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BASES PARA EL DIAGNÓSTICO
Las hepatitis A-E causan la mayor parte de los casos reconocidos de hepatitis vírica aguda. Las hepatitis B, C y D producen los casos más reconocidos de hepatitis vírica crónica.
Las hepatitis A y E son transmitidas por la vía fecal-oral; ninguna de las dos produce infección crónica.
Las hepatitis B, C y D se adquieren por vía percutánea; todas pueden causar infección crónica.
La hepatitis D se puede presentar sólo en un hospedador ya infectado con la hepatitis B.
Las cinco formas pueden causar hepatitis fulminante, pero las causas más comunes de ésta son las hepatitis B, D y E, en tanto que las A y C son causas muy infrecuentes.
Las pruebas diagnósticas apropiadas para las diferentes situaciones clínicas permiten detectar antígenos y anticuerpos víricos específicos en el suero mediante el enzimoinmunoanálisis sensible o el radioinmunoanálisis.
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Aunque se han caracterizado de manera amplia los virus de la hepatitis, la patogenia, el diagnóstico y el tratamiento de la hepatitis vírica crónica siguen siendo centro de atención de las investigaciones. Se dispone de análisis sensibles y específicos para las cinco formas (A a E) de la hepatitis vírica (cuadro 39-1). No obstante, por lo menos 5 a 20% de los casos de hepatitis aguda y crónica no se puede atribuir a alguna de las formas conocidas de la hepatitis vírica y no parecen deberse a trastornos tóxicos, metabólicos o genéticos. Éstos comprenden 5 a 20% de los casos de hepatitis vírica aguda, 10 a 20% de los casos de hepatitis crónica y alrededor del 50% de los casos de hepatitis fulminante. No se ha resuelto la duda de si otros virus no identificados producen hepatopatía aguda o crónica; hasta ahora, pese a investigaciones intensas no se han identificado otros virus de la hepatitis. Este capítulo se centra en las manifestaciones clínicas de los cinco virus conocidos que producen casi todas las causas reconocidas de hepatitis aguda y crónica (cuadro 39-2).
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