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Polifarmacia

Decía sir W. Osler: “hay que enseñar a los pacientes a no tomar medicamentos”. Después de la consulta, y de revisar los problemas que enfrentó en el día, el médico suele formularse las siguientes preguntas, al tener la desagradable sensación de haber prescrito en demasía: ¿prescribí demasiados fármacos?, ¿fue correcto el diagnóstico?, ¿consideré en todos los casos las interacciones farmacológicas?, ¿con cuánta claridad expliqué la forma de tomar los fármacos?, ¿consideré la información reciente para establecer la relación costo-beneficio?, ¿cómo puede un fármaco tener efectos tan distintos en diferentes pacientes con un mismo diagnóstico?

Es posible ofrecer una atención médica mejor si las preguntas anteriores se convierten en un ejercicio sistemático de autocrítica. Es difícil confrontar las acciones clínicas en relación con el ejercicio profesional; sin embargo, recordar de forma constante la propia vulnerabilidad del profesional de atención a la salud es una buena manera de conocer sus propios límites e incurrir menos veces en errores.

Es frecuente identificar los efectos secundarios de los fármacos, desde problemas menores hasta hospitalizaciones en unidades de cuidados intensivos. ¿No es mejor prescribir menos fármacos?, ¿en realidad es necesario indicar un medicamento en toda consulta? Y qué pasa si en lugar de darle le quito medicamentos?, me pregunto cada vez que tengo la amarga experiencia de presenciar los efectos secundarios de los fármacos, efectos indeseables que causan desde problemas menores hasta hospitalización en unidades de cuidado intensivo. ¿Acaso tengo que escribir siempre el nombre de algún medicamento en la receta que se lleva el paciente después de haber terminado la consulta?

Aun así, muchos pacientes insisten en recibir una receta médica, pese a que se les advierte de los efectos nocivos posibles de la polifarmacia. También hay casos en los que a pesar de tener una buena relación con el paciente y cuando suponemos que ya lo convencimos de los peligros de la polifarmacia, nos comenta al final: “doctor, me faltan los medicamentos que ingiero cotidianamente, ¿me dará otra receta?” Es común que los clínicos que tratan a pacientes ancianos enfrenten este tipo de problemas. La dependencia psicológica y emocional establecida respecto de ciertos fármacos o hábitos es difícil de tratar. Por otra parte, algunas veces es posible infligir más daño si se contraindica un fármaco y no se lo reemplaza por otro menos tóxico o con otro tipo de tratamiento no farmacológico, como la rehabilitación y la psicoterapia.

La administración de cualquier fármaco implica un gran conocimiento de los síntomas, sentido común y algo que podría llamarse experiencia empírica. Algunos de los problemas relacionados con el abuso de fármacos se vinculan con el diagnóstico. Las dificultades para el diagnóstico de certeza en geriatría son diversas: a) el proceso de envejecimiento hace distinta la presentación de las enfermedades; b) la presencia de dos o más anomalías hace que los síntomas cambien y se tornen confusos y opuestos; c) en caso ...

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