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La insuficiencia renal aguda (IRA) es una alteración muy frecuente tanto en la práctica comunitaria como en la hospitalaria. Según la serie, es la causa de 1 a 5% de las admisiones hospitalarias, y afecta hasta 50% de los pacientes que se encuentran en unidades de cuidados intensivos. Cuando la gravedad es suficiente para requerir terapéutica sustitutiva, la mortalidad intrahospitalaria se acerca a 50% y puede ser mayor de 75% en el contexto de sepsis o pacientes críticamente enfermos.
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No existe una definición estricta de IRA. Se caracteriza por una caída súbita de la tasa de filtración glomerular (TFG) cuyas manifestaciones clínicas incluyen elevación abrupta y sostenida de azoados además de otras consecuencias graves como hipercalemia, sobrecarga de volumen y acidosis metabólica.
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Diferentes estudios de investigación la definen como incremento de 0.5 mg/dl en la cifra de creatinina o de 50% de la cifra de creatinina basal; descenso de 50% de la TFG basal calculada; presencia de oliguria (volumen urinario menor de 400 ml/día) o necesidad de terapia sustitutiva de manera aguda.
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La clasificación RIFLE (cuadro 52-1) se creó con el fin de homogeneizar criterios en cuanto a diferentes grados de disfunción renal. Sin embargo, en fecha reciente un grupo de expertos de sociedades médicas de intensivistas y nefrólogos estableció una definición consensuada de IRA que se considera el estándar internacional actual (cuadro 52-2). Asimismo se dio un cambio en la nomenclatura; se prefiere el término lesión renal aguda (LRA) para describir el síndrome de IRA o “falla renal aguda”, en el que “falla” es una categoría restringida para pacientes que tienen LRA con una gravedad definida y requieren terapia de sustitución renal. Además se ha propuesto un sistema de clasificación de gravedad de la LRA en tres estadios (cuadro 52-3).
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