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La piel es el órgano de mayor volumen y extensión que tiene el cuerpo humano y su compleja estructura funcional está destinada no sólo a fungir como barrera física y de intercambio con el medio ambiental sino que, y fundamentalmente, desempeña importantes funciones mediante complejos mecanismos inmunorreactores, termorreguladores, fotoprotectores, entre otros, en la defensa de todos los órganos internos que alberga, con quienes tiene una permanente y equilibrada interrelación, que permite el mantenimiento de la salud biológica, reflejando las condiciones del medio interno, en sus expresiones somáticas y mentales y transmitiéndoles, a su vez, las ocurrencias que en ella suceden.
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Una enorme cantidad de seres vivos de estructura más o menos compleja son capaces de permanecer temporal o permanentemente en la piel humana, viviendo a expensas de ella, es decir, en condición parasitaria, constituyendo para su estudio un extenso capítulo de la Biología y particularmente de la Medicina, que podría denominarse Parasitología dermatológica; estos parásitos producen, por su presencia, manifestaciones clínicas con síntomas y signos de menor o mayor significación patológica y que se designan de manera genérica con el nombre de dermatosis parasitarias o parasitosis cutáneas, y son justo el motivo de la presente revisión.
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Los agentes etiológicos parasitarios cutáneos que comprometen la piel pertenecen a un numeroso grupo biológico de parásitos, tanto del reino vegetal, como los hongos que producen las micosis superficiales y profundas, y que son materia de un importante capítulo de la Medicina, que es la micología médica; como del reino animal, produciendo dermatozoonosis parasitarias, algunas de las cuales, por ser las más paradigmáticas y frecuentes, son el tema de este capítulo, que se refiere específicamente a las dermatosis parasitarias producidas por animales. No corresponde a este capítulo ocuparse de las dermatozoonosis no parasitarias y de las agresiones o accidentes producidos por animales venenosos o ponzoñosos, como las mordeduras de arañas venenosas (Loxosceles, Latrodectus) y de víboras, que pueden producir incluso la muerte de sus víctimas. Sí se abordan, cuando es pertinente, las manifestaciones irritativas o sensibilizantes producidas por la picaduras de avispas, abejas, hormigas, alacranes, zancudos, mosquitos, pulgas, chinches, triatominos, entre otros; las reacciones de contacto, a veces muy severas, producidas por algunas orugas, con setas urticantes (erucismo), escamas de algunas mariposas (lepidopterismo), medusas, paederus, etc. Es preciso tomar en cuenta que sobre la piel pueden producirse, también, heridas por rayas y otros animales acuáticos que afectan a los veraneantes y trabajadores del mar.
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Todas estas últimas manifestaciones patológicas producidas por animales vertebrados e invertebrados conforman capítulos ...