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Introducción

A los viejos los llamaré viejos, y esto por dos razones: porque no hay nada vergonzoso en ser viejo y porque es bueno que quienes no lo son se vayan acostumbrando a la idea de llegar a serlo si antes no se convierten en cadáveres.

VÍCTOR ALBA

Los seres humanos contemplamos perplejos que envejecemos; es algo que creemos que no ocurrirá, que es cosa de otros; se puede pensar incluso que tal vez logremos eludir el fenómeno. En la naturaleza, los animales rara vez envejecen; el ser humano, al proponerse controlarla, ha conseguido vivir más tiempo en condiciones cuestionables. La sociedad tiende a rehusar la vejez; en cambio, se impone como modelo la juventud (esbeltez, belleza y productividad) y soslaya lo demás. No obstante, tarde o temprano dejaremos de pertenecer al selecto grupo y seremos relegados, orillados a aceptar que la juventud a largo plazo es sólo una fantasía. Entonces se recurre a toda clase de artimañas para disimular y negar el envejecimiento.

Se equipara la juventud con lo deseable y la vejez con lo indeseable; esta visión negativa afecta profundamente a las personas y la sociedad, ya que al no reconocer esta realidad se sufre toda clase de conflictos y, peor aún, se envejece en peores condiciones con la negación.

El envejecimiento es un fenómeno inevitable y la mejor forma de enfrentarlo es, en principio, aceptándolo.

Cuando se envejece se afronta tanto la decadencia física y social como la muerte cercana, dos determinantes mayores que inquietan al espíritu humano. El hecho de ser una carga y depender de los demás, algo que atemoriza a la mayoría tanto como la soledad y el dolor que supone el proceso de morir, deja de ser una abstracción y se convierte en una realidad personal.

Se han hecho muchos esfuerzos para dilucidar qué determina una buena o mala vejez y propuesto muchas formas de evitarla (vanamente) y otras para suavizar sus efectos. Sin embargo, la que ahora parece una constante, además de la obvia de cuidar la salud, es la actitud ante la vida. Es por ello que una psicología sana respecto del envejecimiento es crucial para desarrollar los recursos interiores y exteriores que confieren valor como personas.

Es común que a edades avanzadas se generen muchos miedos basados en creencias y pensamientos negativos reiterados por la sociedad y la familia. Se experimenta un gran miedo al cambio, temor que inutiliza mucho más que la decadencia física o mental. Esta parálisis quita la vida antes que la misma muerte.

En un intento por contrarrestar la ignorancia y el desprecio hacia la vejez; la sociedad es proclive a referirse a ella con términos inadecuados: edad dorada, plenitud, tercera edad, senescencia y muchos otros, sin atreverse a decir vejez, viejo, envejecimiento, final. Peor aún es que se abusa de ellos y en ...

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