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El ojo rojo es el motivo de consulta oftalmológica a la que con más frecuencia se ha de enfrentar el médico general. La mayoría de las veces el ojo rojo corresponde a cuadros superficiales, que no dejan secuelas en la visión. Sin embargo, en otros casos es el único indicador de un problema grave con repercusiones para el pronóstico visual e inclusive para la vida. El propósito de este capítulo es proveer al lector de las suficientes herramientas para distinguir aquellos cuadros que deben ser referidos al especialista en oftalmología para su diagnóstico y tratamiento oportuno.
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Interrogatorio en el cuadro de ojo rojo
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Sin duda, el dolor es el síntoma más importante en la evaluación del paciente con ojo rojo, y su sintomatología ayuda a limitar el diagnóstico diferencial. Es importante registrar la duración, temporalidad, intensidad e irradación, así como analizar al dolor junto con los otros signos y síntomas. Por ejemplo, los pacientes con problemas superficiales se quejan de sensación de cuerpo extraño y molestias congestivas que pueden confundirse con dolor leve; sin embargo usualmente esto no es un cuadro con dolor intenso. No obstante, si existen erosiones superficiales del epitelio corneal, el dolor puede ser de gran magnitud. Generalmente un dolor intenso que mejora con la oclusión dirige el diagnóstico a un problema de la superficie ocular, por lo que los pacientes pueden presentar un cierre forzado de la hendidura palpebral o blefaroespasmo. Por otro lado cuando el dolor se asocia con la exposición directa a la luz o fotofobia o con la acomodación (visión cercana) el diagnóstico diferencial debe incluir cuadros de inflamación intraocular o uveítis. Si el dolor se agrava con los movimientos oculares será fundamental descartar inflamación del nervio óptico o neuritis. Finalmente el dolor que se irradia hacia la mandíbula o se agrava durante la noche debe hacer pensar en cuadros de inflamación de escleritis usualmente asociados a enfermedades sistémicas, como la artitis reumatoide o la granulomatosis de Wegener. Por último, el glaucoma agudo de ángulo estrecho por lo geneal se caracteriza por un dolor intenso precipitado por la penumbra y asociado a visión borrosa.
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Con frecuencia los pacientes se quejan de molestia e incluso dolor cuando son expuestos a la luz. En los casos conjuntivales, la molestia es nula o muy escasa. Como ya se menciono anteriormente, en las iritis o uveítis el dolor puede ser muy intenso y agravarse con la acomodación. Los cuadros de erosión corneal traumática o espontánea, así como las queratitis infecciosas también suelen caracterizarse por fotofobia.
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Halos alrededor de las luces
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Este síntoma se presenta por aumento de la cantidad de agua en la córnea. El edema córneal obstaculiza el paso de la luz a través de ella y en consecuencia la luces se aprecian con halos alrededor. ...