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Desde finales de los años setenta, la mayoría de los sistemas sanitarios desarrollados han emprendido el camino de mejora de la gestión de los centros sanitarios, pero hay que reconocer que inicialmente tuvo como causa fundamental la necesidad de controlar el crecimiento del gasto, más que la introducción de mejoras para elevar la calidad de los servicios.
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El inicio de la gestión moderna tuvo unas consecuencias a corto plazo, puesto que desplazó el poder en gran parte desde los médicos a los gestores, en un proceso rápido y mal explicado y sin contrapartidas para aquellos, lo que alteró profundamente la correlación de fuerzas en el interior de los centros hospitalarios. Los profesionales sanitarios alejados de los centros de decisión fueron desentendiéndose de la gestión a la que achacaban la causa de los males del funcionamiento de la sanidad. A pesar de todo, algunos profesionales —los médicos fundamentalmente— siguen teniendo un gran poder de decisión e influencia en la organización, puesto que sus decisiones clínicas tienen un impacto económico directo.
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Los gestores están sometidos a una gran presión por parte de la Administración para asegurar que las prioridades asistenciales estén perfectamente cubiertas y que los recursos disponibles se utilicen de una forma eficiente, a la vez que atienden a las necesidades locales y a las aspiraciones de los profesionales de proporcionar una asistencia altamente tecnificada y cada vez más cara. Los gestores saben que la expansión de las actividades llevadas a cabo por los profesionales, sin tener en cuenta los recursos, afecta de un modo directo a sus resultados de gestión1, 2.
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Existe por tanto una discordancia entre la planificación de gestión financiera y la práctica clínica, que se manifiesta de la forma siguiente:
Los médicos tienen una sensación de pérdida de poder en la medida que pierden su independencia profesional e incluso su libertad clínica.
Cuando los profesionales entablan discusiones con los gestores sobre los recursos, lo consideran como algo impropio y que puede afectar a sus valores, puesto que pueden entrar en conflicto con la responsabilidad ante cada paciente.
Existen importantes diferencias culturales y formativas puesto que los médicos están acostumbrados a trabajar por objetivos a corto plazo y no suelen recibir ningún tipo de preparación sobre gestión u organización, por lo que tienden a utilizar y respetar poco los procedimientos y estructuras de gestión.
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A pesar de ello, cada día hay un mayor número de médicos y gestores que no encajan en el modelo descrito. Muchos profesionales tienen un punto de vista constructivo y compresivo con la gestión, y muchos gestores respetan la posición de los profesionales.
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Existe actualmente un movimiento de renovación que apunta a una devolución del poder e influencia a los profesionales y que ha ido encajando en diversas iniciativas tendentes a reorganizar los servicios asistenciales, descentralizar la gestión, dotar de más autonomía a los servicios y ...