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La valoración ecográfica utiliza ondas de sonido a una frecuencia mayor de la que es audible para el oído humano (>20 000 ciclos por segundo o Hertz [Hz]) a fin de obtener imágenes. La exploración ecográfica se lleva a cabo en tiempo real con imágenes o fragmentos de video que se almacenan para su estudio posterior. Las sondas ecográficas contienen un transductor que crea las ondas sonoras a diferentes frecuencias, el cual proporciona mejor resolución, pero tiene una penetración hística menor, mientras que los transductores de frecuencias más bajas ofrecen menor resolución, pero mejor penetración hística.
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En ginecoobstetricia, las imágenes ecográficas por lo general se llevan a cabo en una de dos maneras: con una sonda transvaginal o con una sonda transabdominal. La elección de sonda a utilizar depende de la estructura de interés y de su distancia respecto a la sonda. Por ejemplo, las imágenes del cuello uterino o de una gestación inicial suelen obtenerse de manera óptima por medio de una sonda transvaginal, mientras que la evaluación del feto en el tercer trimestre de embarazo se lleva a cabo de mejor manera por medio de imágenes transabdominales.
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Se considera que la ecografía que se lleva a cabo por indicación médica durante el embarazo es segura. No se han documentado efectos dañinos al feto a partir de una ecografía diagnóstica. No obstante, las ondas ecográficas son una forma de energía y se ha mostrado que aumentan la temperatura tisular con una salida elevada de energía o a través de exposición prolongada. Para minimizar este riesgo, se recomienda que la salida de energía, según el índice mecánico, sea menor a 1.0, y que la ecografía se utilice sólo con propósitos de diagnóstico (es decir, no con propósitos de entretenimiento). Las imágenes del feto se pueden dividir en valoraciones ecográficas del primer trimestre y valoraciones del segundo y tercer trimestres. En cada trimestre, difieren las metas y la capacidad para valorar la anatomía fetal.
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Exploración ecográfica del primer trimestre
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Existe una variedad de indicaciones para llevar a cabo una ecografía durante el primer trimestre. Incluyen la confirmación de un embarazo intrauterino, valoración de dolor pélvico y hemorragia vaginal, cálculo de la edad gestacional, confirmación de viabilidad, valoración del número de gestaciones, detección genética, evaluación de la anatomía básica y valoración de anomalías o patología uterina y de los anexos.
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Una ecografía del primer trimestre se puede utilizar para confirmar un embarazo temprano mediante la documentación de la localización de un saco gestacional y la presencia o ausencia de un saco vitelino y un polo fetal. No obstante, se debe determinar con cuidado la localización del embarazo con base en la presencia de un saco gestacional, ya que en ocasiones la acumulación de líquido intrauterino puede tratarse de un saco pseudogestacional ocasionado por un embarazo ectópico y no un saco gestacional normal. Refiérase al capítulo 13 para una discusión más detallada del uso de la ecografía para la evaluación de embarazos extrauterinos.
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Una ecografía en el primer trimestre también se puede utilizar para determinar la edad gestacional y viabilidad de un embarazo a través de la presencia o ausencia de actividad cardiaca. La edad gestacional debe determinarse midiendo la longitud del polo fetal. Si no se advierte un polo fetal, la edad gestacional puede calcularse midiendo del diámetro sacular medio del saco gestacional. A fin de evaluar la viabilidad, la actividad cardiaca debe examinarse mediante ecografía transvaginal cuando el polo fetal mida 4-5 mm, lo que corresponde a una edad gestacional de 6.0 a 6.5 semanas. Mediante ecografía transabdominal, la actividad cardiaca deberá advertirse cuando el polo fetal corresponda a una edad gestacional de ocho semanas. El cuadro 11-1 incluye algunas pautas para la valoración de un embarazo anormal; sin embargo, existen excepciones a estas pautas, de modo que debería tomarse en cuenta una ecografía de seguimiento antes de interrumpir un embarazo normal.
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El primer trimestre también es el mejor momento para determinar el número de gestaciones y para evaluar la corionicidad y amnionicidad de embarazos multifetales. Una ecografía puede mostrar el número de sacos gestacionales, sacos vitelinos y polos fetales con actividad cardiaca. En casos de embarazo multifetal, una ecografía también detecta la placenta o placentas, así como la presencia o ausencia de una membrana o varias membranas divisorias. En el caso de gemelos monocigóticos-monoamnióticos, no habrá una membrana divisoria entre los fetos y se presentará un único saco vitelino (figura 11-1).
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Los embarazos monocigóticos-diamnióticos a principios del primer trimestre se caracterizan por un mismo corion con visualización de dos sacos vitelinos. En la mayoría de los casos, el amnios puede no estar visible sino hasta cerca de las ocho semanas de gestación, momento en el cual podrán verse los sacos amnióticos que rodean a cada embrión (figura 11-2). Para las 10 semanas de gestación, los embarazos monocigóticos-diamnióticos se caracterizan por el signo de la T, que representa una sola placenta con dos amnios. Esto en contraste con los embarazos dicigóticos-diamnióticos, en los cuales se presentan dos placentas separadas o el signo clásico lambda o del pico gemelo (twin-peak sign) si hay fusión placentaria (figura 11-3). Los gemelos unidos también pueden diagnosticarse durante el primer trimestre con base en datos ecográficos que muestren un solo amnios, corion y saco vitelino con dos polos fetales fusionados (figura 11-4).
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En los últimos 20 años, investigaciones extensas han mostrado que una ecografía en el primer trimestre también se puede utilizar como prueba de detección para síndrome de Down, trisomía 18 y trisomía 13; esto se lleva a cabo mediante la medición de la translucencia nucal, o el área de líquido que se acumula detrás del cuello del feto (figura 11-5). La combinación de esta medición con las concentraciones de β-gonadotropina coriónica humana de la madre y proteína plasmática A asociada al embarazo, proporciona el riesgo específico que la paciente puede utilizar para determinar si desea llevar a cabo pruebas definitivas de anormalidades cromosómicas fetales mediante muestras del vello coriónico o amniocentesis. Las investigaciones recientes han mostrado que al incorporar la presencia o ausencia del hueso nasal en la ecografía al algoritmo, la tasa de detección de síndrome de Down asciende a 94%, con una tasa de falsos positivos de 5%. Algunas instituciones también están analizando la impedancia al flujo en los conductos venosos y la insuficiencia tricúspide como marcadores de anormalidad genética al inicio del embarazo.
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Por último, gracias a las mejorías en la tecnología ecográfica y a la implementación de la detección de aneuploidías en el primer trimestre, se ha prestado mayor atención al examen anatómico del feto durante el primer trimestre. Aunque no existen pautas oficiales en cuanto a lo que constituye un examen anatómico en este periodo, es posible valorar el cerebro, columna vertebral, estómago, vejiga, riñones, inserción abdominal del cordón umbilical y extremidades del feto. En la actualidad, el examen anatómico durante el primer trimestre puede detectar una variedad de anomalías fetales y, con seguridad, a medida que se siga acumulando la experiencia, el número y tipo de anomalías detectadas también irá en aumento. Aun así, existen diversas estructuras que no se manifiestan en la ecografía, sino hasta más adelante durante el embarazo. Es por esto que se recomienda una ecografía adicional en el segundo trimestre.
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Examen ecográfico del segundo y tercer trimestre
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En el segundo y tercer trimestres, la ecografía transvaginal y transabdominal se puede utilizar para la detección de anomalías fetales cromosómicas y no cromosómicas, crecimiento fetal, bienestar fetal, postura y presentación fetal, anormalidades placentarias e insuficiencia cervical. Además, se puede utilizar para evaluar la edad gestacional, el número de gestaciones y viabilidad en caso de no haberse llevado a cabo una ecografía durante el primer trimestre.
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La evaluación anatómica fetal que se recomienda en las pautas actuales se puede realizar en forma transabdominal después de alrededor de 18 semanas de gestación, y detecta alrededor de 70% de las principales anomalías anatómicas. No obstante, la mayor parte de la anatomía puede observarse ya a las 16 semanas en forma transabdominal e incluso a las 14 semanas en forma transvaginal. Si la paciente se va a someter a una sola ecografía de segundo trimestre para evaluar la anatomía fetal básica, se debe llevar a cabo después de las 18 semanas de gestación. Esto por la posibilidad de que se necesite una valoración de seguimiento después de las 20 semanas de gestación si se recomienda que se obtengan imágenes adicionales del cerebro o corazón. Algunas estructuras que no se requieren en las pautas actuales, pero que sí es posible estudiar (p. ej., el cuerpo calloso del cerebro) no se pueden observar de manera confiable sino hasta alrededor de las 20 semanas de gestación. Por esto algunos expertos recomiendan practicar dos ecografías anatómicas durante el embarazo; la primera alrededor de las 14 a 16 semanas de gestación para permitir el diagnóstico temprano de importantes malformaciones estructurales, y la segunda después de las 20 semanas de gestación para optimizar la valoración del cerebro y corazón. El cuadro 11-2 incluye una pauta para las estructuras fetales que deberían valorarse durante una ecografía anatómica de segundo trimestre.
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La ecografía en el segundo trimestre también se puede utilizar como ultrasonido genético, pues las principales anormalidades estructurales que se llegan a observar con frecuencia se asocian con anomalías cromosómicas. Los fetos con trisomía 13 y trisomía 18 tienen importantes anomalías estructurales que se pueden identificar mediante ecografía en más de 80% de los casos. Sin embargo, los fetos con síndrome de Down presentan anomalías identificables por ecografía en sólo 25% de los casos; éstas incluyen ciertos trastornos cardiacos, atresia duodenal y ventriculomegalia. La ecografía también puede detectar marcadores “blandos”, que son variaciones en la anatomía normal sin relevancia clínica, pero que pueden asociarse con aneuploidía. Los marcadores blandos del síndrome de Down incluyen reducciones en la longitud del fémur o del húmero, pielectasia renal, focos ecogénicos intracardiacos, ventriculomegalia o intestino hiperecoico. De acuerdo con estudios clínicos, si la ecografía no revela ningún tipo de marcadores blandos, el riesgo de síndrome de Down se reduce en cerca de 50-80%. No obstante, un ultrasonido normal de segundo trimestre no descarta la posibilidad de síndrome de Down.
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La ecografía durante el segundo o tercer trimestre también se utiliza para evaluar el crecimiento fetal. Se pueden calcular las mediciones de diámetro biparietal, circunferencia de la cabeza, circunferencia abdominal o del diámetro abdominal promedio, así como de la longitud de la diáfisis femoral a fin de determinar un peso fetal estimado. Este peso fetal estimado se puede comparar con los pesos fetales estimados en nomogramas publicados para cada edad gestacional y así evaluar el crecimiento del feto. Las indicaciones para un examen del crecimiento fetal incluyen una medición de altura uterina menor a la esperada con base en la edad gestacional, incapacidad para medir la altura de fondo uterino debido a fibromas u obesidad materna, gestaciones múltiples o complicaciones maternas o fetales del embarazo relacionadas con la restricción del crecimiento fetal.
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El propósito de llevar a cabo un examen del crecimiento fetal es identificar las anormalidades del crecimiento fetal (es decir, restricción del crecimiento fetal y macrosomía). Por lo general, la restricción del crecimiento intrauterino se define como una edad gestacional estimada menor a 10%. Se puede asociar con trastornos cromosómicos y no cromosómicos, con infección y con insuficiencia placentaria. La identificación de estos fetos es importante porque la restricción del crecimiento se asocia con muerte fetal y el aumento en la vigilancia de los fetos con restricciones del crecimiento puede reducir dicho riesgo. La macrosomía se puede definir como un peso fetal estimado mayor de 4 000 o 4 500 g. La identificación de estos fetos puede ser de utilidad porque la macrosomía se asocia con hemorragias posparto, partos por cesárea y distocia de los hombros. No obstante, la ecografía no permite un cálculo perfecto del crecimiento fetal. Las tasas de error pueden ser de hasta 15-20%, dependiendo de la edad gestacional y de ciertas características maternas, como la contextura del cuerpo y el tejido cicatricial abdominal. Así también, si las ecografías de crecimiento se llevan a cabo con mayor frecuencia que cada par de semanas, el margen de error será demasiado para determinar si se ha presentado un crecimiento apropiado (véase el capítulo 16: Crecimiento fetal desproporcionado).
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C. Valoración del bienestar fetal
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El propósito de utilizar una ecografía para la vigilancia fetal es identificar los fetos que se encuentran en alto riesgo de muerte o de morbilidad importante dentro del útero; esto permite intervenciones como un parto temprano a fin de evitar tales complicaciones. Los pacientes que pueden beneficiarse de la vigilancia fetal incluyen aquellos con disminución de movimientos fetales, los que padecen restricciones de crecimiento intrauterino o con complicaciones médicas o fetales que los colocan en riesgo de muerte o morbilidad intrauterina. Los principales dos métodos de vigilancia fetal son el perfil biofísico o biofísico modificado y la ecografía Doppler.
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1. Perfil biofísico. El perfil biofísico (BPP) se introdujo por primera vez en 1980. Consiste en el uso de cuatro parámetros ecográficos y una cardiotocografía en reposo para asignar una puntuación que arroja el riesgo de hipoxia o muerte intrauterina del feto. El cuadro 11-3 muestra la puntuación del BPP fetal. Se considera normal una puntuación entre 8 y 10 (de una posible puntuación máxima de 10). Una puntuación de seis es dudosa y una de cuatro o menos, anormal. La presencia de oligohidramnios, independientemente de la puntuación total, requiere evaluación adicional.
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El BPP modificado consiste en llevar a cabo una cardiotocografía en reposo con una sola evaluación del volumen del líquido amniótico según lo mide el índice de líquido amniótico (AFI). El AFI se calcula dividiendo al útero en cuatro cuadrantes y midiendo el bolsillo vertical máximo de líquido amniótico en cada cuadrante. La teoría para esto se basa en la idea de que la cardiotocografía en reposo es una medida del estado fetal a corto plazo, y que el AFI es una medida a largo plazo. Esto último es posible porque las alteraciones placentarias pueden ocasionar una disminución en la perfusión renal, que puede conducir a oligohidramnios. Si la cardiotocografía en reposo no es positiva o el índice de líquido amniótico es menor de 5 cm, se considera que la prueba es negativa. La tasa de mortinatalidad al cabo de una semana de la prueba para un BPP normal o un BPP modificado es cercana a 0.6-0.8 por cada 1 000, lo que le da un valor predictivo negativo mayor a 99.9% a ambas pruebas. En el cuadro 11-4 se muestra el riesgo de un desenlace adverso del embarazo según se correlaciona con las puntuaciones BPP.
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2. Valoración fetal Doppler. La ecografía Doppler surge como método más nuevo para la valoración del bienestar fetal. Christian Doppler primero describió el efecto Doppler en el decenio de 1800-1809 como forma de describir la variación en la frecuencia de una onda de luz o sonido a medida que la fuente de esa onda se movía desde un punto fijo. En medicina, la ecografía Doppler se utiliza para medir la velocidad a la que se mueve la sangre dentro de un vaso. Los tres Doppler arteriales fetales más comunes se miden en la arteria umbilical, la arteria cerebral media y la arteria uterina, mientras que el Doppler venoso fetal más común se mide en el conducto venoso. Los Doppler de la arteria umbilical son un reflejo de la circulación placentaria. A medida que las enfermedades afectan la placenta y aumentan la resistencia dentro de la misma, el flujo diastólico final dentro de la arteria umbilical empieza a reducirse y, a la larga, puede ausentarse o, incluso, invertirse.
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Los Doppler de la arteria cerebral media funcionan según un principio diferente (figura 11-6). Cuando hay hipoxemia fetal, el flujo sanguíneo se redistribuye al cerebro, lo que se conoce como vasodilatación cerebral. A causa de esto, en estados patológicos que se recrudecen aumenta la irrigación sanguínea de la arteria cerebral media. Esta medición puede, entonces, utilizarse tanto como una valoración general del bienestar fetal, como también para valorar la anemia fetal. Por último, los Doppler del conducto venoso reflejan la distensibilidad cardiaca y la poscarga cardiaca, que pueden aumentar en procesos patológicos que afectan la placenta. Es por esto que el análisis de la forma de onda del conducto venoso puede utilizarse para valorar el bienestar fetal.
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D. Localización placentaria
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Además del feto, la ecografía en el segundo y tercer trimestres se puede utilizar para valorar la placenta en busca de anomalías placentarias. Es común evaluar la localización placentaria durante el examen anatómico o en la ecografía de crecimiento del tercer trimestre pero, en caso de haber hemorragia vaginal, también se puede llevar a cabo una valoración de desprendimiento de la placenta.
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Por lo general, la placenta se describe según su localización, su relación con el orificio cervical externo y su apariencia. Es importante evaluarla en busca de cualquier evidencia de placenta previa. La distancia del borde inferior se mide en relación con el orificio cervical interno. Por medio de la ecografía, la relación de la placenta respecto al cuello uterino se puede describir en 1 de 3 maneras: placenta previa total, placenta previa parcial y sin evidencia de placenta previa. Si la placenta o el borde placentario cubren el orificio interno, se considera que hay una placenta previa total o completa. Una placenta previa parcial sucede cuando el borde placentario se encuentra a una distancia de 2 cm del orificio interno, pero no lo cubre. Esto es clínicamente significativo, ya que la placenta previa se asocia con sangrado vaginal antenatal e intraparto, y es recomendable que las pacientes con placenta previa se sometan a un parto por cesárea a fin de disminuir el riesgo de una hemorragia.
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También se puede examinar la placenta para detectar si ésta es accreta, que se asocia más con cirugía uterina anterior, y se refiere a las vellosidades trofoblásticas que penetran la decidua pero no el miometrio, lo que provoca una placenta especialmente adherente. Otras anormalidades de la adherencia placentaria incluyen la placenta increta, en la cual las vellosidades trofoblásticas penetran el miometrio, y la placenta percreta, consiste en que las vellosidades trofoblásticas penetran en el miometrio y serosa del útero. En la ecografía se puede sospechar placenta adherente cuando hay lagunas placentarias, adelgazamiento del miometrio sobre la placenta, y pérdida del espacio retroplacentario hipoecoico, entre otros hallazgos. En el aspecto clínico, esto es pertinente dado que una placenta adherente puede evitar que la placenta se separe del útero después de dar a luz al feto. La identificación antenatal de la placenta adherente puede utilizarse para garantizar un parto programado con los recursos apropiados, lo que puede reducir la morbilidad y mortalidad maternas.
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Por último, la ecografía de la placenta se puede utilizar para valorar el sangrado vaginal en la paciente embarazada. Las causas más preocupantes de sangrado vaginal en el último trimestre son placenta previa y desprendimiento de la placenta. Se puede sospechar de placenta previa en un cuadro clínico de sangrado vaginal indoloro que, como se indicó antes, se puede diagnosticar mediante ecografía. A menudo se sospecha desprendimiento cuando hay un sangrado vaginal doloroso, pero la sensibilidad ecográfica para el diagnóstico es baja. La ecografía sólo puede visualizar una hemorragia en cerca de 50% de los casos de desprendimiento clínico de la placenta.
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La ecografía también se utiliza durante el embarazo para llevar a cabo evaluaciones de patología materna, como fibroides uterinos y quistes o masas ováricas. Sin embargo, las imágenes de ciertas estructuras maternas también tienen implicaciones para los desenlaces obstétricos.
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A. Evaluación cervical
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Se puede utilizar una ecografía para valorar el cuello uterino de la paciente embarazada, ya que se ha mostrado que la forma y longitud del mismo se correlacionan con el parto pretérmino. La mejor manera de valorar el cuello uterino es por medio de la ecografía transvaginal. La medición clínicamente más aplicable es la de la longitud cervical, que es la distancia del cuello uterino cerrado desde el orificio externo a través del canal endocervical a la porción más interna cerrada del cuello. También es frecuente informar acerca de la presencia o ausencia de un cierre o abertura del orificio interno. Es importante valorar por 3 a 5 min el cuello uterino debido al potencial de cambios dinámicos. La longitud cervical más reducida debe reportarse y utilizarse para el manejo clínico.
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Los usos específicos de las mediciones de la longitud cervical están en rápida evolución, pero es importante comprender algunos principios básicos para el uso de estas mediciones. Una longitud cervical normal mide entre 25 y 50 mm desde la mitad del segundo trimestre hasta el tercero. Una longitud cervical inferior o equivalente a 25 mm a estas edades gestacionales se pueden considerar anormales o “cortas”. En el tercer trimestre hay un acortamiento fisiológico del cuello del útero, lo que dificulta aún más la distinción entre lo que es normal y no. Mientras más temprano en la gestación sea la reducción en la longitud cervical, mayor el riesgo de un parto antes de término. En el cuadro 11-5 se muestra el riesgo de parto pretérmino según la longitud cervical a las 24 semanas de gestación.
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Las mediciones de longitud cervical se pueden utilizar durante el segundo trimestre en mujeres tanto de bajo como de alto riesgo para calcular la posibilidad de un parto pretérmino. En la actualidad hay una diversidad de estudios que valoran distintas opciones de tratamiento, como progesterona o cerclaje, para ayudar a prevenir un parto pretérmino con base en la longitud del cuello uterino. En las últimas etapas del segundo trimestre y durante el tercero, la longitud cervical también se puede utilizar en la paciente sintomática para ayudar a guiar la necesidad de hospitalización o la administración de esteroides.
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B. Evaluación Doppler materna
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Los Doppler de la arteria uterina se basan en la teoría de que las arteriolas espirales de las arterias uterinas deben estar dilatadas al máximo a fin de garantizar una adecuada irrigación del útero. Los estados patológicos en deterioro se asocian con muescas en la forma de onda y velocidad diastólica final baja a causa de una circulación de alta impedancia en la arteria uterina. Hay diversos estudios que han evaluado los Doppler del primero y segundo trimestres de la arteria uterina como predictores de preeclampsia y de restricción del crecimiento intrauterino. Estos estudios han mostrado que, en combinación con análitos séricos maternos anormales, los Doppler de la arteria uterina tienen una alta sensibilidad de predicción para estos desenlaces. Aún se realizan investigaciones adicionales para identificar de manera más precisa qué pacientes examinar y con qué combinaciones de Doppler de arteria uterina y analitos séricos. En la actualidad, además de un seguimiento cercano, la administración de ácido acetilsalicílico es la única intervención que ha mostrado una disminución en el riesgo de presentar estos desenlaces adversos; sin embargo, una vez más, se requiere investigación adicional para determinar qué pacientes se beneficiarían de este tratamiento.
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