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El origen embriológico común de las retinas y de las vías visuales anteriores (nervios ópticos, quiasma óptico y tractos ópticos) demuestra que ambas constituyen una parte integral del cerebro y suministran una proporción importante de los impulsos sensitivos. Con frecuencia proporcionan datos diagnósticos valiosos, que son útiles para diagnosticar los trastornos del sistema nervioso central (SNC). Resulta común que los padecimientos intracraneales causen problemas visuales como consecuencia de la destrucción de (o presión sobre) alguna porción de las vías ópticas. Los pares craneales III, IV y VI, que controlan los movimientos oculares, pueden estar involucrados con dichos trastornos; por su parte, los pares V y VII también están asociados con la función ocular.
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LA VÍA VISUAL SENSORIAL
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El par craneal II transmite el sentido especial de la visión. La luz es detectada por los bastones y conos de la retina, esta función se considera el órgano terminal sensitivo para la visión. Los cuerpos celulares de estos receptores extienden sus procesos que hacen sinapsis con la célula bipolar, que constituye la segunda neurona en la vía visual. En este contexto, las células bipolares hacen sinapsis, a su vez, con las células ganglionares de la retina. Los axones de las células ganglionares integran la capa de fibras nerviosas de la retina y convergen para formar el nervio óptico. Este último sale de la parte posterior del globo ocular y viaja después dentro del cono muscular, finalmente ingresa en la cavidad craneana por medio del canal óptico.
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En el aspecto intracraneal, ambos nervios ópticos se unen y forman el quiasma óptico (figura 14-1). En el quiasma más de la mitad de las fibras (las que corresponden a la mitad nasal de la retina) se cruzan y se unen con las fibras no cruzadas temporales del nervio opuesto con quienes forman los tractos ópticos. Cada uno de éstos pasa alrededor del pedúnculo cerebral hacia el núcleo geniculado lateral, donde hace sinapsis. Todas las fibras que reciben impulsos de los hemicampos derechos de cada ojo constituyen el tracto óptico izquierdo y, como consecuencia, se proyectan al hemisferio cerebral izquierdo. De la misma forma, los hemicampos izquierdos se proyectan al hemisferio cerebral derecho. El 20% de las fibras del tracto es útil para el funcionamiento pupilar. Estas fibras abandonan el tracto justo anteriores al núcleo por medio del brazo del ...