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La relación entre la salud humana y el ambiente es bidireccional y compleja, y se asocia con un sinfín de factores que incrementan o reducen los efectos negativos en la población. Para estudiarla se han desarrollado diversos enfoques, como la Metodología Presión-Estado-Impacto-Respuesta (PEIR) que ofrece un marco conceptual para integrar de manera secuencial a todos los elementos ambientales, sociales, económicos y políticos involucrados.
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En el presente capítulo, a través del caso específico de la contaminación atmosférica por partículas suspendidas en México, se ejemplifica cada uno de los eslabones de la metodología PEIR: las actividades humanas generadoras de partículas suspendidas (presión), las condiciones que prevalecen en el país y de la población que favorecen la exposición a este tipo de contaminantes (estado), las enfermedades que se han asociado con dicha exposición, el costo social en términos de mortalidad prematura y carga de enfermedad (impacto), y finalmente las medidas que se han adoptado para atender el problema público (respuesta) de la contaminación del aire en general y de las partículas suspendidas en particular.
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Desde su origen, la supervivencia de la humanidad ha estado determinada por su estrecha y compleja relación con la Naturaleza, la cual siempre ha implicado una conexión bidireccional; es decir, el humano transforma al ambiente y este último determina, a su vez, las condiciones de vida del primero. Entender esta relación es fundamental para establecer un equilibrio de tal forma que las actividades humanas no ocasionen cambios en el entorno que resulten en la pérdida del bienestar, incluida la salud.
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Considerando la dirección ambiente → humano de esta relación, desde hace mucho tiempo se han reconocido los problemas que la Naturaleza puede ocasionar en la salud humana. Ejemplos clásicos de ello son los desastres naturales como los terremotos, erupciones volcánicas, deslaves, huracanes, inundaciones, etcétera.
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En la dirección contraria, ambiente ← humano, también son muy conocidas las repercusiones que las actividades antrópicas generan sobre el ambiente, las cuales se revierten y afectan de manera negativa, y en última instancia a la salud humana. Como consecuencia de las actividades humanas, la población se encuentra expuesta de manera simultánea a múltiples agentes ambientales causantes de enfermedad o muerte.
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De este modo, en sus distintos espacios cotidianos (hogares, escuelas, centros de trabajo, etc.) las personas se pueden exponer (es decir, entrar en contacto de manera intencional o no intencional con plaguicidas, fertilizantes y microorganismos patógenos provenientes de las actividades agrícolas o las instalaciones para la cría de ganado); a los metales pesados generados en la minería e industria; a los contaminantes atmosféricos emitidos por los procesos de combustión de la industria y los vehículos automotores; a los contaminantes climáticos de vida corta (carbono negro y metano) liberados por las plantas de tratamiento de agua, los sitios de disposición de residuos sólidos urbanos, los hornos de ladrilleras y los vehículos que funcionan con diesel; a los microorganismos patógenos y toxinas ...