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El sistema nervioso comienza su desarrollo embriológico en la tercera semana, a través del proceso conocido como neurulación (capítulo 6). Al inicio de la neurulación, la notocorda y el mesodermo subyacente inducen al ectodermo para que se diferencie a neuroectodermo, que al proliferar forma la placa neural; dicha placa se localiza en el dorso del embrión entre la membrana bucofaríngea y el nódulo primitivo (figura 20-1).
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Después, durante su crecimiento, la placa neural se alarga en dirección cefalocaudal y sus bordes laterales crecen constituyendo los pliegues neurales que delimitan una depresión longitudinal denominada surco neural. En el interior de cada uno de los pliegues neurales, un grupo de células ectodérmicas, se diferencian y originan las células de la cresta neural, las cuales forman una barra de tejido en sentido cefalocaudal (figura 20-2). Más adelante, la cresta neural se segmenta y sus células migran en grupos hacia otras regiones del cuerpo formando diversos tipos celulares como neuronas, células óseas, melanocitos, etcétera.
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Con el desarrollo posterior, los pliegues neurales crecen dorsad y mediad hasta fusionarse formando el tubo neural cuyo epitelio se torna seudoestratificado y se le denomina neuroepitelio (figura 20-3A, B). El tubo neural permanece abierto en sus extremos por un corto tiempo formando los neuroporos craneal y caudal, éstos se cierran durante la cuarta semana (figura 20-4). Cuando se cierran los neuroporos, la región craneal del tubo neural se expande y forma tres dilataciones llamadas vesículas cerebrales primarias: la vesícula más rostral se denomina prosencéfalo (cerebro anterior), la vesícula media se conoce como mesencéfalo (cerebro medio) y la vesícula más caudal es el rombencéfalo (cerebro posterior). Caudal al rombencéfalo, desde el nivel del futuro cuello el tubo neural permanece del mismo diámetro y formará la médula espinal (figura 20-5).
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