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Casi todas las operaciones tienen maniobras que les son comunes y se suceden unas a otras en forma ordenada; estas maniobras constituyen la base de la educación y son el punto de partida de la técnica quirúrgica. Las maniobras del cirujano que se ajustan por tradición a los históricos principios de Halsted son:3
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Manejo gentil de los tejidos.
Técnica aséptica.
Disección anatómica de los tejidos.
Hemostasia cuidadosa, usando material de sutura fino, no irritante y en cantidad mínima.
Obliteración de los espacios muertos en la herida.
Evitar zonas de tensión.
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En el Departamento de Cirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Dr. Samuel Fuentes Aguirre ha denominado a las maniobras básicas tiempos fundamentales de la técnica quirúrgica. Toda operación inicia con el corte o incisión, y continúa con la hemostasia, maniobra que detiene la hemorragia que origina el corte de los tejidos. Enseguida se hace disección y separación de los elementos anatómicos para poder actuar sobre ellos y ejecutar el acto principal, que es el tiempo variable de cada operación. Se termina con la reconstrucción o sutura de los planos.
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Del latín incidere, “cortar”, se le dice incisión a la sección metódica de las partes blandas con instrumentos cortantes.
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Forma y descripción de las incisiones
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El cirujano escoge el tipo de incisión que le ha de proporcionar la mejor exposición y el mínimo de problemas o de malestar al paciente en el periodo posoperatorio (figura 14-1) Se dice que una incisión es longitudinal cuando sigue el eje mayor de una extremidad o de una región anatómica, y se llama incisión transversa a la que es perpendicular a ese eje; las incisiones oblicuas son las que tienen una disposición diagonal. La longitud del corte se expresa en centímetros lineales.
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En cuanto a la forma, las incisiones se describen como rectas, curvas o mixtas. Algunos cirujanos llaman arciformes o semicirculares a las que tienen forma de arco; las incisiones mixtas en forma de “S” muy alargada suelen adoptar la forma de una “f” itálica; en otros casos se comparan las incisiones con la letra “L” o la “J”; dependiendo del sentido en el que se traza la prolongación que la hace mixta. Algunas incisiones se practican con dos ángulos, que cuando son agudos adoptan la forma de la letra “Z”; y cuando son obtusos se llaman incisiones en “bayoneta”.
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Al describir las incisiones curvas se indica hacia qué lado se encuentra su concavidad, y cuando se describen las diagonales se señalan las estructuras con las que hacen ángulo o la línea anatómica a la que son paralelas.
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La incisión fusiforme (que tiene forma de huso) es parecida a un rombo que tiene sus ángulos obtusos redondeados y los ángulos agudos alargados; de manera habitual esta incisión comprende en su interior una porción del tejido que se pretende resecar.
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Incisiones en cráneo y cara
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En las craneotomías, las incisiones son semicirculares y adoptan la forma de una herradura o de un arco; en general, su concavidad es inferior y la incisión rodea el área en la que se proyecta efectuar la trepanación del hueso (figura 14-2). Las incisiones en la cara son muy variadas, y siempre se procura hacer coincidir la dirección de la herida con la que tienen las arrugas o pliegues normales de la piel (líneas de Langer o Kraissl). Cuando el corte se hace paralelo a estas líneas, se obtiene una cicatriz delgada y nítida porque la dirección que siguen las incisiones es la misma que tienen los fascículos fibrosos del tejido conjuntivo del corion y, de este modo, la herida sufre poca tensión durante el proceso de cicatrización. Las incisiones en la cara tienen mucha importancia por las alteraciones estéticas y permanentes que produce una incisión mal ejecutada;4 pero, además, tienen importancia funcional porque una cicatriz deformante, secundaria a un error técnico, puede interferir de manera grave la visión o el cierre y la abertura de la boca. Por ello, una de las incisiones más comunes en la resección de los tumores de los labios se hace en forma de “V”.5
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Una de las incisiones más comunes en el cuello es la traqueostomía; se prefiere una incisión transversa, abajo de donde se palpa el cartílago cricoides, y abarca del borde interno de un músculo esternocleidomastoideo al otro. En el adulto es alrededor de 4 cm de longitud. La incisión para traqueostomía en condiciones de urgencia puede ser longitudinal.6 Otra incisión frecuente en el cuello es la que se hace para una tiroidectomía; se hace transversal, en forma de arco de concavidad superior, y se sitúa 4 cm arriba de la horquilla esternal;7 las incisiones oblicuas que siguen el borde anterior del músculo esternocleidomastoideo izquierdo o derecho se utilizan para realizar las operaciones de los vasos del cuello, en especial de las arterias carótidas y otras estructuras laterales, o bien de la faringe y el esófago.8
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En las operaciones de los tumores extensos del cuello suelen utilizarse incisiones mixtas, de formas muy variadas, que llevan nombres propios; entre ellas destacan la incisión de Crile, que tiene forma de letra “T”; en la que su rama transversa sigue de cerca el borde del maxilar inferior, o las incisiones de Martin, Ward y MacFee, que tienen formas diversas.9
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En el tórax, las incisiones más frecuentes (figura 14-3) se hacen para abordar los órganos internos:10 la incisión media longitudinal, que se inicia en la horquilla esternal y termina en el vértice del apéndice xifoides, se usa para el abordaje del corazón y del mediastino anterior; las incisiones anterolaterales o posterolaterales son oblicuas, en forma semicircular, y siguen la dirección de los arcos costales; a través de ellas se practican las toracotomías por las que se opera la pleura, el pulmón, los órganos contenidos en el mediastino y los abordajes laterales al corazón. Las incisiones del tórax suelen prolongarse al abdomen cuando se ingresa a las dos grandes cavidades y se llaman toracolaparotomías. En la operación de la glándula mamaria, la incisión más común se hace en forma de huso cuando se desea resecar tejidos, y es arciforme cuando no se planea efectuar una intervención mutilante.
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Incisiones abdominales
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Una gran parte de los abordajes quirúrgicos se hace en el abdomen, en donde se describen varias incisiones (figura 14-4).
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Es la que sigue la línea media abdominal; puede ser supraumbilical o infraumbilical. La incisión supraumbilical e infraumbilical brinda una vía de abordaje mucho más extensa con la cual se acostumbra rodear el ombligo sin interesarlo. En las incisiones de la línea media abdominal se tiene la ventaja de que los planos fibroaponeuróticos están fusionados en el rafe medio conocido como línea blanca que, si se corta a lo largo, da rápido acceso al contenido abdominal. Mediante esta incisión se exponen de manera amplia los dos lados de la línea media.
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Incisión paramedia derecha o izquierda
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Son las incisiones longitudinales que se hacen a la derecha o a la izquierda de la línea media. La incisión paramedia derecha infraumbilical tiene nombre propio, se conoce como incisión de Jalaguier y se usa para alcanzar el apéndice ileocecal. Con esta vía se pasa a través de la vaina aponeurótica de los músculos rectos anteriores, y se obtiene una exposición igualmente amplia, pero un poco de lado para abordar órganos específicos. En estas incisiones se tiene la ventaja de que la reconstrucción de la pared es más sólida por la firmeza que dan las suturas aponeuróticas de los músculos rectos anteriores. Las paramedias derechas supraumbilicales con frecuencia siguen un trazo mixto en bayoneta o en “∫” para abordar las vías biliares, y reciben los nombres de los cirujanos Kehr, Bevin, Masson o de Mayo-Robson sin que tengan diferencias de significado.11 La paramedia supraumbilical izquierda con una prolongación transversal izquierda en forma de “T” se llama incisión de Marwedel. Esta incisión se utilizó en el pasado para dar exposición amplia del cuadrante superior izquierdo del abdomen; en la actualidad no tiene muchos seguidores por la dificultad de su reconstrucción y porque los relajantes musculares permiten la exposición sin necesidad de hacer la prolongación transversa.
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Incisión transversa suprapúbica
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La incisión transversa y suprapúbica suele hacerse en forma de arco de concavidad superior y tiene el nombre de incisión de Pfannenstiel; se utiliza para intervenir los órganos genitales internos de la mujer.12
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Incisión oblicua para hernioplastia
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La frecuencia elevada de la herniación del contenido abdominal por los orificios naturales de la región inguinal ha consagrado la práctica de la incisión inguinal oblicua, la cual se hace a 2 cm por dentro y paralela al ligamento inguinal; se inicia en el tubérculo pubiano y se extiende hacia fuera y arriba con longitud de alrededor de 7 cm.
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Es una incisión oblicua que sigue la dirección del ligamento inguinal a 4 cm por arriba y por dentro de la espina iliaca anterosuperior derecha. Por esta incisión se separan cada uno de los músculos abdominales en el sentido de sus fibras, y al seccionar el peritoneo se aborda el ciego y el apéndice ileocecal.13
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Incisión subcostal derecha de Kocher
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Es una incisión diagonal que se hace en el hipocondrio derecho, paralela al reborde condrocostal y que se utiliza con frecuencia en intervenciones del hígado y de las vías biliares.14 Mediante esta incisión se logra una excelente exposición de los órganos, pero tiene el inconveniente de que incluye todos los elementos anatómicos de la pared anterolateral del abdomen.
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Incisión de lumbotomía
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Reciben este nombre una variedad de incisiones oblicuas en los flancos derecho o izquierdo que se emplean para el abordaje del riñón y del uréter.15 La más común de las lumbotomías se inicia a 8 cm de las apófisis espinosas, sobre la cara posterior de la 12a costilla, y se prolonga en dirección diagonal sobre el flanco hasta 2 cm arriba de la cresta iliaca.
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Incisiones en las extremidades
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Las incisiones en las extremidades pueden tener trazo muy variado, dependiendo del objetivo que persigue el acto quirúrgico (figura 14-5).
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La mayoría de las intervenciones se utiliza para corregir problemas ocasionados por traumatismos con lesión del plano óseo, otras para corregir fisiológicamente las secuelas dejadas por el traumatismo, y el tercer grupo es para tratar las enfermedades vasculares. En general, las incisiones se hacen siguiendo el eje de la extremidad; de esta manera se exponen los elementos anatómicos en la mayor longitud posible: músculos, huesos, articulaciones, elementos vasculares o nerviosos y, al mismo tiempo, se corre un mayor riesgo de seccionarlos en un abordaje transversal. Por esta razón se prefiere la orientación longitudinal u oblicua de las incisiones. Sin embargo, en sitios como el pliegue del codo y el hueco poplíteo, una porción del corte se orienta en forma transversa o diagonal, de modo que en esos puntos se realizan incisiones mixtas o transversas con el fin de evitar defectos de extensión cuando la cicatriz se remodele.16
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Las incisiones en la mano revisten especial importancia debido a que cuando se ejecutan mal suelen dejar secuelas incapacitantes. Como guía general, los cirujanos de mano (subespecialistas) prefieren realizar incisiones mixtas y oblicuas en las regiones palmar o dorsal, y reservan las longitudinales para la porción lateral de los dedos, que llaman “neutrales”, porque su retracción no impide la flexión ni la extensión.17 En las amputaciones, en todas las variantes se circunscribe la base de la extremidad que se amputa, y se deja una porción anterior y otra posterior de mayor longitud, a las que se llama “colgajos” anterior y posterior, de tal modo que al reconstruir la herida tenga forma semicircular. En la amputación de los dedos o de los ortejos se hace una prolongación longitudinal, dorsal o lateral, la cual determina que la incisión adquiera la forma burda de una raqueta.
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Incisiones en cirugía videoasistida y cirugía endovascular
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Las intervenciones quirúrgicas que se hacen en el interior de las cavidades torácica, abdominal y en las articulaciones mediante visualización endoscópica han modificado de manera parcial los conceptos de los tiempos fundamentales, en especial la incisión. Para la cirugía convencional es una vía de acceso de amplitud suficiente para exponer el órgano que se opera. En el abordaje videoscópico la incisión es múltiple y de menores dimensiones que la convencional, de allí el nombre de “cirugía de mínima invasión” (figura 14-6). En este tipo de abordaje se crean orificios estrechos por los que se introducen en forma temporal dispositivos que se llaman trócares de cirugía laparoscópica, los cuales son verdaderos puertos de acceso. Los orificios se hacen en sitios donde no se dañan estructuras anatómicas importantes. Cada incisión de 10 mm de longitud está destinada a recibir el paso del equipo que insufla el gas, y el equipo de endoscopia; los instrumentos de menores dimensiones se pasan por orificios de 5 mm.18 Cuando se pretende introducir el primer trócar viendo de manera directa el peritoneo, se practica una incisión periumbilical de 2 a 3 cm.
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En la cirugía endovascular se prescinde casi de la incisión clásica, y el abordaje de los órganos se alcanza por medio de una punción de menos de 0.5 cm por la que se insertan a través de la piel los catéteres endovasculares. Éstos también se pueden insertar por un pequeño corte en los vasos periféricos ya disecados. Para las punciones se utilizan agujas huecas de tipo Seldinger, por las que se introducen tubos o catéteres para explorar videoscópicamente el interior de los vasos para implantar bajo control radiológico filtros vasculares,19 extraer trombos o émbolos,20 corregir diversas malformaciones congénitas del corazón21 y para el tratamiento de la cardiopatía isquémica, para la que se hacen más de 300 000 intervenciones anuales sólo en EUA.22 En México los registros no son fidedignos, pero cada vez se efectúan con mayor frecuencia y se aceptan como opciones de tratamiento rutinario.
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Ya son una realidad las intervenciones neuroquirúrgicas en el interior del cráneo sin incidir la piel, aunque todavía están por ocurrir más modificaciones.
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La cirugía endovascular todavía no está reglamentada. Esto ha ocasionado un impacto equivocado en el medio médico debido a la falsa impresión de que el acto endovascular no es quirúrgico y que, por ende, no es necesario contar con educación quirúrgica para llevarlo a cabo. Hasta el momento se permite de manera inadecuada el ejercicio de estas disciplinas a personal que no ha cumplido su entrenamiento con la residencia reglamentaria en cirugía.
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Instrumentos de corte
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Los instrumentos de corte por excelencia son el bisturí de hoja cambiable y las tijeras. Los catálogos de instrumental quirúrgico listan miles de instrumentos de corte que se adaptan a las necesidades de las especialidades quirúrgicas, pero ninguna operación tiene su equipo completo sin estos dos instrumentos básicos.
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El bisturí de hoja cambiable que más se usa es el que tiene mango número 4 y se le adaptan hojas de los números 20 a 25. Para trabajos de mucha precisión se emplea el mango número 3, que es más pequeño y al que se le colocan hojas 10 a 15. Cuando se trabajan planos muy profundos se puede utilizar el mango largo número 7, al que se adaptan las mismas hojas que se ponen al mango 3. Se pueden adquirir en el mercado bisturíes totalmente desechables esterilizados en forma industrial y empacados en papel de aluminio en los que el mango es de material plástico; los números de las hojas y de los mangos son los mismos.
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El bisturí se sujeta de diferentes maneras (figura 14-7); las más comunes son la toma como cuchillo de mesa o como el arco de un violín, y de esta manera se realizan las incisiones de la piel y de los tejidos superficiales. Para llevar a cabo incisiones en planos más profundos o para realizar trazos pequeños y muy precisos, el bisturí se toma como lápiz o como grafo. En algunas ocasiones los cuchillos para amputación, que son de hoja fija, se llegan a tomar como el asta de una bandera para hacer incisiones circulares muy rápidas en el curso de una amputación. Esta técnica y el cuchillo de amputación casi han pasado a la historia.
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Cuando se usa el bisturí, el corte se dirige siempre del lado izquierdo del operador hacia su derecha (los cirujanos zurdos hacen esto en sentido inverso), o de la lejanía a la proximidad y de arriba hacia abajo; las maniobras en los sentidos contrarios a los descritos son peligrosas y no se acostumbran en cirugía.
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Hay tijeras diseñadas específicamente para cortar los tejidos; sus hojas son curvas, el filo fino y las puntas de las hojas redondeadas. Las tijeras de Mayo curvas son gruesas y se usan para cortar estructuras fuertes como las fascias y los tendones. Las tijeras de Mayo rectas se emplean para cortar materiales de sutura y textiles; su forma las hace ideales para estas maniobras. Es incorrecto cortar los tejidos orgánicos con la misma tijera con la que se cortan los hilos y los materiales textiles. Las tijeras fuertes, angulosas y con un botón en la punta de una de sus hojas se usan para cortar los vendajes; las hay también diseñadas para cortar alambre (figura 14-8).
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Las tijeras de Metzenbaum son mucho más ligeras y están hechas para cortar tejidos finos en cortes precisos; son de especial utilidad en la disección cortante de estructuras delicadas y de vasos sanguíneos. En cirugía general se requiere cortar tejidos y materiales muy delicados, y para ello se han adoptado las tijeras de iris, rectas y curvas, que originalmente se usaron en las operaciones de los ojos, en especial para cortar el iris.
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El manejo de la tijera se describe a continuación: en uno de los ojos de la tijera se introduce el pulgar y en el otro el anular, el dedo cordial fija el instrumento y el dedo índice apoyado en la cruz de la tijera dirige la maniobra de corte (figura 14-9). Para las personas que usan la mano izquierda, la toma es similar, pero se invierten las relaciones de presión. La tijera se usa de derecha a izquierda, de cerca, de lejos y de abajo a arriba.
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Existe toda una gama de instrumentos de corte, algunos de ellos se ilustran para que el estudiante los identifique, pero no es objetivo de esta obra describirlos; si el estudiante desea profundizar, se le recomienda consultar los catálogos comerciales de instrumentos (figuras 14-10 y 14-11).
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Hay además una gran variedad de instrumentos de corte propios para cada una de las especialidades quirúrgicas, como el bisturí de plasma que vaporiza el tejido, el bisturí de calentamiento por gas de argón ionizado; y el de uso más difundido es el bisturí armónico, el cual corta los tejidos blandos por vibración ultrasónica y coagula con mínimo daño mediante una hoja que oscila a una frecuencia de 55.5 kHz. La temperatura alcanzada con este instrumento no supera los 100 °C, mientras que el electrocauterio o el láser alcanzan temperaturas de 150 a 400 °C. Este equipo de corte tiene también uso en la hemostasia como será descrito más adelante.
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Técnica de incisión de los tejidos
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Preparado el campo estéril y corroborada la eficiencia de la anestesia, se mantienen tensos y fijos los tegumentos entre el pulgar y el índice (figura 14-12). Es preciso fijar la atención en extender la piel en su sitio.
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Jamás se debe extender en forma unilateral pues la incisión resultaría desplazada. En las incisiones extensas se debe usar el vientre de la hoja, no la punta. El bisturí es muy filoso y se necesita muy ligera presión, sin inclinar la hoja hacia los lados porque deja un tallado en forma de bisel.
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En el primer “golpe” o movimiento del bisturí se debe seccionar la piel en toda la longitud que sea necesaria y se puede agrandar en el curso de la operación. En una buena incisión, la piel resulta cortada de una manera limpia, sin muescas laterales; la aponeurosis se corta en una longitud algo menor. No presenta divertículos escondidos en los ángulos de la incisión y la herida es utilizable en toda su extensión.23
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El párrafo anterior es una transcripción literal de lo escrito por los Prosectores de la Facultad de Medicina de París en 1920; resume la herencia recibida y sus principios están vigentes.
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Los planos profundos suelen cortarse con tijera, pero los cirujanos experimentados gustan hacerlo también con bisturí. Para cortar con la tijera, el tejido por seccionar se sujeta con la pinza de disección o con pinzas de referencia laterales, se individualiza el elemento anatómico y se corta (figura 14-12).
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El bisturí utilizado en la piel suele perder filo y muchas escuelas quirúrgicas señalan que la flora residente, que no se elimina con el antiséptico ni con el lavado, puede contaminar el bisturí; por esta razón se usa un segundo bisturí para continuar con el tejido adiposo y aponeurótico. Algunos estudios demuestran que el cambio de bisturí no disminuye la frecuencia de las infecciones, con lo que se pone en duda el argumento teórico.
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El bisturí eléctrico y el electrocauterio no se utilizan en el corte de la piel, pero se usan de manera cotidiana en el tejido adiposo, la aponeurosis y los músculos. Siempre hay que tomar en cuenta que estos instrumentos pueden producir quemaduras en estructuras próximas; al abrir el peritoneo con la tijera no se corre riesgo, pero al utilizar el electrobisturí se pueden producir quemaduras en las paredes intestinales y, lo que es peor, pueden pasar inadvertidas. Por tanto, el electrobisturí no se usa en el corte del peritoneo sino que este plano anatómico siempre se divide con tijera curva y bajo visión directa.
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En las maniobras de corte del pericardio o de la pleura, los cirujanos suelen interponer un abatelenguas estéril de madera para proteger las vísceras subyacentes de la acción del electrobisturí al mismo tiempo que efectúan el corte y la coagulación de los pequeños vasos del pericardio.
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“El dominio y control de la hemorragia dan al cirujano la calma que es esencial para el pensamiento claro y permiten proceder en forma ordenada en la mesa de operaciones.”24 Es otra frase clásica de William Halsted, quien en 1920 observó que al realizar la incisión necesariamente se dividían vasos superficiales que sangraban y la sangre se extravasaba en el campo operatorio. Para continuar es necesario detener el sangrado de los vasos que se han seccionado y dividir o bien separar los vasos interpuestos para no incrementar la pérdida de sangre. Todo esto se logra con la maniobra llamada hemostasia. Al igual que otras palabras, ésta procede del griego aima, “sangre”, y stasis, “detener”.
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Cuando se secciona la pared de un vaso sanguíneo, la sangre que sale tiende a coagularse de manera espontánea en el sitio, impidiendo una mayor pérdida. En la hemostasia fisiológica normal interviene la contracción de la pared vascular por la liberación de sustancias vasoactivas locales. Es bien conocido el hecho de que las plaquetas de la sangre ocupan un papel fundamental para restañar la pérdida de sangre, y que su acción se inicia al perderse el contacto con el endotelio vascular íntegro.25 El fenómeno biológico que produce la aglutinación de las plaquetas en el tejido conjuntivo expuesto en la herida desencadena un mecanismo de coagulación autorregulado (véase el apartado Coagulación, capítulo 4). El tapón formado resiste presiones altas hasta de 100 mm Hg. Los tejidos liberan tromboplastina activada y en presencia de iones de calcio reacciona con la protrombina circulante, la cual estaba inactiva hasta ese momento, para formar trombina. Pasados algunos minutos la trombina se une al fibrinógeno y forma fibrina, que al unirse a las plaquetas y a los elementos figurados forman el coágulo, el cual se retrae poco a poco y se hace más firme y fuerte.
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La tendencia a la coagulación está balanceada por mecanismos de lisis del coágulo que impiden el desencadenamiento de una coagulación progresiva; para esto existe en el organismo un sistema fibrinolítico demasiado complejo como el mismo mecanismo de la coagulación.
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Todo este proceso es tan eficaz que, según se sabe, arterias tan importantes como la radial se cierran y detienen su sangrado al menos por algún tiempo. Cualquier modificación profunda en el mecanismo puede acarrear problemas graves; cuando los vasos lesionados son de calibre importante, el sangrado no se detiene y se presenta la hemorragia (término derivado del griego aimaagia, “brote de sangre”), o el hematoma (oma, “tumor o colección de sangre”). Cualquiera de estas circunstancias es indeseable y el cirujano tiene que ejecutar la maniobra quirúrgica conocida como hemostasia para auxiliar al mecanismo fisiológico espontáneo e impedir las consecuencias del sangrado.
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Hemostasia quirúrgica temporal
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Con esta maniobra se busca detener el sangrado de manera inmediata y se usa mientras no se puede aplicar el medio definitivo. En la hemostasia temporal o transitoria (figura 14-13) se recurre a medios mecánicos como la presión, que puede ser digital cuando se apoya un dedo en el vaso sangrante; digitodigital si se toma el vaso entre dos dedos; por compresión directa si se apoya una compresa de gasa de algodón en el sitio del sangrado o por compresión indirecta si la presión se ejerce en el trayecto de los vasos que nutren la región. La hemostasia instrumentada es muy precisa porque se hace con instrumentos que ocluyen y fijan de manera temporal el vaso o los vasos que sangran; la más común es la hemostasia por pinzamiento (forcipresión, de la escuela europea), en la que una pinza diseñada para este uso ocluye el vaso sangrante y previene o detiene la hemorragia. El medio más técnico en cirugía consiste en identificar en forma oportuna los vasos que se han de seccionar, aplicar dos pinzas hemostáticas en cada lado y dividirlos entre ellas.
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Una frase tradicional en cirugía aconseja que los vasos que se han de dividir “deben ser encontrados por el cirujano antes que los vasos lo encuentren a él”; la frase destaca la importancia del conocimiento anatómico y la naturaleza esencialmente preventiva de las maniobras hemostáticas. Para seguir con la misma idea: la mejor maniobra hemostática es la que prevé el sangrado y no la que interrumpe un sangrado inesperado.
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Hay pinzas especiales que toman el vaso sin dañar sus paredes y lo ocluyen de manera transitoria; se les dice pinzas arteriales o pinzas vasculares, de bocado atraumático.
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El doctor Esmarch, un cirujano alemán, diseñó a fines del siglo xix una venda de hule para vaciar de sangre una extremidad mientras se efectuaba la operación. La venda se enrolla alrededor de una extremidad partiendo de su parte más distal para exprimir su sangre; se impide la llegada de más sangre con un mango neumático de compresión que se deja puesto en la raíz de la extremidad hasta por 40 minutos, tiempo durante el cual se retira la venda y el cirujano puede preparar la región para realizar una operación breve sin sangrado. Los tejidos toleran bien el periodo de isquemia y se puede trabajar sin rebasar los límites de tolerancia de los mismos a la falta de irrigación, la cual, según algunos, puede extenderse hasta por más de una hora (figura 14-14).
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El torniquete neumático, sin la venda de Esmarch, es útil en condiciones de urgencia, pero el viejo método del torniquete, hecho con un cordón y aplicado a la raíz de una extremidad, casi ya no tiene uso, salvo cuando se actúa en sitios apartados donde no se cuenta con recursos ni con la presencia de un médico. Este procedimiento, en manos de profanos, suele ocasionar desvitalización tisular extensa y daños en otras estructuras. Cuando se llega a emplear, se debe aflojar por unos segundos cada 20 minutos con objeto de irrigar de manera momentánea los tejidos y arrastrar los catabolitos ácidos que se acumulan.
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Otro método hemostático temporal es el taponamiento que se hace con compresas o tiras de gasa para detener hemorragias “en capa” producidas por múltiples lesiones de vasos pequeños que serían de difícil o imposible localización individual; con el taponamiento se ejerce compresión en zonas parenquimatosas de órganos, como el hígado, páncreas o pulmón. Sin embargo, el uso más difundido es el taponamiento de ciertas cavidades, como las fosas nasales, cavidad uterina, recto, vagina o esófago. Este tipo de hemostasia por compresión es un recurso temporal que con frecuencia salva la vida del paciente porque detiene el sangrado en los casos de urgencia. La presencia del tapón textil y la compresión sostenida que se hace detienen el sangrado y favorecen el proceso de hemostasia natural de la superficie sangrante.26 En general, el tapón se retira, según criterio del cirujano, cuando los mecanismos naturales de coagulación han logrado la hemostasia definitiva y puede ser varias horas o, a menudo, días después (figura 14-15).
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El taponamiento se hace también con balones neumáticos, los cuales se inflan en el interior de algunas cavidades sangrantes que no se pueden alcanzar por otros medios o en las que el sangrado difuso impide la localización individual de vasos sangrantes muy numerosos; se han diseñado balones para detener el sangrado en las fosas nasales. Es común que el lecho de la próstata resecada tenga que ocluirse de manera temporal con una sonda de Foley inflada o que dilataciones venosas del esófago sangren en forma difusa y se deban comprimir con balones de hule adaptados a la forma del órgano.
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Con este objeto se han diseñado las sondas de Sengstaken-Blakemore, de Patton, de Linton y de Michel. Éstos son medios de compresión que se ejercen desde el interior de la unión gastroesofágica y de la pared del esófago; la utilidad de ellos estriba en que ocluyen en parte las venas de la submucosa. Para su funcionamiento tienen varios lúmenes: 1) uno es para inflar un balón que se queda instalado en el esófago y se controla con presión de 15 a 40 mm Hg; 2) otro corresponde al balón alojado en el estómago y se infla al inicio con 30 ml hasta que se determina la posición correcta y después se continúa inflando hasta alcanzar un total de 300 ml; 3) el tercer lumen se usa para evacuar el contenido gástrico y evaluar el volumen del sangrado. El control de la hemorragia se obtiene en 80% de los casos, pero la mitad de ellos vuelve a sangrar al retirar el balón y se requiere, entonces, practicar una hemostasia operatoria definitiva.27
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Otro tipo de balones de compresión son un recurso más en el control de vasos sangrantes poco accesibles a la disección y no es raro que se recurra a la inserción de catéteres de embolectomía (balones de Fogarty) que se hacen pasar por la luz del vaso sangrante, los cuales inflados hacen hemostasia temporal durante la ejecución de operaciones vasculares.28
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Hemostasia definitiva
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Es la hemostasia que se hace quirúrgicamente al obliterar en forma directa y permanente los vasos sangrantes o al reconstruir la solución de continuidad de las paredes de un vaso sanguíneo roto (figura 14-16).
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Ligadura de los vasos
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Es el medio más empleado para practicar la hemostasia definitiva. En pequeños vasos sangrantes en el tejido adiposo se usa por lo común hebra de catgut simple de calibre 2 a 3-0; para vasos arteriales es preferible usar material inabsorbible o absorbible sintético del mismo calibre. En la ligadura de vasos del tamaño de la arteria radial se recomienda utilizar material inabsorbible de calibre 2-0.
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Otro medio para conseguir hemostasia definitiva es la transfijación o transfixión, en la que el vaso o tejido que se desea obliterar se traspasa con aguja e hilo, se rodea el elemento anatómico con el hilo y se anuda con firmeza. Se usa para la ligadura de pedículos, vasos grandes o tejidos muy vascularizados en donde no se puede individualizar el vaso y pinzarlo aislado.
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Reconstrucción vascular
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Cuando no se desea obliterar vasos de gran calibre que están sangrando, se toman los dos cabos del vaso con pinzas arteriales de bocado atraumático y se hace arteriorrafia o reconstrucción arterial para restablecer el flujo de sangre al retirar las pinzas. Este método se usa en vasos de la importancia de los iliacos, femorales y carotídeos, entre otros, cuya interrupción definitiva comprometería la irrigación de un órgano o la viabilidad de una región anatómica extensa.
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La torsión de un vaso fue muy utilizada como método para lograr hemostasia definitiva en los vasos muy pequeños del tejido adiposo. Ésta consiste en hacer girar sobre su eje varias veces la pinza que sujeta un vaso hasta que éste se rompe por efecto de la torsión. El método tiene la ventaja teórica de no dejar hilos en la herida, pero es muy inseguro.
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Se utilizan grapas o “clips” metálicos (Cushing, 1938) que se colocan con una pinza especial para obliterar de manera individual vasos de pequeño calibre en las zonas de difícil acceso o que están rodeadas con tejido laxo (figura 14-17). La pieza de metal puede ser de acero inoxidable o de titanio, la cual tiene forma de “U” y se aplica con una pinza especial que rodea el vaso por ocluir; a medida que el mecanismo del aplicador se acciona, las mandíbulas cierran la pieza metálica que se deja alojada en forma permanente en los tejidos. Se usa en la neurocirugía, en la cardiovascular y en videoasistida.
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Existen en el mercado dispositivos automáticos desechables, los cuales consisten en instrumentos con manijas que portan un cartucho cargado de grapas; en su extremo tienen una mandíbula en la que se ajusta de manera automática el clip metálico. Este recurso es de mucha utilidad en las operaciones con invasión mínima por endoscopia, ya que sólo se requiere un instrumento largo de aplicación que pueda pasar por el puerto de acceso. No obstante, la mayoría de los cirujanos confía más en el nudo quirúrgico que se hace fuera del cuerpo y desliza por el instrumento de endoscopia.
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En el hueso no es posible realizar ligaduras, así que por lo general se oblitera el tejido esponjoso sangrante con cera de abejas estéril que se unta en la superficie ósea y detiene el sangrado. Es un material que se tolera muy bien y del que se debe evitar el abuso.
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Hemostasia térmica y eléctrica
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El desarrollo de técnicas de anestesia con compuestos no explosivos ha renovado el uso del cauterio que, en la actualidad, es un electrocauterio o electrofulgurador. Consiste en un aparato de corriente eléctrica de alta frecuencia (Bovie, 1938) que tiene un electrodo indiferente o inactivo, el cual se coloca en contacto con una superficie extensa de la piel, y el otro polo, llamado electrodo activo, es un lápiz estéril que cierra el circuito en el punto deseado por el cirujano, lo que produce calor suficiente para coagular y destruir los tejidos. También se llama diatermia; existen en el mercado electrocoaguladores que liberan una atmósfera de argón en el sitio del contacto con el fin de que sea más efectiva la coagulación y menos dañina la descarga eléctrica en los tejidos (figura 14-18). La idea básica para el estudiante es que este aparato llamado monopolar es una unidad en la que la corriente eléctrica pasa a través del paciente y puede causar daños en cualquier punto en el que la conexión sea defectuosa.
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Hay otro aparato que es un verdadero cauterio porque tiene un asa bipolar con corriente eléctrica que se calienta al rojo vivo; su efecto hemostático es resultado de la carbonización, como la hacía el antiquísimo cauterio árabe.
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Estos electrofulguradores se pueden usar también como instrumentos de corte y sólo se deben emplear en planos lejanos a la piel, siempre y cuando no se tengan agentes inflamables o explosivos dentro del quirófano. El uso de estos equipos presupone precauciones de seguridad,29 entre las que están:
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No preparar la piel con sustancias inflamables.
El equipo debe estar conectado a la tierra eléctrica de la sala de operaciones.
El uso del equipo produce interferencia eléctrica en los monitores y es peligrosa en los pacientes portadores de marcapasos. Cuando es necesario su empleo, además de vigilar al paciente, es indispensable contar con desfibrilador en la sala de operaciones.
Las alternativas de colocación del electrodo indiferente consisten en placas, parches o brazaletes con almohadillas impregnadas de gel conductor, y conexiones y cables íntegros, los cuales deben ser revisados antes de cada operación y supervisados antes de cubrir al enfermo con los campos estériles.
Revisar siempre después de la intervención la piel del sitio donde se colocó el electrodo indiferente. Es común la quemadura de la piel cuando no se toman las precauciones básicas.
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Se puede practicar hemostasia también por métodos de criocirugía, para lo cual se utilizan instrumentos que producen congelación local de los tejidos. El frío profundo, hasta −196 °C, causa trombosis intracapilar, linfostasia y hemostasia, sobre todo en zonas ricamente vascularizadas. El nitrógeno líquido es el refrigerante más utilizado; llega al campo operatorio por un tubo aislado excepto en su extremo. Al gasificarse, el nitrógeno absorbe calor y congela los tejidos que mueren poco después.
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En ocasiones se utilizan otros refrigerantes como el gas freón y el ácido carbónico. Se emplea en la cirugía oftalmológica y en la neurocirugía; también se usa en el tratamiento de los tumores muy vascularizados de la piel, asimismo en nasofaringe, próstata, cuello uterino y otras partes.
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Un método relativamente reciente y de gran utilidad es el del rayo láser. El término láser es un acrónimo formado con las iniciales de la expresión inglesa Ligth Amplification by Stimulated Emission of Radiation.
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El láser es un rayo de luz intenso y concentrado en una sola longitud de onda que proviene de una fuente monocromática. La teoría del proceso de la luz estimulada fue formulada por Albert Einstein, y establece que los fotones que estimulan fotones pueden hacer que la luz actúe como materia. Las ondas de luz estimulan moléculas generadoras de ondas adicionales del mismo tipo, las cuales generan ondas similares hasta crear un intenso haz de luz. Existen diferentes tipos de láser; el primero en utilizarse fue el láser de rubí, le siguieron el láser de argón, de dióxido de carbono, helio, neón y holmio, entre otros. Cuando el rayo láser toca el tejido, las células de éste alcanzan temperaturas muy elevadas y se transforman en vapor y carbón. Esta vaporización se utiliza en cirugía para la destrucción de grupos celulares anormales y, en fechas recientes, para crear canales con el fin de producir neovascularidad en algunos tejidos, en especial, en el miocardio.30
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En los órganos donde se puede aplicar este método es factible controlar la hemorragia proveniente de pequeños vasos y practicar ablaciones en los tejidos. En fechas recientes es utilizado en oftalmología, laringología, operaciones gastrointestinales, neurocirugía, ginecología e intervenciones cardiovasculares;31 el cual se introduce por medio de un endoscopio flexible. Muchos cirujanos prefieren este recurso para realizar la hemostasia en la cirugía laparoscópica o como recurso de tratamiento por laparoscopia para fulgurar o destruir lesiones en el estómago o en el intestino.32 En este caso, la hemostasia se consigue por el calor que coagula las proteínas, y es tan intenso que vaporiza el tejido convirtiéndolo en humo y gases.
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En neurocirugía se usa otra variedad de láser: se hacen converger varios haces en un solo punto del interior del cráneo con guía estereotáctica; en el punto de coincidencia de los haces de rayos se produce más calor y se coagulan las proteínas. De esta manera se alcanzan lesiones internas sin necesidad de incidir la superficie craneal.
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El uso del rayo láser es delicado; se debe tener en cuenta que el reflejo del haz luminoso sobre las retinas de los operadores ocasiona daños irreversibles. Por ello se toman precauciones de seguridad debidamente reglamentadas, entre las que se encuentran: señales de advertencia en las puertas de entrada a la sala de operaciones donde se trabaja con láser; el uso de anteojos —ya descritos cuando se habló de la indumentaria— como protección; la prohibición del uso de soluciones con base alcohólica o sustancias inflamables y programas de servicio a los equipos, así como cursos de seguridad para el personal que los opera.33 Ésta es una de las razones por las que no se permite usar éter, alcohol o bencina dentro de las salas de operaciones.
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Las necesidades de instrumentos de hemostasia susceptibles de ser introducidos por los puertos de acceso que se utilizan en la cirugía endoscópica han dado lugar a una nueva tecnología de precisión, que pronto ha de introducirse más ampliamente en la cirugía convencional. Existen equipos que emplean energía ultrasónica para lograr cortes precisos y coagulación controlada;34 la punta del instrumento vibra 55 500 veces por segundo, y su hoja es capaz de desnaturalizar las proteínas y formar un coágulo firme. La presión ejercida en los tejidos por la superficie del instrumento colapsa los vasos sanguíneos, y el coágulo que se forma hace un sello hemostático. El cirujano puede ajustar el poder de corte y de coagulación, controlar el borde del instrumento y la presión que ejerce sobre el tejido en el que trabaja. Estos instrumentos activados por generadores de alta frecuencia permiten actuar con un mínimo de lesión térmica lateral; además, tienen la ventaja de que no necesitan pasar corriente eléctrica por el cuerpo del paciente. En la actualidad, se emplea este recurso en la cirugía laparoscópica y endoscópica del abdomen, y cada vez encuentran más aplicaciones en las especialidades (figura 14-19).
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Hemostasia por medios químicos
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Ningún método químico es hasta el momento sustituto de la hemostasia quirúrgica. El cirujano siempre procura detener el sangrado identificando el vaso que sangra, y aplicando cualquiera de los medios de hemostasia definitiva de eficacia comprobada.
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A continuación se mencionan algunos de los métodos químicos que existen para auxiliar la hemostasia sólo para cultura médica del estudiante, pero se insiste en que no se recomienda su uso como sustituto de una buena hemostasia quirúrgica.
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Compresas de gelatina
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La gelatina purificada y absorbible se expende en paquetes estériles con forma de almohadillas o en polvo. Se recortan láminas del tamaño deseado o se desmenuzan sobre las superficies sangrantes; el uso correcto se hace sumergiendo la pieza en suero salino caliente y exprimiéndola contra una superficie plana antes de entregarla al cirujano. Se espera que con la fibrina forme un coágulo resistente. Algunos cirujanos la humedecen en trombina o en adrenalina para aumentar su poder hemostático. Demora de 20 a 45 días en reabsorberse.
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Son derivados absorbibles de la celulosa y se expenden en forma de almohadillas o mallas de gasa, como mallas fibrilares o en polvo, y están contenidas en paquetes estériles. Sus fabricantes dicen que al contacto con la sangre la celulosa oxidada forma un coágulo y recomiendan su uso en superficies que rezuman sangre de los capilares. El compuesto puede interferir la regeneración ósea y por ello no se recomienda su aplicación sobre el hueso.
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Colágena microcristalina
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Es un polvo hecho con el corion de bovino perfectamente purificado, que se pregona como hemostático tópico. Viene en frascos de vidrio esterilizados, de los que se toman pequeñas cantidades de polvo que se ponen sobre la superficie que sangra y se hace compresión. Existe otra presentación llamada microfibrilar, la cual tiene forma de tela compacta; se aplica sin humedecer sobre la superficie sangrante, la cual puede ser también el plano óseo. Se supone que la hemostasia se hace por adherencia de las plaquetas y deposición de fibrina en los intersticios de la colágena animal.
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Trombina para uso tópico
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Son componentes sanguíneos de origen bovino que, al igual que los otros agentes, favorecen la coagulación de pequeños vasos sanguíneos. Se obtienen en el mercado ya estériles, y se pueden usar en combinación con gasas de celulosa o de gelatina que se colocan en los lechos capilares a fin de contener el sangrado en capa.
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Es mucho más fisiológico el uso de plasma autólogo obtenido de la sangre del paciente que se opera o de un solo donante, que en este caso se llama homólogo. Se procesa en la forma de un crioprecipitado que contiene factor XIII de la coagulación. El plasma y el crioprecipitado del plasma se preparan en el banco de sangre o en la sala de operaciones. El fibrinógeno, tibio a 37 °C, se aplica con un volumen igual de trombina para obtener hemostasia en las superficies sangrantes. Se preparan también adhesivos hechos con fibrinógeno, crioprecipitados del plasma humano y trombina de origen bovino, los cuales forman un compuesto llamado “cola de fibrina”, que se aplica a los tejidos en forma de líquido, gel o de aerosol para controlar el sangrado e, incluso, para aproximar y pegar los tejidos frágiles que de otro modo serían difíciles de suturar.
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Instrumentos de hemostasia
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Existen cientos de modelos de pinzas que se usan para obtener hemostasia, y son resultado del perfeccionamiento técnico de las pinzas para proyectiles que utilizaron en la antigüedad primero los romanos y más tarde Abulcasis y Ambrosio Paré. En la evolución del diseño de estos instrumentos se han destacado los nombres de brillantes cirujanos de todas las épocas como son: Liston, Pean, Kocher, Halsted y Crile, sobre todo. Todas reciben el nombre genérico de pinzas hemostáticas o pinzas de forcipresión, las cuales tienen un bocado, una cruz, ojos para los dedos y una cremallera de cierre; se diferencian por sus tamaños y la forma, así como por su longitud y la delicadeza del bocado (figuras 14-20 y 14-21). Se ilustran algunas de las más comunes. La pinza más pequeña y delicada se llama pinza de mosquito. Cuando surgió la posibilidad de reconstruir los vasos sanguíneos mediante sutura directa era necesario contar con pinzas hemostáticas de bocado suave que no traumatizaran la pared vascular, pero suficientes para contener el sangrado de manera temporal. Así aparecieron las pinzas hechas con mejores aleaciones de metal, las pinzas hechas de titanio, que tienen ligereza, elasticidad y bocados dentados muy finos para evitar que se deslicen. Se conocen como pinzas arteriales de bocado atraumático, o de atrau-gripp en inglés, y sus nombres se asocian con los de los cirujanos Derra, De Bakey y Cooley.
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Al colocar una pinza hemostática sólo se debe tomar el vaso sangrante y un mínimo de tejido para producir el efecto deseado; así, al hacer la ligadura que produzca la hemostasia definitiva no quedará mucho tejido en ella. La pinza se maneja con los dedos anular y pulgar; del mismo modo que se hace con la tijera, no se introducen mucho los dedos dentro de los ojos de la tijera. Se debe ejercitar el uso para dominar la relación de fuerzas necesaria para abrir y cerrar la cremallera al manejar la pinza con la mano izquierda o con la mano derecha.
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Técnica de hemostasia en planos superficiales
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Después de la incisión de la piel y al iniciar la división del tejido celular subcutáneo, los planos comienzan a sangrar; el ayudante y el cirujano colocan entonces una compresa para que absorba la sangre en cada uno de los lados de la incisión y separan una compresa de la otra presionando con suavidad. La maniobra tiene el doble propósito de exponer los planos más profundos al separar las compresas y realizar hemostasia comprimiendo de manera directa los pequeños vasos que por lo general dejan de sangrar en pocos minutos por el solo mecanismo fisiológico (figura 14-22). Esta exposición ayuda al cirujano a completar los detalles de la incisión. Cuando el cirujano está listo para asir los vasos que no hubieran detenido el sangrado de modo espontáneo, una de las compresas se retira poco a poco y cada uno de los vasos se toma con una pinza hemostática. Siempre se empieza por el lado opuesto al cirujano y de la izquierda a la derecha.
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Enseguida y en el mismo orden se hacen las ligaduras de cada uno de los vasos tomados por las pinzas para hacer la hemostasia definitiva: la pinza que sujeta el vaso por ligar se levanta en ángulo de 45° sobre la superficie, se jala con suavidad a modo de formar un pedículo y se muestra al operador la parte cóncava de la curvatura de la pinza. El hilo se pasa por debajo y por detrás y se hace el primer nudo. Este nudo se baja con el dedo índice, el cual debe estar bastante apretado para que no resbale al retirar la pinza. No se debe incluir la pinza en el nudo. El ayudante retira la pinza cuando el primer nudo está apretado; se hace un segundo nudo cuadrado para asegurar el anterior, y un tercero los bloquea. Los materiales de origen sintético requieren ligaduras de cuatro o cinco nudos porque se desanudan con facilidad.
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Algunas escuelas prefieren practicar la hemostasia de los planos superficiales con electrocauterio; en ese caso, en lugar de aplicar la ligadura se levanta en secuencia ordenada cada pinza y se presenta perpendicular a los planos anatómicos; el cirujano la toca con el electrocoagulador hasta escuchar un chisporroteo característico. El oscurecimiento del vaso indica que se ha coagulado o carbonizado y, por consiguiente, se ha hecho la hemostasia. Para la maniobra se requiere que el campo operatorio esté relativamente seco, que no se toque otro instrumento más que la pinza que sujeta el vaso por coagular y se subraya que no debe existir riesgo de explosión. No se debe abusar de la electrocoagulación porque podría caerse en el extremo de causar inflamación secundaria a la quemadura.
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Siempre se deben ligar los vasos de calibre similar a la arteria radial y aun más pequeños, ya que la electrocoagulación es insuficiente para asegurar su hemostasia definitiva. En los vasos más grandes se acostumbra hacer dos ligaduras escalonadas y cuando los vasos están en sitios críticos o contienen tejido celular laxo, como sucede en el cuello; se recomienda asegurarlos además con un punto de transfixión. Cuando un vaso de gran calibre sangra como resultado de un traumatismo o de una lesión inadvertida, la compresión digital es la primera maniobra. Se pueden comprimir en forma indirecta las porciones proximales del vaso y con esta hemostasia transitoria habrá tiempo para individualizar el elemento anatómico y colocar una o dos pinzas arteriales de bocado atraumático para efectuar la arteriorrafia.
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En algunas heridas el sangrado es difuso, “en capa”; lo cual se observa con frecuencia en la práctica corriente y en ginecología. En circunstancias especiales el cirujano se ve obligado a cohibir el sangrado haciendo el taponamiento con una sola compresa que se deja referida al exterior para retirarse días después. Algunos ejemplos son el sangrado nasal (epistaxis) y el sangrado uterino. Este procedimiento requiere mucho criterio, ya que el taponamiento no permite el drenaje y “es exponerse a los peores accidentes meter una compresa en una herida que ya supura”.
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Disección y separación
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A la maniobra de dividir y separar de manera metódica los elementos anatómicos para fines de tratamiento se le llama disección quirúrgica.
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Tipos de disección e instrumentos (figura 14-23)
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Cuando el tejido conjuntivo es laxo, la separación de los elementos anatómicos se hace con utensilios redondeados, por ello se le llama disección roma (los instrumentos “romos” tienen el extremo útil en forma de giba o joroba, y el nombre es una referencia a la forma de la nariz de Dante Alighieri, considerada el prototipo de nariz romana). El dedo enguantado del cirujano, protegido con una gasa o sin ella, suele ser un excelente medio para lograr la separación de algunos elementos anatómicos, y se le llama disección digital. La disección se puede hacer con una pequeña esfera de gasa montada en el extremo de una pinza de Crile o de Kelly, a la que se llama disector. La disección individualiza y separa los tejidos con daño mínimo.
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Se puede disecar con el mango del bisturí en posición invertida; con la tijera de Mayo cerrada o con cualquier otro instrumento disector de punta redondeada. Cuando el tejido por disecar está rodeado de tejido conjuntivo resistente es necesario seccionarlo, lo que se hace por disección con instrumento cortante. En ello se emplean las tijeras de Mayo curvas, las tijeras de Metzenbaum, o tijeras más finas como las de Potts y de iris. Muchos cirujanos experimentados prefieren practicar estas disecciones cortantes y delicadas con el bisturí de mango 3, armado con hoja 15, o bien el 4 con hoja número 21. La maniobra de disección cortante requiere un perfecto conocimiento de las estructuras que se manejan y un dominio de la técnica. Por lo general, todas las operaciones incluyen el uso combinado de la disección roma y la cortante.
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Técnica de la disección e instrumentos más comunes
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La disección se hace en la extensión necesaria para alcanzar la exposición óptima del elemento anatómico que se opera, pero no debe llegar a lo innecesario. El manejo excesivo de los tejidos destruye los capilares, desvitaliza los tejidos y desencadena mecanismos de respuesta inflamatoria. La exposición por tiempo excesivo al aire y al calor de las luces de la sala de operaciones seca los tejidos, por lo que se retarda su cicatrización. Los tejidos se protegen con compresas húmedas en solución salina isotónica para disminuir la evaporación. La disección se hace fijando los tejidos con la pinza de disección con dientes cuando se maneja la piel o el tejido aponeurótico. La pinza de disección sin dientes fija las estructuras delicadas, la otra mano maneja el instrumento disector (figura 14-24).
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Exposición y separación
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A medida que el cirujano profundiza en los planos, los tejidos pueden obstaculizar su trabajo. Es función del segundo cirujano o ayudante separar de manera correcta los elementos anatómicos para permitir las maniobras y la visión clara de lo que se hace. Para lograrlo existen dos tipos de separación: la manual o activa y la automática. En la primera, los cirujanos exponen jalando con las manos los tejidos, ya sea protegidos por compresas húmedas o mediante instrumentos de diversas formas y tamaños que retraen los órganos y tejidos o los sostienen con pinzas especiales de tracción, pero siempre se hace con la participación activa de una o de las dos manos del ayudante para mantener la exposición (figura 14-25).
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En el segundo tipo de separación, un dispositivo mecánico con dos o más ramas articuladas y un sistema de fijación aparta los tejidos sin necesidad de que intervengan las manos del grupo de cirujanos (figura 14-25).
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Es verdaderamente innumerable la lista de separadores en uso, ya que cada operación especializada tiene instrumentos propios. Sólo se ilustran los de uso más común (figuras 14-26, 14-27 y 14-28).
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Es la maniobra quirúrgica que consiste en unir los tejidos seccionados y fijarlos hasta que se completa el proceso de cicatrización. Algunos autores llaman a este tiempo quirúrgico reconstrucción y otros le dicen síntesis.
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Siglos de práctica de la cirugía con el apoyo científico y tecnológico han ayudado a la evolución de muchos medios de fijación de los tejidos; hasta el momento, el empleo de la aguja y el hilo parece ser el más adecuado y el menos costoso de los procedimientos. En la educación quirúrgica se impone la necesidad de revisar los materiales, instrumentos y técnicas de sutura.
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Se conocen dos tipos básicos de materiales para reconstruir las heridas que son los absorbibles y los no absorbibles. Cualquier material de sutura es un cuerpo extraño, y la reacción inflamatoria inespecífica en respuesta a su presencia será la misma durante los primeros cinco a siete días, pero algunos son más inertes que otros en las fases tardías del cierre de las heridas.35
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Absorbibles de origen animal
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Sólo persiste en el uso quirúrgico un producto absorbible de origen animal; se trata del catgut, que es colágena obtenida del intestino o de tendones de mamíferos sanos, sobre todo bovinos y ovinos. El término catgut es evolución de la palabra kitgut, que se conoce desde la antigüedad como material de sutura; se atribuye al médico árabe Rhazes haber usado las cuerdas del violín (kit) para suturar heridas abdominales hace más de 1 000 años.36 Lister en 1876 describió la cromatización de este material utilizado en forma común en su época y produjo ligaduras que no difieren en gran medida de las que se usan en la actualidad.37
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El catgut se puede usar simple o después de ser expuesto a compuestos de cromato que producen aumento de la fuerza del hilo y lo hacen de absorción más lenta (catgut crómico y medio crómico). Otros hilos de colágena como los obtenidos de tendón de canguro o de fascia lata ya no se utilizan. La mayor ventaja que tiene el catgut, y la razón de su subsistencia, es la gran flexibilidad que adquiere la colágena que lo compone cuando se pone en contacto con los líquidos orgánicos y el suave deslizamiento de las hebras a través de los tejidos sin lesionarlos. El mecanismo de absorción de estos hilos se inicia con la respuesta inflamatoria a la presencia del cuerpo extraño, y su absorción paulatina es por medio de lisis enzimática con fagocitosis; queda sustituido al cabo de meses por tejido fibroso.
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El catgut simple tiene el color amarillo ambarino de la colágena natural, y la hebra pierde su fuerza a la tensión al cabo de 5 a 10 días (la fuerza a la tensión es la que se requiere para romper el hilo ya anudado, y se expresa en kilogramos). Por esa razón, nunca se utiliza el catgut para suturar la piel;38 se usa sólo para ligar vasos pequeños, suturar la grasa o tela subcutánea y, ocasionalmente, para hacer la aproximación laxa de algunos músculos;39 pero no es útil para suturar planos de resistencia que se podrían separar con facilidad al perder fuerza a la tensión antes de adquirir la suya propia.
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El catgut crómico, por su tratamiento con el cromo, adquiere color oscuro y mantiene los tejidos unidos por lapsos de 14 a 15 días. Por ello se usa de manera más extensa que el catgut simple en las suturas de planos más resistentes y en los tejidos donde no es recomendable el uso de hilo inabsorbible, como pueden ser las vías biliares o las vías urinarias, en donde un material extraño a largo plazo puede inducir la formación de cálculos o zonas de estrechez que obstruyan los conductos. La absorción total del catgut de colágena purificada, simple o cromado, requiere lapsos no mayores de 70 a 90 días. El catgut se vende en paquetes herméticos que contienen un líquido conservador para mantener sus características y es esterilizado en rayos gamma de cobalto 60.
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Absorbibles de origen sintético
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Son hebras de polímeros sintéticos que, trenzados y estériles, se surten en paquetes secos. Se usan como sutura que se absorbe, más despacio que el catgut, por un proceso de hidrólisis lenta y de fagocitosis.
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Estos materiales sintéticos tienen la ventaja de ser casi inertes, no son antigénicos ni pirógenos, aunque sí producen reacción tisular con invasión de macrófagos durante su absorción, la cual dura más de 90 días. Existen varios polímeros en el mercado y todos necesitan un revestimiento para facilitar el deslizamiento de la sutura y que se pueda anudar. Entre los materiales más utilizados están el ácido poliglicólico, de color verde, que es un homopolímero del ácido glicólico, pierde su fuerza a la tensión en más de 15 días, pero dura en los tejidos al menos 80 días;40 el poliglactín 910, de color violeta, copolímero de los ácidos glicólico y láctico, al parecer tiene más resistencia y permanece en los tejidos por 105 a 115 días41 y la polidioxanona, igualmente de color violeta, monofilamento que dura entre 140 y 180 días.
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Todos estos sintéticos absorbibles, por tener periodos prolongados de absorción y mínima respuesta inflamatoria, ya se usan en algunos casos como sustitutos de materiales inabsorbibles,42 razón por la cual ocupan en forma paulatina el lugar que antes se dio al catgut. Se emplean en los planos profundos que no están expuestos a tensión y en los que bastan 15 días para obtener cicatrización óptima. Aunque tardan muchos días más en absorberse, todos ellos pierden 50% de su fuerza a la tensión en menos de 25 días (cuadro 14-1).
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Suturas no absorbibles
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Estas suturas pueden ser de origen vegetal, animal, sintético y mineral. Es el material preferido para las suturas de la piel y siempre se retiran cuando la herida ha alcanzado suficiente fuerza y antes de que se complete la cicatrización. Cuando se usan para aproximar los planos profundos, los materiales inabsorbibles no se retiran y permanecen encapsulados en los tejidos donde se han implantado, por eso lo mejor es que no sean materiales capaces de despertar estímulos antigénicos.
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No absorbibles de origen vegetal. El algodón es el más barato de los materiales y es fácil de obtener; los tejidos lo toleran muy bien. El hilo se hace con fibras de algodón peinadas y torcidas en multifilamento; puede estar teñido de diferentes colores, pero se prefiere la presentación en su color natural. El algodón tiene poca fuerza a la tensión y se rompe con más facilidad que otros materiales al anudarlo. Se usa en casi todos los tejidos para ligar y suturar; su fuerza a la tensión se incrementa 10% cuando se humedece. El hilo de lino es otro material de origen vegetal que fue utilizado en cirugía desde la antigüedad; está hecho con fibras torcidas de lino sin teñir y su principal característica es la firmeza del anudado. El algodón y el lino no tienen ventajas apreciables sobre otros materiales que sí representan atractivos comerciales para las grandes empresas productoras de materiales de sutura; por estas razones se está abandonando su uso gradual.
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No absorbibles de origen animal. La seda es el único material de origen animal que se usa como sutura inabsorbible; es un filamento continuo de proteínas elaboradas por el gusano de seda (Bombixmori); las fibras son tratadas para eliminar, dentro de lo posible, las sustancias antigénicas y los filamentos se trenzan alrededor de un núcleo mediante tensión controlada para obtener una hebra uniforme de diferentes calibres; se le agregan colorantes inertes para poder identificarla por su color negro. Tiene más fuerza a la tensión que el algodón y se puede usar en todos los planos. Kocher la empezó a emplear debido a la alta frecuencia de infecciones que se observaron en su época y que se atribuyeron al uso del catgut; Halsted la introdujo en Norteamérica y puso las bases de su empleo;43 Whipple la popularizó y, como reflejo de ello, durante muchos años fue el material más utilizado en México.
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La seda produce mayor reacción inflamatoria que ningún otro material no absorbible. Cuando se presenta infección en una herida suturada con seda se deben extraer las suturas porque se cree que los gérmenes sobreviven en el interior de la trama trenzada y actúan como foco de infección. En la actualidad se impregna con silicón con el fin de reducir su capilaridad.
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No absorbibles de origen sintético. Los hilos sintéticos ocupan en este momento la preferencia de los cirujanos porque su fuerza a la tensión es mayor que la de la seda y provocan menos reacción tisular que las proteínas de origen animal. Estos materiales conservan su fuerza casi de manera indefinida cuando se implantan dentro de los tejidos. Su única desventaja es que hay que ejecutar mayor número de nudos o lazadas para bloquear con seguridad las suturas, y no se utilizan para hacer las ligaduras porque los nudos se deshacen con mayor facilidad debido a la tendencia del material a regresar a su configuración rectilínea original, propiedad que los cirujanos conocen como “memoria” del material.
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De estos materiales sintéticos, todos ellos polímeros, el nylon quirúrgico fue el primero en aparecer en 1940;44 es una resina sintética del grupo de las poliamidas; está moldeado en monofilamentos flexibles de gran resistencia sin el componente antigénico ni el inconveniente de la capilaridad de las suturas trenzadas. El filamento único está teñido de color azul para distinguirlo de otros materiales; tiene gran utilidad en el cierre de la piel, sobre todo en la cirugía cosmética, debido a que produce una discreta reacción tisular si se retira antes de tiempo.
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El polivinilo es otra resina sintética de polimerización; el monofilamento se puede hilar muy fino; las hebras azules muy delgadas son más suaves y flexibles que el nylon. Se usa con muy buenos resultados en las operaciones oftalmológicas, en microcirugía y en cirugía vascular.
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El poliéster trenzado es un material sintético no absorbible muy semejante a la seda en su aspecto y consistencia pero, por ser más resistente y mejor tolerado, está destinado a reemplazarla en forma definitiva. Se tiñe en color verde característico y está barnizado con polibutilato, silicón o con politetrafluoroetileno (antiadherente muy usado en sartenes de cocina) con el doble fin de disminuir su capilaridad y de facilitar su deslizamiento a través de los tejidos.
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Se han perfeccionado más fibras sintéticas que pronto desplazarán a los otros materiales. Destacan las fibras de poliéster de dacrón, que tienen utilidad en operaciones vasculares y cardiacas. Todos los sintéticos en multifilamento trenzado se expenden revestidos con estearatos para que se deslicen con facilidad. Las suturas de politetrafluoroetileno expandido (existen marcas comerciales) son de color blanco, tienen todas las cualidades y no requieren este tipo de revestimiento, sólo que son más costosas.
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No absorbibles de origen mineral. Entre los hilos de origen mineral usados en cirugía está el acero quirúrgico inoxidable, que es una aleación de acero, cromo, níquel y molibdeno. Otros metales bien tolerados por el organismo, como la plata y el oro, no tienen ventajas sobre el acero y su costo es mayor.45
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El acero es inerte en el tejido, da más resistencia que cualquier otro hilo y puede sostener los planos de la herida de manera indefinida. Como este material no es elástico, corta los tejidos cuando se cierra con fuerza. En forma de monofilamento es el material preferido para aproximar el esternón en la operación cardiotorácica, y es de uso común en la fijación del plano óseo en diversos procedimientos ortopédicos. Algunas escuelas lo emplean en forma de multifilamento trenzado para el cierre del abdomen de los pacientes en quienes se espera cicatrización lenta. El monofilamento de acero inoxidable no se anuda; sus extremos se doblan y se tuercen varias veces sobre su eje. El acero trenzado sí se puede anudar (Surgaloy). Las hebras de acero se cortan con tijeras fuertes para cortar alambre, y los extremos se ocultan para impedir rotura de los guantes del cirujano o lesiones a los tejidos adyacentes. No se deben mezclar metales o aleaciones incompatibles porque se establece una reacción electrolítica entre ellos (cuadro 14-2).
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Calibre de las suturas
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Según la Farmacopea estadounidense (USP, del inglés United States Pharmacopeia) el grosor de las suturas es del mismo calibre de los hilos comerciales; el más grueso es el calibre núm. 5, que tiene cerca de un milímetro de diámetro (0.812 a 0.914 mm). A medida que el número desciende, los hilos son más finos.
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Los calibres más utilizados en cirugía general están por debajo del calibre núm. 1, el cual todavía sigue siendo una sutura gruesa. Le sigue en orden descendente el calibre núm. 0. A medida que aumentan los ceros el hilo es más delgado, por eso los cirujanos prefieren los calibres números 00, 3-0 y 4-0. Los calibres números 5-0 a 7-0 se utilizan en la anastomosis de los vasos sanguíneos y para manejarlos se recomienda usar lupas; los de calibre números 8-0 a 11-0 se trabajan con microscopio quirúrgico, y su calibre es de 0.0127 a 0.0254 mm.
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Elección de las suturas
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La elección del material y del calibre de las suturas o ligaduras depende del objetivo que se pretenda alcanzar. Es imposible mencionar en una lista la sutura exacta para cada situación sin caer en errores, pero destaca como principio básico que el método de empleo de una sutura es mucho más importante que la sutura propiamente dicha.
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Todos los cirujanos están de acuerdo en el uso de suturas no absorbibles para la aproximación de la piel cuando se planea retirar los puntos antes de tiempo y se desea obtener el mínimo de reacción tisular para conseguir buen resultado estético. Los mejores materiales son el monofilamento de nylon o de polipropileno, y el menos costoso es el algodón, que bien empleado otorga excelentes resultados.
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Para la sutura de la pared de los vasos arteriales o venosos se prefiere el material inabsorbible, del cual el mejor es el polipropileno de calibres números 3-0, 4-0, 5-0 y 6-0, los cuales dependen del grosor del vaso. También se puede usar poliéster trenzado, y en algunas situaciones especiales de la reconstrucción vascular en niños se usa polidioxanona, sobre todo si se desea que la sutura se reabsorba para permitir el crecimiento del vaso.
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Si es necesario aproximar el tejido adiposo, el mejor es el catgut simple 3-0, o bien el ácido poliglicólico, poliglactín 910 del mismo calibre u otro de material sintético absorbible; pero siempre lo mejor es evitar la sutura de este plano, y hacerlo sólo si hay que prevenir la creación de espacios muertos, sobre todo en pacientes obesos.
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El material absorbible, como el catgut crómico, es el mejor material de sutura de las mucosas urinarias y de las vías biliares porque en teoría no provoca la formación de cálculos ni estrechamiento cicatricial.
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Casi todos los grupos quirúrgicos aceptan que el mejor material para las mucosas digestivas es el absorbible, pero hay desacuerdos entre usar el catgut crómico o los sintéticos.46 El acuerdo es casi general también en la sutura de peritoneo, para el que se recomiendan los absorbibles sintéticos o el catgut crómico 1-0.
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Cuando se trata de aproximar el tejido óseo, el metal en cualquiera de sus aplicaciones es el material más indicado. En la operación del tórax, uno de los abordajes más comunes divide al esternón de manera longitudinal y el hueso se reconstruye con sutura de alambre quirúrgico en puntos periesternales. En las intervenciones ortopédicas, los extremos óseos requieren dispositivos de fijación por tiempos prolongados; el cirujano hace, con frecuencia, fijaciones internas, para lo cual coloca una varilla o clavija, o aparatos de estabilización, como placas, clavos, tornillos y pernos de diferentes diseños, los cuales se insertan con impactadores y guías propias a cada una de las regiones anatómicas en las que se trabaja.
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La reconstrucción de los tendones se hace con suturas de poliéster trenzado para dar la máxima resistencia durante la cicatrización, y las capas externas del tendón se reconstruyen con suturas continuas de nylon de calibres muy finos. Cuando se teme infección, se prefiere la sutura con monofilamento de polipropileno o de acero cuyos extremos se pueden sacar de la piel y sujetarlos a botones del mismo material para retirarlos cuando la cicatriz se ha formado (sutura de Bunnell).
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De preferencia, las aponeurosis se reconstruyen con material no absorbible y se pretende que ocasione el mínimo de reacción tisular, pero es frecuente ver cirujanos que usan material absorbible e, incluso, catgut crómico con buenos resultados; otros utilizan la seda con éxito, lo cual sin duda depende de la limpieza de la cirugía.
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Cuando se reconstruye de manera adecuada la aponeurosis de los músculos no es necesario suturar; si hubiera necesidad de aproximar los bordes, se prefiere hacerlo con puntos de material absorbible, laxos y que no estrangulen sus fibras.
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No todas las escuelas quirúrgicas aceptan como válidos estos criterios ni se aplican a los propósitos de cada caso particular; por consiguiente, hay confusión entre las personas legas. En la edición más reciente de Greenfield, que es un texto prestigiado, se hacen las siguientes recomendaciones para seleccionar las suturas:
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Las suturas trenzadas pueden albergar bacterias en sus intersticios.
Es deseable seleccionar la sutura del menor diámetro posible para afrontar los bordes de la herida y así reducir al mínimo la cantidad de material extraño en el interior.
Las suturas absorbibles se deben seleccionar para mantener la fuerza de tensión durante el tiempo adecuado para que la cicatriz adquiera fuerza intrínseca.
Las suturas absorbibles son excelentes para la sutura subcuticular en los niños debido a que no requieren retirarse.
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Abertura de los paquetes de suturas (figura 14-29)
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Las suturas se surten estériles de fábrica en paquetes individuales de doble envoltura en los que el contenido es estéril si la cubierta está íntegra y seca. La primera cubierta es transparente; tiene dos aletas u orejas que se toman entre los dedos índice y pulgar de cada mano y se separan sin tocar el paquete “interior”, cuya superficie es estéril. El instrumentista la puede tomar con una pinza de anillos estéril para llevarla al campo operatorio, o bien la podría tomar con la mano enguantada, pero la proximidad con las manos del circulante hace correr el riesgo de contaminación. Es frecuente ver a enfermeras experimentadas que abren el paquete y proyectan su contenido hacia una bandeja estéril que el instrumentista ha colocado sobre la mesa auxiliar. No es una maniobra recomendable para el inexperto, ya que también llega a ocurrir que caen al piso y se desperdicia un material costoso.
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El paquete interior es de color diferente para cada tipo de material; está rotulado e indica la calidad de la sutura, su calibre y el tipo de aguja con el que está armada. Es necesario anotar que algunas hebras tienen agujas en sus dos extremos. Una ranura y una línea punteada indican en dónde se puede rasgar el paquete por simple torsión. Algunos empaques necesitan que se haga un pequeño corte en su borde con una tijera para iniciar la abertura.
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La sutura viene doblada varias veces sobre un fragmento de plástico o de cartón, y hay indicaciones para saber cuál es el extremo que se debe tirar o jalar para extender el hilo. La técnica de la operación determinará si es necesario cortar la hebra y en qué longitud. Si se maneja el paquete con precipitación y se extiende deslizando los dedos sobre la hebra se hacen nudos indeseables y engorrosos.
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Las sedas y el nylon politrenzados para ligadura se presentan en paquetes sin aguja, con las hebras ya recortadas; de esta manera se evitan pérdidas de tiempo y facilita servirse de ellas una por una. Las madejas preparadas son más económicas, precortadas y esterilizadas en las centrales de equipo de cada hospital; se obtienen en paquetes estériles preparados según las reglas de cada centro.
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Se practica como medida de rutina enrollar las ligaduras, sobre todo las de catgut simple, en un devanador para facilitar su manejo; algunos devanadores ya están preparados por la fábrica.
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El paso del hilo por los tejidos requiere el uso de una aguja; en general se fabrica con acero inoxidable templado y existe una gran variedad de formas y tamaños. Es tan grande la variedad que se requiere una clasificación especial para identificar las más comunes y especificar sus modos de empleo.
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Clasificación de las agujas según la inserción del hilo
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Si se atiende a la forma de inserción del hilo en la aguja se cuenta con agujas de ojo simple, el cual es en general acanalado. Esta aguja es la más antigua y debe ensartarse con la mano, del mismo modo que lo hacen las costureras y los sastres. Las agujas de ojo automático o de ojo francés tienen una hendidura a través de la cual se pasa el hilo en la forma que se describe gráficamente (figura 14-35). La parte del hilo que pasa por la hendidura se debilita con el roce del metal.
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En las agujas atraumáticas el cuerpo de la aguja se prolonga de manera directa con el hilo que ya está ensartado en su extremo posterior. Las hebras para sutura armadas con agujas atraumáticas son prácticas y son las que más se utilizan debido a que el orificio que hace la aguja no se agranda al pasar el hilo, como sucede con los otros dos modelos; además ahorran tiempo y son desechables. El único inconveniente que tienen es que su costo es más alto, pero se paga con el ahorro de tiempo y con la disminución del traumatismo en los tejidos.
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Clasificación según su cuerpo
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De acuerdo con su forma, hay agujas rectas, curvas y mixtas. La sección del cuerpo de la aguja es variable en forma y diámetro; hay de sección redonda, ovalada, plana o triangular; dependiendo de que el cuerpo sea un prisma, un cilindro, etc. Las agujas rectas se emplean en la sutura de la piel o de los órganos exteriorizados de las cavidades, y siempre se manejan con la mano.
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Las agujas de forma curva se manejan con un instrumento portaagujas y se usan sobre todo en la sutura de los planos profundos, en donde una aguja recta no podría ser manejada con comodidad sin lesionar los tejidos; la mayoría de los cirujanos las emplea para hacer las suturas cutáneas. Las agujas curvas se identifican mencionando el arco de circunferencia que abarcan, como se aprecia en la figura 14-30.
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Las agujas mixtas o medias curvas, como se conocen, se manejan con la mano y no son de uso común en cirugía; son más propias de las disecciones en cadáver y de las autopsias.
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Clasificación según su punta
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El diseño de la punta de la aguja es uno de los criterios de selección más importantes desde el punto de vista técnico.47 La punta de una aguja cortante tiene en general forma de pirámide triangular y es de corte convencional o de corte reverso, dependiendo de la orientación de sus aristas. Estas agujas se utilizan para suturar tejidos resistentes como la piel y las aponeurosis o fascias.
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Otro tipo de punta de uso común es la de forma cónica, o de sección redonda, que hace un solo orificio al pasar por los tejidos. Esta aguja se emplea en la sutura de tejidos delicados que se podrían desgarrar con facilidad, como el peritoneo, la pared intestinal y las paredes de los vasos sanguíneos, entre otros.
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Hay agujas que tienen la punta en forma de espátula o de sable y que hacen una hendidura, más que un orificio; se usan sobre todo en oftalmología. Existen agujas con punta de trócar o de lanza para tejidos que serían muy resistentes al paso de otro diseño, como sucede con algunas fascias y cartílagos. Su uso es poco frecuente.
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Como hay una gran diversidad de agujas, se ha tenido que recurrir a la reproducción, ligeramente modificada, de la ilustración de un catálogo comercial de las suturas que se producen en México (figura 14-30).48
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Instrumentos de sutura y técnica de su manejo
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Como ya se dijo, las agujas rectas se toman siempre con la mano (figura 14-31A). Las agujas curvas se manejan con el portaagujas (figura 14-31B), que es un instrumento parecido a una pinza hemostática recta, sólo que más robusto y su bocado es ancho y plano, adecuado para sujetar las agujas con firmeza. El portaagujas más utilizado es el de Mayo, pero hay muchos otros modelos. Con el portaagujas, la aguja se toma con la punta de su bocado en la mitad de su cuerpo o en la unión de los dos tercios anteriores con el tercio posterior. La punta de la aguja debe salir por la izquierda, de manera que, con un movimiento de torsión, el cirujano penetre los tejidos en el sentido de la curvatura de la aguja (figura 14-32B).
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El hilo se monta en la aguja de ojo francés sujetando el extremo de la hebra contra la cruz del portaagujas; la mano derecha lleva el hilo a la punta del instrumento y en un movimiento circular firme lo inserta en la “V” de la aguja automática (figura 14-31). Enseguida, el hilo se corre para dejar de un lado del ojo un tercio de su longitud y los otros dos tercios del otro lado; esto se hace para que la aguja no se desensarte durante la sutura.
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Por lo general, el portaagujas se sujeta entre los dedos pulgar y anular dentro de los anillos del instrumento; el dedo medio pasa por fuera de uno de los anillos, mientras que el dedo índice sostiene y dirige al portaagujas. A veces el portaagujas puede utilizarse empalmado y no es necesario pasar los dedos a través de los ojos. La pinza de disección se toma con la mano izquierda.
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Suturas por puntos separados (figura 14-33)
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Los planos de resistencia por lo general se suturan por puntos separados. La piel se reconstruye por puntos separados de material inabsorbible, y se prefiere el nylon o el polipropileno. Los puntos se hacen con dimensiones y separación que dependen del grosor dérmico del sitio en que se sutura. Se procura que los nudos queden de un solo lado de la línea de sutura y los hilos se cortan de 1 cm de longitud.
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En algunas regiones anatómicas se prefiere la aproximación de la piel y de la porción subcuticular con puntos separados de colchonero llamados de Sarnoff, en los que se hace un paso ancho y profundo de cada uno de los lados de la herida para dar resistencia y aproximación a la tela subcutánea y con la misma hebra se regresa tomando un punto superficial de afrontamiento a la piel. La distancia ideal entre dos puntos de la aponeurosis es de 1 cm y se hace un mínimo de cuatro nudos cuadrados, los cuales se tratan más adelante, en cada punto; los hilos se cortan pequeños para no dejar mucho material extraño dentro de la herida.
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En los músculos y en el tejido celular subcutáneo la sutura se hace con material absorbible, distanciada dos o más centímetros sólo para su afrontamiento; además, se evita cerrar mucho el primer nudo para no estrangular los tejidos que abraza el hilo. Como ya se mencionó, la mayoría de los músculos no se sutura, sólo se requiere la reaproximación de sus fascículos al reconstruir sus aponeurosis.
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Aunque se han descrito aquí los puntos separados básicos que se pueden usar en todos los planos, existen incontables variaciones según las preferencias personales de los cirujanos. A continuación se ilustran las más comunes.
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En estas suturas, la aposición de los tejidos se hace con una hebra, y los puntos se suceden unos tras otros sin interrupción del hilo. Tienen la gran ventaja de realizar el cierre rápido, hermético y con un mínimo de material extraño a los tejidos, pero conlleva el inconveniente de que sus puntos son solidarios unos con otros, de tal modo que cortando la hebra en cualquiera de sus partes se puede perder toda la sutura.
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Se inicia siempre esta sutura por uno de los ángulos de la incisión del tejido que se sutura; se escoge el que está a la izquierda del cirujano de mano diestra y al contrario en el zurdo. Se pasa la aguja por los dos bordes y se hacen varios nudos cuadrados, cinco como mínimo para asegurar el extremo. El cabo más corto se refiere con una pinza de mosquito. Con la aguja enhebrada en el otro extremo del hilo se atraviesan en forma sucesiva uno y otro lados del plano que se sutura. El ayudante debe mantener el hilo tenso y no soltarlo sino cuando el cirujano ya ha hecho un nuevo punto y acaba de tirar de él. Un surgete no debe aflojarse, y conviene reforzarlo haciendo un punto entrecruzado del hilo cada 3 a 4 puntos continuos.
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Debe terminarse el surgete con el hilo tenso y haciendo un lazo con el último punto, que se anuda varias veces sobre sí mismo. Es preciso cortar los hilos, siempre de 3 a 4 mm para no dejar mucho material que actúe como cuerpo extraño.
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Al igual que para los puntos separados, existe una gran variedad de suturas continuas adecuadas para diferentes maniobras, y se ilustran las técnicas más conocidas, las cuales se deben repetir con supervisión del prosector.
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Es indispensable que el estudiante domine al menos una técnica para hacer nudos cuadrados de cirujano. Como sucede con todas las maniobras quirúrgicas, existen criterios generales que son resultado de la experiencia acumulada por siglos de ejercicio de la cirugía y, por otra parte, existe la permanente innovación que hace evolucionar la técnica. Los dos factores han generado una variedad tan grande de nudos que en algún sitio se llegó a editar una enciclopedia de nudos de cirujano.
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El nudo cuadrado hecho con ambas manos o con una sola y el mismo nudo hecho con la ayuda de un instrumento quirúrgico es la destreza básica que debe adquirir el estudiante y apegarse a los siguientes principios:
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Se prefieren los nudos sencillos y firmes.
El nudo no debe ser voluminoso y los cabos resultantes se dejan cortos para evitar reacción tisular excesiva.
No se somete a fricción el material para evitar el debilitamiento de sus fibras.
Evitar tomar la hebra de la ligadura o de la sutura con instrumentos quirúrgicos que dañen la estructura del material, excepto para sujetar el extremo libre de la sutura al practicar los nudos con instrumentos.
La primera lazada se hace con suficiente tensión para afrontar los tejidos, o para obliterar los vasos en los que se hace la hemostasia; la segunda se hace en sentido inverso para bloquear el nudo y se mantiene la tracción sobre un extremo para evitar que se afloje. La tercera lazada asegura las dos precedentes.
Hacer más nudos o no hacerlos depende de la “memoria” del material que se anuda, pero agregar demasiado material sólo aumenta el volumen sin agregar resistencia.
Se debe adquirir tal destreza en esta técnica que se debe poder realizar de modo automático, es decir, su ejecución no debe distraer la atención del cirujano.
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El estudiante debe practicar de manera constante los pasos señalados en los esquemas adjuntos. Cuando los domine todos, es indispensable que continúe con la práctica, repitiéndolos en forma automática sin mirar el hilo hasta que sea capaz de hacerlos con los guantes puestos y con hilo fino. Sólo entonces tendrá la habilidad necesaria para desenvolverse en forma adecuada (figuras 14-35 a 14-37).
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Existen otros métodos y materiales para aproximar los tejidos que no son de uso común en la práctica corriente ni en las operaciones de urgencia; sin embargo, son de gran utilidad y por ello se mencionan.
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La sutura mecánica (figura 14-38) con aguja de Reverdin fue ampliamente utilizada en los países europeos; con ella se incrementaba de manera importante la velocidad de la sutura por puntos separados, ya que hacía una costura semiautomática en la que es indispensable la buena coordinación entre el primero y el segundo cirujanos.
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El empleo de grapas metálicas para la sutura de la piel (figura 14-38) es una aplicación actual de la idea de la primitiva sutura africana, hindú o árabe que se hacía con pinzas de “hormiga guerrera” y que es conocida desde la Edad Media.49 Las grapas metálicas para aproximar la piel se usaron mucho desde la década de 1930-1949 y la tecnología ha aportado refinamientos que han reanimado el interés por la sutura mecánica de la piel con aparatos desechables perfeccionados que rinden excelentes servicios. La compañía Singer produjo una máquina para sutura quirúrgica automática que no ha tenido aceptación entre los cirujanos.
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Las engrapadoras metálicas son de uso frecuente en la operación de los bronquios, pulmones, las vísceras abdominales y en la anastomosis de vasos de diverso calibre, en donde destacaron como iniciadores los cirujanos japoneses y rusos con los fórceps de Nakayama, Inokuchi y Androsov que fueron ideados para ejecutar la sutura automática de los vasos sanguíneos y del esófago.50,51 En la actualidad, las engrapadoras automáticas fabricadas por diferentes marcas dominan extensamente el mercado y son instrumentos efectivos diseñados cada uno para una aplicación específica. Todos son confiables porque en su fabricación y pruebas clínicas se exige un estricto control de calidad. En algunas especialidades de la cirugía estos dispositivos se hacen indispensables y su mayor utilidad estriba en que con estos instrumentos se pueden poner hileras dobles o triples de grapas que dan un cierre hermético. Entre una línea de grapas y otra se hace un corte automático, y con la maniobra se consigue resecar o transeccionar un órgano hueco sin derramar el contenido (figura 14-39).
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Otros instrumentos desechables hacen una sutura circular doble de grapas de titanio e, inmediatamente después de la colocación de las grapas, una cuchilla reseca el exceso de tejido y crea una anastomosis circular de las asas intestinales. Se emplean estos instrumentos para practicar anastomosis terminoterminales, terminolaterales y laterolaterales de diversos segmentos del tubo digestivo (figura 14-39). Hasta el momento, carecen de versatilidad para la práctica habitual de la cirugía y elevan en gran medida los costos; no olvidar los beneficios que ofrece una buena técnica de sutura manual. Sin embargo, cada vez son más utilizadas y se dispone en el mercado de engrapadoras cutáneas, engrapadoras lineales, engrapadoras circulares intraluminales, engrapadoras para ligadura y corte; incluso, existen engrapadoras para ser aplicadas por vía endoscópica.
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Materiales adhesivos y pegamentos
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Cuando la resistencia a la tracción y a las infecciones no son factores decisivos, después del cierre subcuticular conviene aplicar cintas de rayón o de celulosa impregnadas en una de sus caras con un adhesivo para alinear los bordes de la piel (figura 14-40). Las tiras adheridas sujetan de manera efectiva los bordes mientras la herida epiteliza; de este modo se ahorra al paciente la necesidad de retirar los puntos de sutura. Se debe tomar en cuenta que estos medios de sujeción no son sustitutos del afrontamiento adecuado de los tejidos profundos, ni son eficaces para controlar la hemorragia de los bordes de la herida.
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Este tipo de aproximación es de uso rutinario en la cirugía pediátrica, en donde no es deseable provocar el temor habitual que tienen los niños a la maniobra del retiro de puntos en el posoperatorio.
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Los pegamentos y los materiales adhesivos del tipo del cianoacrilato (comercialmente conocido como Kola-Loca y para su uso médico como Histoacryl)52 se han propuesto para suturar diversos planos anatómicos que van desde procedimientos en la córnea, intervenciones ortopédicas, fijación de injertos de piel, sutura de la piel, en neurocirugía, en el cierre de fugas incontrolables de aire en las operaciones pulmonares y en las cardiacas,53 pero no han tenido gran aceptación debido a que se ha planteado su posible histotoxicidad cuando se aplican en los planos profundos.54 Sin embargo, sí se emplean para la aproximación sin sutura de las heridas superficiales de la piel cuando su longitud no es mayor de 3 cm y cuando los bordes no están sometidos a tensión; se deben aplicar cuando la herida está limpia y seca, adaptar con exactitud los bordes y sujetarlos por espacio de un minuto, en tanto se polimeriza el producto. Los resultados cosméticos son excelentes.
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Otros pegamentos como el metilmetacrilato o metacrilato de metilo, el cual es una mezcla de polímeros llamado cemento óseo, se utilizan para fijar algunos materiales protésicos al hueso y estabilizar algunas fracturas patológicas. Estos compuestos se deben preparar en el campo estéril antes de aplicarlos, dado que la polimerización se completa ya aplicados al hueso y en el proceso se endurece para mantener la posición fija. Durante su preparación se producen vapores tóxicos y se han dado a conocer respuestas inflamatorias de los tejidos a la presencia del compuesto.
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Drenaje de las heridas
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No es conveniente reconstruir de manera sistemática las heridas sin dejar salida a los líquidos que pudieran acumularse en su interior. Cuando el cirujano desea evacuar estos productos orgánicos tiene como primera posibilidad dejar la herida abierta en parte para que se haga el drenaje espontáneo y, al hacer las curaciones del posoperatorio, esperar la aparición del tejido de granulación con cierre por segunda intención, que casi siempre deja una secuela estética.
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En otros casos, la intervención tiene por objeto evacuar una colección anormal y se desea asegurar el flujo libre de líquido para favorecer la curación. Las más de las veces se insertan, en forma preventiva, dispositivos para el drenaje pasivo o activo y se evacuan las cavidades o espacios anatómicos en los que no se desea que se formen colecciones anormales. Para todo ello se usan los métodos de drenaje mencionados en el capítulo 5.
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La instalación de los drenes es una de la actividades más antiguas de la cirugía y las primeras descripciones fueron hechas magistralmente por el grupo de médicos hipocráticos muchos años antes de Cristo.55 Aunque permanecieron en parte olvidadas, fueron reavivadas por Chassaignac en 1855, quien insertó tubos de hule o de vidrio para evacuar los líquidos contenidos en el abdomen56 (capítulo 1), y más tarde por Charles Penrose, quien usó tubos delgados del mismo material con una mecha de gasa en el interior en 1897 (figura 4-8, capítulo 4). La evolución que siguió ha diversificado los dispositivos, que se siguen basando en los mismos principios y se resumen como sigue:57
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Evitar acumulación de líquidos.
Obliterar espacios muertos.
Permitir la aposición de los tejidos.
Evitar la formación de hematomas o seromas.
Minimizar fuentes potenciales de infección.
Reducir al mínimo la cicatriz.
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Los drenajes suelen insertarse a través de incisiones distintas a la herida operatoria en un sitio en declive respecto a ésta, y fijarse a la piel con un punto de sutura de monofilamento no absorbible para impedir su deslizamiento. A esta instalación de los drenajes se llama “por contraabertura”, es importante señalar que la contraabertura está proscrita en el drenaje de los abscesos, ya que diseminaría la infección que se combate.
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Por otra parte, los drenes de todos tipos comunican el lecho de la herida operatoria con el exterior, de modo que, como principio, no se instalan drenajes cuando en una operación limpia se ha implantado material protésico o injertos porque podrían ser la vía de entrada de gérmenes.
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Este drenaje conserva el nombre de su autor y es un tubo de hule de color ámbar, de paredes delgadas, que se fabrica radiopaco para poder identificarlo con facilidad mediante rayos X. El tubo aplanado tiene un ancho de 5 mm para el calibre más pequeño y hasta 5 cm para el más grande; se obtiene en longitudes de 15 y 30 cm. El cirujano lo corta a la longitud deseada y lo inserta en el lecho de la herida para hacerlo salir por la misma herida o por una incisión por contraabertura y fijarlo. Se instala por lo general en los planos superficiales; funciona por capilaridad y por la presión natural que hacen los tejidos en el interior de la herida.
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Son drenajes muy eficaces en los que para dar consistencia al tubo de Penrose se agrega un fragmento de tubo de hule ámbar de 1/4 de pulgada y de la misma longitud que el Penrose. Cuando el tubo se inserta en el interior del Penrose, el drenaje se llama de Babcock. Este tipo de drenes se prefiere para aplicarlo en el retroperitoneo o en la cavidad abdominal, drena por capilaridad y la consistencia del tubo favorece el drenaje.
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El tubo de Nélaton es una sonda de hule con un extremo romo de orificio lateral y el otro extremo en forma de pabellón de corneta; fue diseñado originalmente para el drenaje de la vejiga y se emplea para las diversas funciones que se citan en este libro, una de ellas es el drenaje de las heridas y de las cavidades. Los calibres van desde el 6 al 40 F y tienen 40 cm de longitud; por lo general, el cirujano le hace más orificios laterales para aumentar su efectividad. Para recoger los líquidos se utiliza un sistema cerrado o semicerrado que se conecta a un tubo de drenaje continuo por gravedad y a un reservorio graduado.
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Se trata de sondas que originalmente fueron diseñadas para drenaje de la vejiga, la mayor parte de las veces insertadas a través de una incisión suprapúbica, y guardan la forma de la sonda de Nélaton, salvo que en su extremo tienen un bulbo del mismo material de sus paredes. La forma dilatada del bulbo hace que las sondas se retengan en el interior de la cavidad donde se han instalado.
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Existe en el mercado una gran variedad de equipos de drenaje estériles y desechables que consisten en tubos de material plástico transparente; el tubo tiene múltiples perforaciones en el segmento que queda dentro de los tejidos y se conecta por su extremo a reservorios que se expanden por acción manual o de resorte para crear presión negativa. Algunos son accionados por baterías y pueden hacer vacío continuo y controlable. Se utilizan para el drenaje y aspiración de heridas o cavidades con espacios cruentos muy extensos debajo de colgajos extensos de piel. Los más conocidos son Drenovac, Portovac y Hemovac (son marcas registradas), cuyos nombres comerciales recuerdan su función.
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Se han diseñado y se expenden sistemas de aspiración continua y de compactación por presión negativa continua conocidos como sistemas VAC. Se trata de dispositivos que se aplican sobre las heridas abiertas y son asistidos por un aparato de succión controlada, se colocan sobre toda la extensión de las heridas infectadas o no epitelizadas y las mantienen cubiertas al mismo tiempo que favorecen la cicatrización húmeda de las heridas; el recolector consiste en una esponja hidrofílica de poliuretano que cubre toda la herida; un tubo conector que se acopla al aparato de succión y a un colector (figura 14-41).
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A fin de asegurar la presión subatmosférica, la esponja se fija con una cubierta semioclusiva de plástico que se adhiere a la piel sana que circunda a la herida. Se utiliza en heridas no epitelizadas, injertos y colgajos o heridas con infección evidente (clasificación II y IV del Colegio Americano de Cirujanos). Estos dispositivos de curación semioclusiva remueven secreciones y detritos, protegen la granulación sana de la herida y respetan la epitelización. Estos auxiliares han encontrado aplicaciones extensas en la cirugía general, cirugía reconstructiva, cirugía plástica, traumatología y se siguen expandiendo sus indicaciones. Sin embargo, no está diseñado el dispositivo para uso en lesiones expuestas de tipo neoplásico, osteomielitis, y no se debe aplicar sobre vísceras o vasos sanguíneos expuestos ni tejidos necrosados. No se utiliza en heridas que sangran por defectos de la coagulación ni en las fístulas entéricas.
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La colocación de un drenaje en la cavidad torácica plantea una situación diferente: el tórax funciona con un sistema de presiones, que en buena parte de su ciclo mantiene una presión más baja que la atmosférica. Por otro lado, los pulmones son estructuras elásticas, y por lo general el espacio pleural comprendido entre la pared del tórax y los pulmones no contiene más que una pequeña cantidad de líquido que lo lubrica. La presión en este espacio es subatmosférica, por lo que si se dejara en ella una sonda abierta al exterior se colapsarían los pulmones, como sucede cuando el cirujano abre el tórax. En el transoperatorio, esta circunstancia obliga al uso de dispositivos que administran las mezclas gaseosas a presiones ligeramente positivas e intermitentes por intubación de la tráquea. Luego entonces, para drenar la pleura y mantener la expansión de los pulmones, al reconstruir la pared del tórax se deja durante las primeras horas un tubo pleural grueso que se hace salir a través de un espacio intercostal por contraabertura; se prefiere la sonda de Nélaton del núm. 38, que se conecta a tubos colectores adaptados a un sistema sellado por agua de tal manera que el extremo del tubo queda a 1.5 a 2 cm bajo el nivel del agua estéril contenida en un frasco colocado en el piso. El aparato permite la salida de líquidos y gases, pero impide la entrada de aire atmosférico a la cavidad pleural. El sello de agua sencillo puede ser sustituido por una válvula de Heimlich de un solo paso o ser complementado por frascos colectores y sistemas de diversos grados de complejidad que regulan la aspiración. La sonda de Nélaton ha sido sustituida en los últimos años por tubos pleurales desechables de Silastic o de polivinilo que tienen varios orificios, son radiopacos y de mayor longitud que las sondas de Nélaton.
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Sondas, catéteres y drenajes frecuentes en cirugía
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El cuadro 14-3 y la figura 14-42 muestran varias sondas y catéteres de amplio uso; por otra parte, las figuras 14-43 a 14-45 ilustran los diferentes aspectos y características de los materiales de sutura actuales que se encuentran a la disposición del cirujano.
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