++
Lo que sí parece un hecho inobjetable es que cada día hay más enfermedades mentales. Aun en los países más avanzados, los que han logrado un mayor desarrollo económico y social, se observan índices cada vez más elevados de trastornos psicopatológicos. Se estima que 14% del peso total de la enfermedad es atribuible a los trastornos neuropsiquiátricos, entre los que sobresalen las depresiones, los trastornos asociados con el uso del alcohol y otras sustancias, y las psicosis.
++
El peso global de las enfermedades psiquiátricas y neurológicas se muestra en el cuadro 2-1. Estimando la pérdida de años saludables, fue posible documentar que el peso de las demencias, incluida la de Alzheimer, se duplicó entre 1990 y 2010.11 De hecho, se estima que cada siete segundos alguien desarrolla una demencia; que para el año 2020 habrá en el mundo un millón y medio de suicidios consumados, y entre 15 y 30 millones de intentos de suicidios registrados.12
++
++
La creciente inequidad que vivimos también afecta la salud mental: en 4 de cada 5 países de bajo ingreso (aquellos con 995 dólares [EUA] o menos de ingreso per capita) no hay medicamentos para la enfermedad de Parkinson; y en 1 de cada 4 de éstos, tampoco los hay para la epilepsia. ¿Y qué decir de los recursos humanos? En Europa hay 200 veces más psiquiatras que en África.13 En México éstos siguen siendo insuficientes, sólo 2.7 por 100 000 habitantes y están muy mal distribuidos.14
++
Reportes de la Organización Mundial de la Salud muestran que por lo menos 20% de los enfermos que acuden a algún sistema de atención primaria tienen un problema psiquiátrico, y que 1 de cada 4 personas habrá de desarrollar por lo menos un trastorno psiquiátrico y/o conductual a lo largo de sus vidas.15
++
Hay estudios comparativos que muestran una prevalencia mayor de depresión en mujeres que en hombres (3.2 vs. 1.9%).16 El riesgo de vida para una depresión severa oscila entre 12 y 16%, pero cada año entre 5 y 8% de la población adulta se deprime.
++
El trastorno postraumático por estrés tiene una prevalencia durante la vida de 10% en mujeres y 5% en hombres; pero estas cifras se disparan en poblaciones que han tenido experiencias traumática colectivas y llegan a 35%.
++
Al igual que ocurre con el consumo de alcohol, la tasa de suicidio es mayor en hombres (24 por 100 000) que en mujeres (6.8 por 100 000). En Europa, para el grupo de edad entre los 15 y 44 años, el suicidio figura como segunda causa de muerte, similar a lo observado en México en mujeres jóvenes entre los 15 y los 19 años; y aunque México se encuentra lejos de países con tasas realmente altas (como Hungría, por ejemplo), el problema en la nación mexicana ha crecido y conviene seguirlo con atención.17
++
La identificación de las causas y los factores de riesgo de los problemas de salud mental ha sido desde hace tiempo una de las prioridades de la investigación en el campo. En forma paulatina se han identificado factores de riesgo, tanto biológicos como psicosociales, susceptibles de ser modificados a lo largo de la vida; y se ha avanzado para tratar de entender, cada vez mejor, qué papel tienen en la salud mental factores como la pobreza, la violencia, las guerras, la migración y los desastres naturales, por mencionar algunos. En el cuadro 2-2 se ordenan y sistematizan algunas de las ideas que, en cierta forma, conforman una suerte de agenda básica para el avance de la salud mental a nivel global.
++
++
El uso y abuso de drogas es un fenómeno que se caracteriza por una distribución global heterogénea. Es interesante señalar que dicha distribución no parece guardar una relación directa con el hecho de que algunos países tengan políticas más estrictas que otros en relación con el uso de drogas consideradas ilegales.18
++
A lo largo de los años se ha podido observar también que hay variaciones importantes en las tasas de consumo en una misma comunidad. Por ejemplo, la dinámica del fenómeno afecta cada vez más a personas de ambos sexos en etapas tempranas de la vida, en tanto que las diferencias de género, significativas en el pasado, se acortan año tras año.
++
Las comparaciones en el uso de marihuana, por ejemplo, entre Estados Unidos y Holanda, que tienen legislaciones muy distintas, sugieren que una política prohibicionista y punitiva no hace grandes diferencias en cuanto al consumo de esta droga, cuando se compara con lo que ocurre en el marco de políticas más permisivas y liberales. Si bien en ambos casos el consumo es mayor que el observado en otros países, los datos sugieren que esta variable —es decir, la del marco jurídico— en sí misma, no es la única determinante en el consumo.
++
Recientemente han surgido iniciativas, cada vez con más apoyo social, que proponen despenalizar el uso de la marihuana en varios estados de la Unión Americana y en la República de Uruguay, señaladamente. Un argumento de peso para quienes se adhieren a la despenalización de la marihuana es el de tratar de separar el mercado de ésta (es decir, a los usuarios), del mercado de otras drogas más duras. Para ello se sugiere que el consumidor la obtenga en establecimientos autorizados y no en la calle; con eso se lograría separarla del narcomenudeo y del mundo criminal. Las cárceles están llenas de usuarios de marihuana que no han cometido ningún delito, salvo consumirla.
++
Contrario a lo que se cree, quienes usan cannabis no necesariamente consumen otras drogas. No hay, pues, sustento científico para afirmar que el uso de la marihuana lleva en automático al consumo de otras drogas. En todo caso, la relación no parece ser directa. Basta con analizar cómo ha crecido el consumo de marihuana en el mundo, compararlo con el crecimiento de otras drogas y constatar que no hay una relación directa.
++
Quienes sostienen que debe prohibirse tajantemente el uso de la marihuana, han esgrimido como argumentos fundamentales —además de que la marihuana conduce al consumo de drogas más peligrosas— que esta sustancia tiene graves consecuencias en la salud y en el desarrollo de las personas; que bajo sus efectos tóxicos se observan graves modificaciones conductuales y que tiene un fuerte poder adictivo.
++
Es cierto, la cannabis causa daño, propicia accidentes, genera problemas de aprendizaje, puede alterar la conducta y tiene, sin duda, cierto poder adictivo, menor que el alcohol y el tabaco, cuyo riesgo de adicción es de 15 y 32%, respectivamente, comparado con el 9% de la marihuana. Más adversas parecen las consecuencias de su prohibición total, pues implican que la única forma de adquirirla sea, precisamente, en el mercado negro, a través del narcomenudeo, del contrabando, de la extorsión, del chantaje, del trueque ilícito.
++
No se trata, desde luego, de decir que la marihuana sea una sustancia inocua ni de recomendar su consumo; de hecho, su uso con fines terapéuticos aún está en estudio. Tiene, en todo caso, un potencial con fines médicos que no debe descartarse de antemano. Pero quizá más interesante sea reconocer que van surgiendo modelos intermedios de despenalización, es decir, formas de legislación más suaves que permiten la posesión de pequeñas cantidades, sin autorizar necesariamente la producción ni la comercialización o la venta indiscriminada. Tal es el caso de países como Australia, Italia, Portugal y otros, que conviene analizar con cuidado y sin prejuicios.
++
Quedan, desde luego, más preguntas sin respuesta en relación con la diversa gama de afirmaciones, muchas de ellas sin sustento, que se escuchan y se leen cotidianamente en los distintos medios de comunicación; pero el debate respetuoso e informado ha sido benéfico. El tema estará en la agenda por un buen tiempo.
++
¿Puede la marihuana tener un efecto neto en la reducción de las tasas de consumo de alcohol entre los adolescentes? Si se sustrae la marihuana del mercado negro, ¿qué pasará con el consumo de otras drogas ilegales?, ¿aumenta, disminuye, queda igual?
++
Ésos y otros cuestionamientos hoy toman fuerza en el contexto global. Es preciso ir en busca de evidencias sólidas para definir una política pública racional, sustentada en la ciencia y no tanto en las creencias que, si bien son respetables para cada persona, no por ello deben imponerse a todos. Se requieren marcos jurídicos que representen un verdadero contrapeso al crimen organizado, a la narcopolítica y a la violencia que descabeza individuos y naciones a la par.