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Antes del decenio de 1980-1989, las mujeres eran excluidas de los estudios clínicos principalmente por la idea de que podrían embarazarse y exponer al feto a probables efectos adversos de algún fármaco en estudio. Sin embargo, esta conducta también las dejaba sin la oportunidad de conocer los probables efectos positivos o negativos que los medicamentos podrían tener sobre su propio organismo; de tal manera que instancias como el Instituto Nacional de Salud (NIH) en EUA y la Organización Mundial de la Salud (OMS) propusieron y lograron la inclusión de mujeres en estudios clínicos. Posteriormente, se comenzaron estudios específicamente para la población femenina; por ejemplo, en el año de 1991 se creó la Women´s Health Initiative (WHI), un amplio estudio multicéntrico que tuvo como objetivo evaluar el efecto de la terapia hormonal de reemplazo sobre diferentes entidades como la osteoporosis, el cáncer y la enfermedad cardiovascular.
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A la par, los estudios sobre salud mental comenzaron a poner atención en la relación existente entre diferentes etapas del ciclo reproductivo y la presencia de trastornos mentales; el papel de los esteroides sexuales sobre el inicio, manifestación y curso de ciertas entidades psicopatológicas; las diferencias entre hombres y mujeres en la respuesta a tratamientos psicofarmacológicos, e incluso la implicación de los esteroides sexuales en la modulación de la función neurotransmisora y de la expresión genética.1 De igual manera, la relación entre los factores psicosociales y los padecimientos mentales cobró mayor interés en una serie de investigaciones en salud con perspectiva de género.
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Aspectos psicosociales y salud mental en la mujer
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Se sabe que las condiciones psicosociales tienen un impacto sobre la salud física y mental. En cuanto a salud mental, se considera que las mujeres tienen mayor riesgo de problemas mentales debido a que:
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Realizan trabajos sin remuneración como el cuidado de los hijos, las tareas domésticas y el cuidado de otros familiares.
Con mayor frecuencia son pobres y no tienen injerencia en las decisiones financieras.
Son más propensas a sufrir violencia y coerción de parte de sus parejas.
Son menos proclives a tener acceso a factores protectores como la participación en educación, el empleo bien remunerado y las decisiones políticas.2
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De tal manera que las mujeres con mayor frecuencia presentan las condiciones sociales que de manera persistente aparecen como factores de riesgo para los trastornos mentales, como la pobreza, la falta de apoyo social, el bajo nivel educativo, las experiencias desagradables de vida y el desempleo.
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La función que desempeñan las mujeres en una sociedad puede modificar el efecto de algunos eventos vitales; por ejemplo, en el caso de los hombres, el hecho de estar casado se considera un factor de protección para la enfermedad mental, mientras que en las mujeres la depresión es más común en quienes están casadas. Esa diferencia se ha explicado a través de otras variables que pueden ...