecimientos virales como el virus de inmunodeficiencia humana (HIV) y la hepatitis—, en muchos hospitales se ha adoptado en forma rutinaria el uso obligatorio de diferentes modelos de mascarillas protectoras transparentes y escudos faciales con el propósito de proteger al personal del quirófano contra las salpicaduras de productos orgánicos que pudieran llegar de manera accidental a las conjuntivas de los ojos. Con este fin se usan gafas protectoras desechables o que deben limpiarse con solución antiséptica antes de cada intervención (figura 10-4).
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Protección contra radiación y láser
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En los procedimientos en los que se emplean equipos radiológicos para fluoroscopia con exposición prolongada o cuando se hacen implantes radiactivos es obligatorio el uso de gafas protectoras y delantales de plomo no estériles que se colocan sobre el pijama quirúrgico; encima de ellos se viste la bata estéril.
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El uso cada vez más frecuente de instrumentos láser en las salas de operaciones obliga a la protección ocular con gafas especiales; los haces de rayos láser pueden ser reflejados por la superficie de los instrumentos quirúrgicos y dañar de modo permanente la retina de los operadores. El mismo incidente puede ocurrir con los señaladores láser, que se utilizan con mucha frecuencia en las salas de conferencias, cuando de manera imprudente se dirigen a superficies que pueden reflejar el rayo.