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Las quemaduras de la superficie ocular se han dividido de manera clásica en químicas y térmicas, división válida por ser su causa, patogenia, tratamiento y evolución distintas en cada caso. Ambas se presentan como complicaciones secundarias a accidentes familiares, laborales o agresiones intencionadas.
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Estas quemaduras son, con frecuencia, complicaciones caseras (a menudo por pequeñas explosiones al prender el calentador de gas) y, en ocasiones, explosiones industriales. En la mayoría de los casos son leves e instantáneas y rara vez alcanzan a entrar en contacto con la superficie ocular. Cuando esto sucede, el epitelio corneal se pierde parcial o completamente (por coagulación proteica), dando origen a erosiones superficiales y en quemaduras graves a ulceraciones de tamaño variable. Ya que el contacto con la fuente térmica es instantáneo con frecuencia la conjuntiva bulbar se ve rara vez implicada. Las lesiones, con compresión y cicloplejía, desaparecen con rapidez (24 a 48 h). Es recomendable el uso de antibióticos locales en forma profiláctica.
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En las quemaduras de primer grado a menudo se afectan los párpados y se pierden las pestañas, las cuales asumen un aspecto contraído y cuyas raíces tienden a engrosarse y romperse con facilidad. La reparación de éstas es lenta y con tendencia a crecer de modo irregular por lo que, de ser extenso el daño a las pestañas, es aconsejable cortarlas cerca de la superficie para permitir su crecimiento homogéneo. Las quemaduras en párpados de segundo y tercer grados en general se asocian a grandes quemaduras faciales y pueden dar origen a retracciones importantes y lesiones del globo por exposición. Su tratamiento se encamina a evitar la exposición y reparación plástica del problema palpebral.
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Como quemaduras térmicas, también deben incluirse en las lesiones corneales por exposición prolongada a radiaciones ultravioleta. De ellas, dos son las más frecuentes: la exposición prolongada al Sol, en la nieve o bajo lámparas de rayos ultravioleta para broncearse, y las quemaduras que suceden por exposición inadvertida cuando se está soldando con plomo. De ambas sin duda la más frecuente es esta última.
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Como se explicó en el capítulo 3 cuando se expuso la cirugía refractiva, la córnea absorbe la mayor cantidad de radiación ultravioleta (UV) e impide el paso de ella al interior del ojo. Si esta absorción es masiva, como sucede con la aplicación del láser excimer, se produce un efecto fototérmico que evapora con fines terapéuticos cierta cantidad micrométrica de tejido corneal, pero esta exposición a la radiación ultravioleta en forma incontrolada como con cierta frecuencia sucede en los soldadores de plomo que no usan la careta de protección, permiten que estas radiaciones lleguen a la superficie corneal en exceso, produciéndose una degradación del epitelio corneal con pérdida de la capa epitelial y ulceraciones dolorosas.(Fig. 12-1).
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