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Introducción y epidemiología
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Se estima que la prevalencia de diabetes mellitus en la población general es de 2 a 4%. Debido al inicio insidioso de la diabetes tipo II, la cual representa 90% de los casos, se cree que 4% de la población general la padece y desconoce cursar con la enfermedad.
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Las diferencias clínicas y metabólicas entre las diabetes tipo 1 y tipo 2 no son motivo de este capítulo. Baste decir que la principal diferencia es la propensión a la cetoacidosis en el estado metabólico basal, en donde la tipo 1 requiere el uso de insulina para prevenir cetoacidosis, mientras que en la tipo 2 la cetoacidosis es poco probable, aunque no exista un control adecuado de la glucemia. De aquí que es importante que en la comprensión de sus diferencias sistémicas básicas se ubique a la diabetes mellitus tipo 1 como aquella que, debido a su complejo manejo, tiene más propensión al desarrollo de complicaciones vasculares.
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Los nuevos enfoques terapéuticos de la diabetes mellitus han repercutido en el aumento de la expectativa de vida y, a su vez, han dado lugar a una mayor sobrevida en este grupo de pacientes. Esto ha llevado a un incremento en la identificación de complicaciones oculares por la enfermedad, y la retinopatía diabética es sin duda la más importante.
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Son probablemente dos las razones para explicar por qué a pesar de ser una enfermedad conocida y tratable, la retinopatía diabética es una causa importante de ceguera. La primera es que los individuos con diabetes mellitus de larga evolución con relativo buen control y sin síntomas oculares tienden a acudir con menor frecuencia a consulta médica especializada y, en consecuencia, los cambios iniciales en la retina no son detectados oportunamente. La segunda está ligada de manera estrecha a la naturaleza de una enfermedad crónica y progresiva: el inicio de la retinopatía no tiene prioridad en el tratamiento inicial y control del paciente diabético, lo que provoca que pase a un segundo término en prioridades de atención y permita así que el cuadro se agrave y la visión se deteriore.
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Se estima que alrededor de 25% de la población diabética puede evolucionar a formas graves de retinopatía diabética. Sin embargo, estudios de investigación cuidadosamente diseñados han demostrado que si la retinopatía diabética se encuentra bajo un control médico adecuado y un manejo oftalmológico cuidadoso, incluida la terapéutica con láser, las probabilidades de progresión y deterioro visual son menores de 2 a 6% a cinco años.
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Por lo tanto, el papel del médico general en la evaluación del paciente diabético es vital para la prevención de la ceguera. Debe entender con mucha sensibilidad la importancia del diagnóstico temprano de la retinopatía diabética, así como las indicaciones de referir al paciente a tratamiento especializado. De no hacerlo, el proceso gradual de deterioro visual es inexorable. Cabe subrayar que hoy en día la ...