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Otra definición clave en el estudio del desarrollo es el concepto de resiliencia, misma que se refiere a la habilidad de un individuo de adaptarse con éxito al estrés agudo, trauma o formas más crónicas de adversidad. A través de la resiliencia el individuo mantiene, ante el estrés, respuestas psicológicas y fisiológicas adecuadas. En conjunto, la resiliencia explica por qué ciertos individuos a pesar de estar expuestos a la misma carga alostática no resultan afectados por ella.
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El estudio de la resiliencia se ha enfocado inicialmente en los factores psicosociales observados en individuos resilientes y sólo hasta hace poco se comenzaron a buscar los procesos biológicos asociados a los fenotipos resilientes.
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Factores psicosociales asociados con la resiliencia
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Los estudios han identificado un rango de factores psicosociales que promueven la adaptación exitosa al estrés y que parecen prevenir la aparición de trastornos psiquiátricos como el trastorno por estrés postraumático, el trastorno depresivo mayor y otros.
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El enfrentar los temores puede promover la aparición de estrategias de afrontamiento activo, como la planeación y solución de problemas. La habilidad para enfrentar los temores puede verse facilitada por la inoculación de estrés y encontrarse asociada al funcionamiento óptimo de los mecanismos neurales de extinción de un temor. Se ha observado que los mecanismos de afrontamiento activo están vinculados con respuestas más transitorias de la activación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS), aunque dicha asociación no parece ser tan definitiva y directa.
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Optimismo y emociones positivas
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Las emociones positivas fomentan respuestas cognitivas más sanas y mejor reactividad autonómica. Los circuitos mesolímbicos dopaminérgicos pueden mostrar mayor respuesta a la recompensa y resistencia al estrés en individuos que se mantienen optimistas frente al trauma.
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Revaloración cognitiva, reencuadre positivo y aceptación
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La revaloración cognitiva lleva a una reinterpretación del significado de estímulos negativos resultando en reducción de respuestas emocionales. Los individuos resilientes pueden ser mejores para revalorar o usan la revaloración con mayor frecuencia. Los procesos neurobiológicos asociados a estas funciones incluyen la supresión de memoria, su consolidación y el control cognitivo de las emociones.
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Competencia y soporte sociales
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La cooperación mutua se asocia con la activación de circuitos de recompensa, la oxitocina incrementa el valor de recompensa de los lazos sociales y reduce la respuesta ante el temor. Otros factores psicosociales de importancia son: propósito en la vida, compás moral, significado y espiritualidad.
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Aunque las características psicosociales mencionadas no pueden ser directamente medidas en animales, se han identificado algunos rasgos asociados con la resiliencia. La disponibilidad de estos modelos animales ha hecho posible el estudio de los mecanismos moleculares y neurobiológicos que subyacen estos fenotipos.
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Respuestas fisiológicas resilientes ante el estrés
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Numerosas hormonas, neurotransmisores y neuropéptidos han sido asociados en la respuesta aguda al estrés; diferencias en su función, balance e interacción subyacen la variabilidad interindividual al estrés.
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Eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS)
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El factor liberador de corticotropina (CRH) se libera por el hipotálamo en respuesta al estrés y conlleva a la activación del eje HHS y la subsecuente liberación de cortisol. Niveles altos de estrés durante la infancia se asocian con niveles más altos en adultos de CRH, sin embargo, la acción de la activación del eje HHS durante el estrés y la resiliencia son complejos. El efecto agudo del cortisol puede ser protector y promover adaptación, pero la exposición sostenida a niveles anormalmente altos de cortisol puede ser nociva y asociarse a ciertos efectos sobre estructuras cerebrales como la amígdala y el hipocampo, tales como atrofia de algunos tipos celulares. La resiliencia se ha asociado a una rápida respuesta de activación del eje HHS y una terminación eficiente, lo que involucra un elaborado sistema de retroalimentación negativa del eje HHS. Una nota interesante es el hecho de que los individuos con fenotipo resiliente que muestran estrategias de afrontamiento activo presentan menor respuesta de glucocorticoides ante estrés. Además, la dihidroepiandrosterona (DHEA), hormona que también se libera durante el estrés, muestra efectos antiglucocorticoide y puede ser un índice de resiliencia ante el estrés.
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Sistema noradrenérgico
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La exposición a estrés también induce la liberación de nor-adrenalina en núcleos del tallo cerebral, en particular del locus ceruleus (LC), lo que resulta en un incremento en los niveles de este neurotransmisor en áreas cerebrales asociadas a conductas emocionales como la amígdala, el núcleo accumbens, la corteza prefrontal y el hipocampo. La respuesta excesiva del LC se asocia a trastornos de ansiedad, mientras que el bloqueo de receptores beta-adrenérgicos en la amígdala puede impedir la formación de memorias negativas en animales y en humanos.
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Sistema serotoninérgico y dopaminérgico
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Durante el estrés agudo se observa un incremento del catabolismo de serotonina en diversas áreas cerebrales como la amígdala, el núcleo accumbens y la corteza prefrontal. La serotonina modula respuestas al estrés funcionando tanto como ansiolítico como ansiogénico, dependiendo del área cerebral y el subtipo de receptor sobre el que actúa. En general, el sistema dopaminérgico se encuentra inhibido ante estímulos negativos, pero parece que la dopamina facilita la extinción al temor, pero su papel per se en la resiliencia es poco claro.
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El NPY muestra efectos ansiolíticos y promueve la cognición en situaciones de estrés. Además parece contrarrestar los efectos ansiogénicos del CRH en la amígdala, hipocampo y LC, por lo que la resiliencia puede involucrar un balance entre los niveles de CRH y NPY. Este último también promueve la extinción del condicionamiento al temor, mientras que antagonistas de este neuropéptido ejercen el efecto opuesto.
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Factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF)
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El BDNF se expresa en diversas áreas del cerebro; su papel ante el estrés y su rol en la resiliencia depende de la región cerebral y la temporalidad del estrés. El estrés induce disminución de la expresión del BDNF en el hipocampo, revertida con el uso crónico de antidepresivos. Por otra parte, el estrés crónico se asocia con incremento en la expresión del BDNF y se asocia a conductas de tipo depresivo. Esta inducción en la expresión de este factor neurotrófico es dependiente de la vulnerabilidad al estrés.
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Influencias genéticas en la resiliencia
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Se ha observado que polimorfismos y haplotipos del gen receptor tipo 1 del CRH modulan la influencia del abuso infantil sobre la expresión de síntomas depresivos. Por otra parte, variantes funcionales del receptor a glucocorticoides (GR) y mineralocorticoides han sido identificados en humanos y se han asociado a respuestas distintas de cortisol ante situaciones estresantes.
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Transportador de serotonina
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La asociación gen-ambiente más estudiada es la de eventos adversos de vida y variaciones en el promotor de gen transportador de serotonina. Los portadores de ambos alelos cortos presentan menos receptores de transportadores y muestran mayor riesgo para depresión ante la exposición a eventos adversos de la vida. Sin embargo, el papel en la depresión mayor de estas variantes del gen de transportador de serotonina ha sido cuestionado por sus resultados contrastantes. A pesar de esto, estudios de neuroimagen funcionales han mostrado reactividad y acoplamiento distintos en ciertas áreas cerebrales en los homocigotos del alelo corto, lo que tal vez represente un marcador de susceptibilidad al estrés.
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Catecol-O-metiltransferasa (COMT)
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Individuos portadores de un polimorfismo de un nucleótido sencillo (SNP) de la COMT (Val158Met) en la actividad de esta enzima muestran niveles más altos de ansiedad, aumento de adrenalina plasmática ante estrés, menor resiliencia ante estados emocionales negativos e incremento de la reactividad límbica a estímulos negativos. Lo que puede sugerir un fenotipo vulnerable ante el estrés.
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Diplotipos para el gen del NPY en los que se observa disminución en la expresión de este neuropéptido muestran mayor reactividad al estrés, observándose una relación inversamente proporcional entre el nivel de RNA mensajero de NPY y un rasgo de ansiedad; así como una relación directa entre el nivel de mRNA y los niveles de opioides endógenos.
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Un SNP del gen que codifica el BDNF (Val66Met) se asocia al cambio funcional de disminución de tráfico intracelular y liberación del factor neurotrófico. Los ratones portadores de este SNP muestran volúmenes hipocampales menores, mayores niveles de ansiedad y disminución del aprendizaje dependiente del hipocampo pero, a su vez, mayor resiliencia ante el estrés crónico.
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Además de los efectos genéticos por variaciones en un solo gen se han reportado interacciones entre el gen y el ambiente y entre distintas variantes de diversos genes.
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Mecanismos epigenéticos de resiliencia
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La epigénesis implica modificaciones estables en la estructura de cromatina que producen cambios perdurables en la expresión de genes que no están asociados a cambios en la secuencia del DNA. Los cambios epigenéticos en general se asocian con la acetilación de las histonas o la metilación directa del DNA. Para expresarlo de manera simple, las modificaciones epigenéticas terminan por facilitar o dificultar la frecuencia con la que se expresa determinado gen.
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Debido a que la programación epigenética define el estado de expresión de los genes, las diferencias epigenéticas pueden tener las mismas consecuencias que los polimorfismos genéticos; sin embargo, en contraste con las diferencias genéticas, las alteraciones epigenéticas son potencialmente reversibles.
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Circuitos neurales asociados con la resiliencia
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Circuito neural del temor
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Involucra la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal ventromedial (CPFvm). La amígdala regula la posibilidad de que claves asociadas a estímulos negativos se conviertan en claves aversivas; por su parte, el hipocampo controla los aspectos temporales y contextuales del condicionamiento. Mientras que para la extinción de una clave aversiva y su respuesta conductual y fisiológica la CPFvm desempeña un papel crucial. El condicionamiento al temor requiere del proceso sináptico de potenciación a largo plazo y otros mecanismos de plasticidad neuronal, por lo que el papel de los receptores de glutamato N-metil-D-aspartato (NMDA) es central. A su vez, parece que la extinción también depende de receptores de NMDA. Por otra parte, la consolidación en la amígdala es dependiente de noradrenalina, por lo que el bloqueo de receptores beta-adrenérgicos impide la formación de condicionamiento al temor. La función del circuito neural del temor en la resiliencia parece estar relacionada en diferencias individuales, en la capacidad de consolidación de claves aversivas y en la facilidad para extinguirlas.
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Circuito de la recompensa
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Existe evidencia de disfunción del circuito de recompensa en pacientes deprimidos y con trastorno por estrés postraumático. El circuito de recompensa más estudiado es el sistema dopaminérgico mesolímbico que involucra las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral (VTA), el núcleo accumbens y otras áreas de regiones límbicas. El VTA puede verse como una válvula de placer: es activada ante estímulos placenteros o la anticipación de ellos, e inhibida ante estímulos negativos o a la ausencia de la recompensa anticipada. Pero, algunas neuronas dopaminérgicas del VTA también se activan ante estímulos negativos, lo que sugiere una función adicional en la regulación emocional. El rol del circuito de la recompensa en la resiliencia no ha sido estudiado, pero apunta a favorecer fenotipos resilientes y vulnerables. Se ha encontrado que individuos con menor funcionamiento o reactividad del circuito de recompensa ante vivencias traumáticas muestran mayor vulnerabilidad y riesgo a desarrollar patología mental.
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Circuito de regulación emocional
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Una mayor capacidad para regular emociones ha sido relacionada con la resiliencia. Un modelo neural de regulación emocional incluye estructuras prefrontales, corticales, dorsales y ventrales, así como áreas subcorticales. Estudios en individuos con patología afectiva/ansiosa muestran anormalidades funcionales en la amígdala, hipocampo, corteza anterior del cíngulo y corteza CPF. Estudios en individuos resilientes han mostrado que durante la revaloración cognitiva se asocia con aumento en la actividad de la CPF medial y del núcleo accumbens mientras que disminuía la actividad de la amígdala.
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Otros circuitos asociados con la resiliencia son los que confieren cognición social; estos han sido asociados a fenotipos resilientes.
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Modelo integral de resiliencia
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La resiliencia al estrés se refiere a la capacidad del individuo de adaptarse con éxito al estrés agudo, trauma o formas más crónicas de adversidad. El estudio de los orígenes de la resiliencia apenas comienza, sin embargo, emerge un modelo de resiliencia en donde, temprano en el desarrollo, los genes interactúan con el ambiente, esculpiendo los circuitos cerebrales y las funciones neuroquímicas que dan pie a fortalezas psicológicas y conductas características de los individuos resilientes. La información apunta a que la resiliencia, más que un fenómeno pasivo, se trata de uno activo y que se puede promover desarrollando factores protectores.