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Enfermedades parasitarias como la tripanosomiasis, la malaria, la leishmaniasis y la esquistosomiasis son, sin duda, la causa de un abultado porcentaje de enfermedad y muerte en el mundo actual, sobre todo en los países más pobres, siendo un penoso ejemplo de las desigualdades en salud, que sin duda representan uno de los mayores problemas bioéticos que enfrenta en la actualidad la humanidad. Esto a pesar de los grandes esfuerzos científicos, técnicos, políticos, sociales y económicos que tanto los países afectados como las organizaciones internacionales están realizando. La incidencia de parasitosis en muchos casos aumenta en lugar de disminuir. Un caso dramático es el de la malaria, en que el aumento por selección natural de la resistencia del mosquito a los insecticidas y a los fármacos, produciendo cepas resistentes a Plasmodium falciparum, ha causado un resurgimiento de la enfermedad, de modo que en áreas endémicas más de 200 millones de seres humanos han sido infectados; por ejemplo, sólo en África más de un millón de niños mueren anualmente de malaria. En menor escala, también el aumento exponencial de la movilidad humana ha tenido una incidencia negativa. Por ejemplo, en uno de los países más ricos del mundo, EUA, el ingreso al país de casos no detectados de malaria asciende a cerca de 60%. En África, Trypanosoma brucei, transmisor de la enfermedad del sueño, causa estragos, al igual que Trypanosoma cruzi en Sudamérica y la leishmaniasis en América Central y Meridional. No se puede dejar de mencionar la esquistosomiasis, que afecta a más de 200 millones de personas en las regiones tropicales.
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Numerosas enfermedades parasitarias han sido investigadas desde el punto de vista genético, en especial a través de su posible asociación con el sistema principal de histocompatibilidad humano. Si bien se han establecido algunas asociaciones, aun los resultados generales son modestos debido a un conjunto de factores como la extrema variabilidad del sistema HLA, que determina que en diferentes regiones se encuentren asociaciones diferentes, tornando los resultados difíciles de interpretar. Si bien es cierto que varios factores participan en la respuesta inmune, como la intensidad de la infección y la acción de las células T, la interacción de estos mecanismos con factores genéticos resulta importante en cuanto a determinar la evolución de la enfermedad.
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Los antígenos HLA pueden actuar solos o en combinación con otros genes, confiriendo protección o mayor susceptibilidad a determinadas parasitosis. Sin duda este es un paso fundamental en la mejor comprensión de los factores etiopatogénicos y, por consiguiente, en el control de las enfermedades parasitarias. Los mecanismos de respuesta inmune a la infección, como también la resistencia a los medicamentos influidos por el sistema HLA, pueden ser importantes para el desarrollo de futuras vacunas usando péptidos que imiten a los antígenos HLA. Esto implica que los avances de las técnicas de biología molecular, como en tantas otras áreas de las ciencias biomédicas, resultan actualmente fundamentales.
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Entre las parasitosis ...