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Consideraciones generales
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Cada año, tres millones de mujeres reciben un diagnóstico de cervicitis. Las causas más comunes de cervicitis infecciosa son la Neisseria gonorrhoeae, Chlamydia trachomatis, virus del herpes simple (HSV), virus del papiloma humano (HPV) y tricomoniasis, Mycoplasma genitalium, citomegalovirus y vaginosis bacteriana (que se trata en el capítulo 43). Es frecuente que la cervicitis sea asintomática y quizá no se diagnostique por cierto tiempo. Si no se trata, puede conducir a enfermedad pélvica inflamatoria y, en última instancia, a un mayor riesgo de infertilidad, embarazo extrauterino y dolor pélvico crónico. Los avances en colposcopia y pruebas sensibles de enfermedades infecciosas han permitido una mejor valoración de las causas de cervicitis aguda y crónica. Los métodos para examinar la presencia de gonorrea incluyen tinción de Gram de muestras uretrales, cultivo con medio de Thayer-Martin, sonda de DNA y técnicas de amplificación de DNA. Las pruebas de Clamidia pueden llevarse a cabo utilizando técnicas de amplificación de ácidos nucleicos en muestras cervicales o urinarias. Para la infección por HPV, se emplean la citología cervical (Papanicolaou) y las pruebas de HPV, junto con la colposcopia y la biopsia para la detección de esta enfermedad. Los signos de cervicitis ocurren por edema y aumento en la vascularidad, lo cual provoca que el cuello del útero tenga inflamación y enrojecimiento. Puede haber hipervascularidad, eritema y ectopia cuando existe metaplasia escamosa o cambios inflamatorios que requieren tratamiento. La cervicitis se puede diagnosticar en forma histológica cuando se detectan leucocitos polimorfonucleares, linfocitos o histiocitos. El cuello uterino está en contacto directo con la vagina y se expone a microorganismos virales, bacterianos, micóticos o parasíticos. Las infecciones cervicales ocurren en ausencia de enfermedad vaginal. A través del contacto sexual, el cuello del útero puede infectarse con N. gonorrhoeae, C. trachomatis, HSV, HPV y organismos de la especie Mycoplasma. Debido a que muchas mujeres no presentan síntomas, es importante la detección en poblaciones de alto riesgo, como aquellas que tienen parejas múltiples y utilizan condones de manera inconsistente. Las pacientes con diagnóstico de gonorrea y clamidia están en riesgo de infección por otras enfermedades de transmisión sexual (STD). Debe ofrecerse orientación y análisis para la detección de sífilis, hepatitis B y HIV, al igual que pruebas de HPV.
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C. trachomatis y N. gonorrhoeae son infecciones de transmisión sexual (STI) que causan endocervicitis, al igual que infecciones en el aparato reproductivo superior. Durante 2007, en Estados Unidos se reportaron más de 1.1 millones de casos de C. trachomatis, y 350 000 casos de N. gonorrhoeae. Ya que a menudo C. trachomatis es una infección “silenciosa”, la infección no diagnosticada y continua asciende hacia la cavidad del endometrio y hasta las trompas de Falopio, lo cual provoca salpingitis y peritonitis pélvica. Con el cuello uterino como reservorio, el microorganismo puede infectar al feto durante su paso por el canal de parto. C. trachomatis transmitida a los ojos causa tracoma y conjuntivitis de inclusión o neumonía en el recién nacido.
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Como ocurre con las infecciones por Chlamydia, N. gonorrhoeae causa primero una infección cervical que puede ascender hasta infectar el endometrio y las trompas uterinas. El ascenso de la infección por cualquiera de ambos microorganismos puede ocurrir al final de la menstruación, cuando no existe un tapón mucoso protector. Como ocurre con C. trachomatis, N. gonorrhoeae se puede transmitir a los recién nacidos durante el parto vaginal, lo cual provoca oftalmia neonatal.
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El síndrome de Fitz-Hugh-Curtis o perihepatitis es una complicación poco común que en general ocurre por infección de C. trachomatis y N. gonorrhoeae, y se caracteriza por adhesiones entre el hígado y el peritoneo parietal.
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Existen dos tipos de HSV, el virus del herpes simple tipo 1 (HSV-1) y el tipo 2 (HSV-2). Aunque el HSV-2 causa la mayoría de las infecciones por herpes genital, el HSV-1, que es la causa etiológica de la mayoría del herpes labial, se transmite a través de contacto bucogenital o genital. La infección por HSV produce lesiones cervicales parecidas a las que se encuentran en la vulva. Primero la lesión es vesicular y después se transforma en una úlcera. Las infecciones primarias pueden ser amplias y graves, y producen síntomas constitucionales de febrícula, mialgia y malestar que duran aproximadamente dos semanas. Las úlceras sanan sin dejar cicatriz. Una vez que ha ocurrido la infección, y a pesar de presentar mejoría, el virus continúa residiendo de por vida en las neuronas del área afectada. Las recurrencias de HSV son menos intensas tanto en síntomas como en duración. El HSV se encuentra en las lesiones provocadas por la infección con ese virus, pero también puede haber propagación viral en pacientes asintomáticos que no presentan lesiones obvias. Las mujeres con infección activa o con apariencia cutánea normal pero que propagan el virus, pueden contagiar a los recién nacidos durante el parto vaginal. Aquellas con resultados positivos en la prueba de HSV y que están próximas al parto deben recibir orientación sobre someterse a una cesárea.
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El contagio de HSP ocurre por contacto con la piel. Las mujeres con lesiones vulvares por HPV deben someterse a valoración de lesiones e infección cervicales. Las lesiones cervicales son más planas que las verrugas genitales típicas (condiloma acuminado) que se observan en la vulva o en la piel perianal. A menudo son invisibles a simple vista y sólo se aprecian después de aplicar una solución diluida de ácido acético (epitelio acetoblanco) o mediante examen colposcópico (epitelio blanco, mosaico y puntilleo grueso). Existen más de 120 tipos de HPV. Los tipos de bajo riesgo son 6, 11, 42, 43, 54 y 55, y se asocian con lesiones benignas del cuello uterino, en tanto que los tipos 16, 18, 31, 33, 35, 39, 45 y 56 se consideran de alto riesgo y se han asociado con neoplasia intraepitelial cervical y cánceres invasivos. Setenta y cinco por ciento de las infecciones se resuelven en un año, y 90% a los dos años. La infección persistente por HPV puede progresar a lesiones precancerosas y, con el tiempo, llegar a provocar cáncer cervical.
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La abstinencia y el uso de condones y de métodos de barrera para la protección durante el coito son las estrategias más importantes para la prevención de cervicitis. Aunque evitar el contacto sexual con personas infectadas es una recomendación sensata, la mayoría de las mujeres no saben que su pareja o parejas tienen una STI y muchas de estas parejas, si están infectadas, no presentan síntomas. Debido a que la infección por Chlamydia y la gonorrea son más frecuentes en jóvenes adultos entre 19 y 25 años y tienen complicaciones importantes a largo plazo, se aconseja la detección anual de ambas infecciones en poblaciones de alto riesgo, independientemente de si tienen síntomas. Otras poblaciones “en riesgo” incluyen aquellos que tienen múltiples parejas sexuales, que utilizan condones de manera inconsistente, tienen antecedentes previos de STI e individuos con otras conductas de alto riesgo (p. ej., abuso actual o previo de drogas); no obstante, puede ser difícil evaluar estos factores de riesgo.
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Debido a que las pacientes asintomáticas están en un riesgo similar de desarrollar complicaciones que las mujeres que sí presentan síntomas, también es importante la detección de infecciones en las primeras.
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El tratamiento de las parejas afectadas al mismo tiempo es importante para prevenir la reinfección. Es útil proporcionar orientación tanto a las pacientes como a sus parejas sexuales.
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La detección y tratamiento de la cervicitis en el embarazo tiene beneficios importantes de salud para el feto y el recién nacido. Por ejemplo, deben realizarse pruebas de sífilis y HIV en la primera visita prenatal a las mujeres embarazadas (capítulo 43). Las mujeres con antecedentes de HSV deben someterse a detección cuando se aproxime el parto (capítulo 43), aquellas con alto riesgo de parto prematuro deben someterse a análisis de vaginosis bacteriana (capítulo 43).
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El reconocimiento rápido y el tratamiento adecuado de las laceraciones cervicales reducen el riesgo de estenosis e incompetencia cervical en embarazos futuros.
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Cuando se lleva a cabo una histerectomía, de ser posible debe extirparse el cuello del útero para reducir al mínimo el riesgo de enfermedades cervicales. Aunque algunos recomiendan conservar el cuello uterino al momento de la histerectomía para conservar la función sexual o el apoyo para la vagina, los estudios clínicos no sustentan esta recomendación.
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1. Cervicitis aguda. El flujo vaginal purulento es el primer signo y síntoma de cervicitis aguda. Algunas mujeres presentan sangrado vaginal después del coito, aunque también puede ocurrir hemorragia intermenstrual y sangrado durante la exploración. La apariencia del flujo varía dependiendo del patógeno —con frecuencia se observa un flujo espeso y cremoso en la gonorrea; espumoso y blanco-verdoso en la tricomoniasis; blanco y caseoso en la candidiasis, y líquido y gris en la vaginosis bacteriana—. En esta última, se libera un olor a amina o pescado cuando se combina el flujo con hidróxido de potasio. La sensación de ardor y comezón quizá sean prominentes en la cervicitis.
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La infección por Clamidia puede causar una secreción purulenta que proviene de un cuello uterino enrojecido e inflamado o quizá no presente casi síntomas ni ningún signo visible. A menudo, el flujo mucopurulento de la infección por Clamidia no se distingue del de la gonorrea. Durante la inspección, el cuello uterino con gonorrea revela inflamación aguda y edema, y una secreción purulenta que proviene del orificio externo. En la tricomoniasis, la superficie externa del cuello uterino adquiere una apariencia de fresa que quizá se extienda a la mucosa vaginal adyacente. En la candidiasis, existe un exudado caseoso difícil de retirar, y una vez que se ha quitado, deja un área hemorrágica puntillada.
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La cervicitis por gonorrea o Chlamydia se acompaña de sensación de urgencia y disuria. Si cualquier infección se asocia con salpingitis aguda, los signos y síntomas incluyen peritonitis pélvica. Puede ocurrir hemorragia después del coito o manchado intermenstrual debido a que la hiperemia del cuello uterino infectado se asocia con áreas de sangrado. Ocurre friabilidad cervical cuando se toman muestras endocervicales.
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Los datos colposcópicos de la cervicitis aguda revelan una microangioarquitectura alterada con aumento notable en los capilares superficiales, que al observarse de frente pueden mostrar un patrón de “puntilleo” difuso. La tricomoniasis se tipifica por los capilares característicos de horquillas dobles. En un proceso inflamatorio, la imagen colposcópica es difusa con márgenes indefinidos, en contraste con los cambios vasculares localizados y bien marcados que se asocian con la neoplasia intraepitelial (capítulo 48). Los cánceres invasivos pueden tener infección secundaria, así que además de los cambios colposcópicos que se asocian con cáncer, también se presentan aquellos relacionados con inflamación.
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2. Cervicitis crónica. En la cervicitis crónica el principal síntoma es la leucorrea. Aunque en la cervicitis aguda no es tan profusa, la secreción puede causar irritación de la vulva. El flujo puede ser purulento y de color variable o sólo ser un moco espeso y turbio. Puede ocurrir sangrado intermenstrual o poscoital. Los síntomas asociados pueden ser dolor abdominal, dolor lumbosacro, dismenorrea, dispareunia, y urgencia urinaria, y disuria.
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La inspección del cuello uterino con infección crónica sólo revela una secreción anormal, con apariencia normal de la parte superior de la vagina.
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B. Datos de laboratorio
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1. Tinciones y frotis. La cervicitis mucopurulenta se define como evidencia de material purulento al inspeccionar un cuello uterino inflamado, junto con 10 o más leucocitos polimorfonucleares por campo al observar la tinción de Gram de la secreción. En la cervicitis aguda por N. gonorrhoeae, la sensibilidad de la tinción de Gram para la detección de diplococos es sólo de 50%. En consecuencia, no se repite la tinción de Gram en mujeres debido a su baja sensibilidad para detectar la infección. La identificación de flagelados móviles en los frotis con solución salina sugiere tricomoniasis. En pacientes sintomáticas con signos que sugieren dicha infección, es posible que se requieran pruebas adicionales de amplificación de ácido nucleico y cultivos. La vaginosis bacteriana se puede observar en las preparaciones salinas por la capa de bacterias en las células epiteliales, las cuales se conocen como “células indicadoras” o “células clave”. La vaginosis bacteriana se diagnostica utilizando los criterios de Amsel: flujo blanco amarillento homogéneo y líquido, presencia de “células indicadoras” en el frotis bajo microscopio, pH vaginal >4.5 y olor a pescado al añadir una solución alcalina de hidróxido de potasio al 10%. La presencia de los tres criterios confirma el diagnóstico de vaginosis bacteriana. La candidiasis puede verse en preparaciones de hidróxido de potasio, con la presencia distintiva de hifas.
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2. Detección de microorganismos específicos que provocan infecciones cervicales. Antes, el método preferido para la detección de infecciones era el cultivo. El cultivo de N. gonorrhoeae se lleva a cabo en un medio de Thayer-Martin o agar sangre. Aunque el cultivo tiene excelente especificidad, la sensibilidad no es mayor a 70% en mujeres. El cultivo puede estar bajo la influencia de cómo se tomó la muestra, las condiciones de transporte, procedimientos de cultivo e identificación de un cultivo positivo.
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En fechas más recientes, la infección se detecta con mayor confiabilidad a través de métodos de amplificación de ácidos nucleicos, como la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), amplificación mediada por transcripción y amplificación por desplazamiento de cadenas. El beneficio de utilizar la amplificación de ácidos nucleicos es su sensibilidad y especificidad (82-100%). La muestra se puede obtener por métodos atraumáticos, ya sea de un frotis de vulva o con muestra de orina, donde las muestras urinarias sin aseo previo tienen mayor sensibilidad que la prueba cervical. Estas pruebas también permiten la detección simultánea tanto de N. gonorrhoeae y C. trachomatis de la misma muestra. La sensibilidad con muestras de orina y cervicales es similar para la C. trachomatis, pero la sensibilidad para N. gonorrhoeae es mayor con una muestra cervical. El inmunoensayo enzimático y el anticuerpo fluorescente directo dependen de la detección de antígenos y tienen una sensibilidad que va de 70-80%, pero sigue siendo necesario utilizar métodos traumáticos para obtener la muestra mediante un frotis de cuello uterino o uretra.
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La infección por HSV se puede detectar mediante cultivo viral, PCR y anticuerpo fluorescente directo. La mayoría de los laboratorios se inclinan a las pruebas sin cultivo, como PCR, que ofrecen sensibilidad y especificidad elevadas.
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La sífilis se detecta por medio de reagina plasmática rápida (RPR) no treponémica o las pruebas de laboratorio de investigación de enfermedades venéreas (VDRL), y la confirmación posterior se obtiene con la prueba de microhemaglutinación para Treponema pallidum (MHA-TP), y la prueba de absorción de anticuerpos treponémicos fluorescentes.
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La combinación de la prueba del HPV con la citología cervical parece ser la estrategia más eficaz para detectar patología cervical anormal. La citología cervical con prueba de HPV se realiza en mujeres a los 21 años de edad, sin importar cuándo haya iniciado la actividad sexual, debido al bajo riesgo de cáncer en mujeres menores de 21 años. Si la citología es normal y la prueba de HPV es negativa, se realiza seguimiento en tres años. Si la citología es anormal, se aconseja una colposcopia con biopsia dirigida.
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3. Estudios de sangre. En la cervicitis no complicada que se acompaña de salpingitis, la cuenta leucocitaria quizá sea normal. Con la salpingitis, es común que exista leucocitosis con elevada cuenta leucocitaria. La tasa de sedimentación eritrocitaria puede estar ligeramente elevada.
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Hasta tiempos recientes, el Papanicolaou ha sido la prueba principal para examinar los cambios patológicos relacionados con la neoplasia cervical. Los cambios celulares en la displasia leve (lesión intraepitelial escamosa de bajo grado [SIL]), displasia moderada o grave (carcinoma in situ [CIS], SIL de alto grado) y cáncer invasivo se pueden establecer mediante la prueba de citología.
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Los cambios epiteliales que se asocian con inflamación cervical quizá sean difíciles de distinguir de aquellos vinculados con neoplasias. La distensión del núcleo, la aglutinación de la cromatina, el hipercromatismo y los nucléolos, al igual que la eosinofilia citoplasmática y la membrana celular poco definida, son datos inespecíficos de “atipia citológica”. En la preparación citológica se pueden observar algunas células inflamatorias, en particular inmediatamente antes, durante o después de la menstruación. Sin embargo, grandes cantidades de leucocitos polimorfunucleares o histiocitos indican una cervicitis aguda. Cuando las células inflamatorias son tan densas que se oscurecen las células epiteliales, debe repetirse el frotis después de haber tratado el proceso inflamatorio.
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La valoración de citología cervical también ayuda en el diagnóstico de infecciones específicas del cuello uterino. En ocasiones, puede hacerse un diagnóstico determinado al identificar ya sea a los microorganismos infecciosos o por medio de los cambios que se detectan en las células epiteliales y que son característicos de un tipo específico de infección. Por ejemplo, las tricomonas y las levaduras se pueden identificar directamente en las placas de citología. La infección por HPV se caracteriza por distensión de las células del epitelio escamoso, multinucleación y el efecto de “halo” perinucleal de la coilocitosis. Las células multinucleadas agrandadas, con citoplasmas que tienen aspecto de vidrio molido y núcleos que contienen cuerpos de inclusión, indican infección por HSV.
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Histopatología de las infecciones cervicales
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Tanto N. gonorrhoeae como C. trachomatis producen una reacción inflamatoria aguda inespecífica con edema y aumento en la vascularidad, y el cuello uterino se inflama y enrojece. La apariencia general de cervicitis aguda puede distinguirse en términos clínicos e histológicos de la ectopia cervical. La infección provoca que el epitelio glandular tenga un funcionamiento exagerado, produciendo un copioso exudado purulento o mucopurulento, y moco combinado con células inflamatorias. Al nivel macroscópico, se observan edema del estroma e infiltración de polimorfonucleares, y es posible que se pierda parte de la membrana mucosa. A medida que cede la infección aguda, desaparecen la inflamación y el enrojecimiento, y los linfocitos, células plasmáticas y macrófagos sustituyen a los leucocitos polimorfonucleares —que representa la imagen histológica de la cervicitis crónica—. En las biopsias de casi todas las mujeres se pueden encontrar datos característicos de cervicitis crónica que no son importantes, a menos que las pacientes muestren signos y síntomas clínicos de cervicitis.
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Diagnóstico diferencial
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La cervicitis infecciosa puede ser resultado de los efectos de las hormonas endógenas o exógenas en la mucosa cervicovaginal. Cuando existe flujo cervical, la exploración bimanual puede auxiliar en el diagnóstico de infección pélvica, con signos clínicos de sensibilidad al movimiento cervical e induración.
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La cervicitis infecciosa debe distinguirse de la neoplasia intraepitelial cervical. Esto puede ser difícil, ya que el estado inflamatorio puede causar también atipia epitelial en el examen citológico. La colposcopia es un auxiliar útil (capítulo 48). La citología cervical y el examen de histología mediante legrado endocervical y biopsia pueden ayudar a distinguir la cervicitis crónica de la neoplasia cervical.
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La cervicitis por N. gonorrhoeae o C. trachomatis a menudo se complican con salpingitis y enfermedad pélvica inflamatoria, que se asocian con aumento en el riesgo de infertilidad, embarazo extrauterino y dolor pélvico crónico. Se ha informado que la ocurrencia de cervicitis por gonorrea o clamidia en mujeres con infección por HIV se asocia con aumento en la propagación de HIV-1 que, a su vez, aumenta la infectividad de estas mujeres. Aunque los antecedentes de infecciones genitales son más comunes entre las mujeres con carcinoma de cuello uterino, estos microorganismos no aumentan el riesgo de desarrollar cáncer.
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La selección del tratamiento para la cervicitis depende de la naturaleza de la infección, de si la paciente está embarazada o amamantando, de sus planes para un embarazo futuro, de la gravedad de la infección cervical según indica la presencia o ausencia de factores de complicación, como salpingitis, o de los tratamientos previos. Durante la cervicitis aguda debe evitarse la exploración instrumental para reducir el riesgo de propagar la infección de manera ascendente.
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El tratamiento de la cervicitis aguda se establece al momento del diagnóstico del microorganismo específico y se dirige de conformidad con ello.
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1. Tricomoniasis. La infección por T. vaginalis se trata con metronidazol, que se puede administrar como 2 g VO en una sola dosis, o tinidazol, también con una sola dosis oral de 2 g. Alternativamente, se pueden administrar 500 mg VO de metronidazol, dos veces por día durante siete días. Cualquiera de estos regímenes tiene tasas de curación de casi 90-95%. Es necesario aconsejar a las pacientes que se abstengan de beber alcohol durante el tratamiento. La abstinencia del alcohol debe continuar durante 24 h después del tratamiento con metronidazol y por 72 h luego del tinidazol. Las mujeres embarazadas deben recibir una sola dosis oral de 2 g; aquellas que están lactando deben dejar de hacerlo durante 12-24 h, y las parejas sexuales deben recibir tratamiento y evitar el coito hasta que las mujeres y sus parejas se hayan curado. Las formas tópicas de metronidazol son menos eficaces (<50%) que los preparados orales.
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2. Candidiasis. La candidiasis se puede tratar de manera más eficaz con azoles de aplicación tópica. Esto alivia los síntomas. El curso del tratamiento puede ser de 1, 3 o 7 días, dependiendo de la gravedad de la infección. Los tratamientos eficaces incluyen butoconazol al 2% en crema, 5 g por vía intravaginal durante tres días; clotrimazol al 1% en crema, 5 g intravaginal por 7-14 días; clotrimazol en pastilla óvulos vaginales de 100 mg durante siete días; miconazol 25 mg crema, 5 g vía intravaginal por siete días; miconazol en supositorio vaginal de 200 mg por tres días, o de 100 mg por siete días. Un tratamiento eficaz en una sola dosis de 150 mg de fluconazol VO.
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3. Vaginosis bacteriana. Consulte el capítulo 43, Enfermedades de transmisión sexual e infecciones pélvicas.
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4. C. trachomatis. La C. trachomatis se puede tratar con azitromicina VO, 1 mg, en una sola dosis o de manera alternativa con doxiciclina, 100 mg dos veces por día durante siete días. Los tratamientos alternativos sugeridos incluyen aquellos con base en eritromicina, 500 mg orales, cuatro veces al día por siete días; etilsuccinato de eritromicina, 800 mg VO cuatro veces al día durante siete días; ofloxacino 500 mg VO, una vez al día por siete días; levofloxacino 500 mg VO, una vez al día por siete días. Durante el embarazo se pueden administrar 1 g de azitromicina por vía oral en una sola dosis, o 500 mg VO de amoxicilina, tres veces al día durante siete días; como alternativa, también se puede utilizar eritromicina. La doxiciclina, ofloxacino y levofloxacino están contraindicados en el embarazo. Debido a la elevada tasa de coinfección con N. gonorrhoeae y C. trachomatis (hasta 42%), cuando se encuentra N. gonorrhoeae se recomienda que las pacientes también reciban tratamiento para C. trachomatis.
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5. N. gonorrhoeae. La cervicitis debida a gonorrea se puede tratar con ceftriaxona, 125 mg vía IM en una sola dosis; cefixima, 400 mg VO en una dosis; ciprofloxacino, 500 mg VO en una dosis, u ofloxacino, 400 mg, o levofloxacino, 250 mg, en una sola dosis VO. También deben utilizarse fluroquinolonas en pacientes que residan o puedan haber adquirido las infecciones en Europa, Medio Oriente, Asia y la región del Pacífico (incluyendo Hawai) o California, debido al aumento en la gonorrea resistente a quinolonas (QRNG) en estas áreas (consulte los capítulos 43 y 44, y las 2006 Centers for Disease Control and Prevention guidelines for treatment of STDs [Pautas de tratamiento de 2006 para las enfermedades de transmisión sexual de los Centros para el control de enfermedades] para obtener las recomendaciones completas).
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B. Cervicitis crónica
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Varios estudios han demostrado que los datos de 10 o más leucocitos polimorfonucleares por campo microscópico no se correlacionan con infección específica al utilizar las pruebas más sensibles de N. gonorrhoeae y C. trachomatis. Por ende, una paciente asintomática con cervicitis crónica que no da resultado positivo de una enfermedad de transmisión sexual no requiere tratamiento.
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Es posible que los procedimientos quirúrgicos sean útiles para el tratamiento de la cervicitis crónica, en especial en ausencia de un patógeno infeccioso o evidencia de displasia. Se han empleado criocirugía, electrocauterización y terapia con láser, aunque existe alto riesgo de recurrencia y de causar lesiones cervicales.
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Tratamiento de las complicaciones
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A. Hemorragia cervical
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La hemorragia cervical después de los procedimientos quirúrgicos, como la conización, electrocauterización, escisión con asa, criocirugía o vaporización con láser requieren ligadura y sutura de los vasos. Para el sangrado menos grave, se tiene éxito con la coagulación tópica dirigida de las áreas de hemorragia mediante solución de Monsel o nitrato de plata. También puede ser útil el uso de electrocauterio.
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En general, la inflamación de las trompas uterinas requiere un antibiótico de amplio espectro. Puede ser útil la administración intravenosa para obtener concentraciones adecuadas del antibiótico.
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El flujo cervical persistente después del tratamiento indica infección persistente o reinfección. Es necesario llevar a cabo pruebas y administrar un tratamiento antibiótico selectivo.
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D. Estenosis cervical
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La cirugía del cuello uterino es una causa común de estenosis cervical y la amenorrea secundaria después de estos procedimientos quirúrgicos sugiere estenosis. La imposibilidad de insertar un dilatador de 2.5 mm de diámetro es consistente con este trastorno. La estenosis cervical se trata mediante dilatación del canal cervical.
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Normalmente, el moco cervical de mitad del ciclo facilita el transporte del esperma por el canal cervical. Los factores que influyen en la producción de moco cervical normal pueden influir en la fertilidad, entre ellos se incluyen factores quirúrgicos (cauterización, congelamiento o vaporización) o remoción (conización o escisión con asa) de las células glandulares endocervicales e infecciones cervicales. El tratamiento incluye bajas dosis de estrógeno durante una semana antes de la ovulación o inseminación intrauterina con esperma lavado e incubado.