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Es una degeneración conjuntival de mayor tamaño y exuberancia. Es, asimismo, una degeneración conjuntival elastósica e hialina con mayor neovascularización y tejido de neoformación. Aunque en ocasiones una pingüécula puede evolucionar a esta forma exuberante, no es frecuente que lo haga. Hay cierta disposición familiar y racial a desarrollarlo. El origen es sin duda una irritación crónica de la conjuntiva, aunque en el caso del pterigión las radiaciones solares en un terreno idiosincrásico parecen constituir la causa.
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En la actualidad se acepta que la posible causa desencadenante comprenda radiaciones solares aunadas a ciertos factores hereditarios o raciales.
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Cualquiera que sea el caso, su aspecto clínico y comportamiento difiere de la pingüécula. El PTERIGIÓN aparece como una neoformación de aspecto rojo amarillento, con su base hacia el extremo nasal y su ápice hacia el limbo esclerocorneal. Su crecimiento es lento y responde ante las irritaciones engrosándose y extendiendo su vértice hacia la córnea. En ella penetra como una lengüeta neovascularizada que fragmenta la membrana de Bowman, produciendo una opacidad superficial. Puede engrosar su cuerpo y cabeza al avanzar unos milímetros dentro del área corneal, donde suele detenerse (Fig. 13-2). Es en verdad excepcional que el pterigión abarque el área pupilar; sin embargo, en aquellos casos muy exuberantes y con crecimiento constante puede llegar a suceder.
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Es una neoformación de los decenios intermedios de la edad, entre los 20 y los 60 años, y es excepcionalmente raro antes o después de estos límites de edad. De hecho, con los años hay cierta tendencia a la regresión en espesor y vascularización.
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A pesar de su inocuidad, quien lo padece se encuentra afligido por su apariencia. La queja más importante es ojo rojo y sensación de cuerpo extraño. Ante ello, el uso de vasoconstrictores en forma local es sin duda la mejor solución.
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Cuando el uso de vasoconstrictores para mejorar el aspecto se hace habitual o cuando el pterigión es de aspecto desfigurante y, sin duda, cuando abarca el área pupilar, está indicada su escisión quirúrgica. La técnica microquirúrgica para su extirpación es muy sencilla; no obstante, reviste el inconveniente de no eliminar las causas irritativas ambientales y de resecar un tejido con tendencia a la neoformación, por lo que no es rara su recidiva después de la extirpación.