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El diagnóstico puede considerarse como el más importante resultado de la práctica médica, ya que su establecimiento conduce al tratamiento y al pronóstico del padecimiento, mismo que resulta un problema complejo en ese ejercicio de la clínica.
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El diagnóstico se puede definir como una hipótesis acerca de la naturaleza de la enfermedad de un paciente, que se deriva de observaciones a través del uso de la inferencia. Varios autores reconocen que la presencia de una enfermedad en un individuo a menudo no puede determinarse con certeza; agregan, además, que el objetivo del médico no es alcanzar la certeza sino reducir el nivel de incertidumbre lo suficiente como para tomar la decisión terapéutica.
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El proceso general que da lugar al diagnóstico se realiza en dos etapas; en la primera se establece una presuposición, sospecha o hipótesis de existencia de la enfermedad. La segunda se dirige al seguimiento de la sospecha clínica y a verificar si ésta corresponde a la realidad.
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En este proceso, de enorme complejidad, existe un gran número de fuentes de incertidumbre que transitan por una amplia gama de cuestiones, como son: que el conjunto de síntomas y signos en un paciente puede ser compatible con más de una enfermedad, que existen variaciones biológicas a veces importantes entre un enfermo y otro, que los instrumentos suelen ser imprecisos, factores inherentes a la experiencia, formación y la acuciosidad del médico, y que los pacientes son inexactos para recordar sucesos pasados, entre otros.
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Si bien la historia clínica dentro del acto médico es un elemento insustituible y la base fundamental para instituir o descartar el diagnóstico de las enfermedades y constituye el sustento principal para establecer su pronóstico y tratamiento, es innegable que las pruebas de laboratorio y gabinete deben considerarse como excelentes recursos de apoyo para el médico.
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No obstante, es importante tener en mente que, si bien las diferentes fases por las que pasa la relación entre médico y paciente, según el momento de la atención, requieren de distintos matices durante el acto médico, el paciente acude al médico solicitando remedio para su padecer, y muchas veces el interés del médico se centra en el examen científico del proceso patológico, por lo que la interacción y el vínculo pasan a un segundo plano, estableciendo una relación con el paciente más como un “objeto de estudio” que como un ser humano, lo cual distorsiona el verdadero sentido de esta relación.
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Caso clínico
En la consulta externa de un servicio de gastroenterología se atendió a un paciente de 55 años, quien refirió presentar desde seis meses antes: disminución del apetito, pérdida de peso, fatiga, debilidad, inflamación del abdomen y sensación de llenura. Además señaló que en las últimas semanas había presentado episodios de fiebre y dolor en la parte superior ...