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La hematopoyesis es la producción de células sanguíneas (hema, “sangre”; poiesis, “formación”). En el ser humano adulto se lleva a cabo en la médula ósea durante toda su vida. Este tejido es uno de los más activos en cuanto a proliferación, puesto que diariamente se producen alrededor de 2 × 1011 eritrocitos, 2 × 1011 plaquetas y 7 × 1010 granulocitos, indispensables para mantener los valores normales de las células circulando en la sangre.
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No sólo la médula ósea es un órgano hematopoyético, pues durante la vida embrionaria y fetal otros órganos tienen esta función. La hematopoyesis inicia en el saco vitelino, alrededor de la segunda semana de gestación (fase mesoblástica). Continúa alrededor de la quinta semana en el hígado y posteriormente en el bazo, son éstos dos los que toman esta función y son los responsables de la hematopoyesis en el segundo trimestre del embarazo (fases hepática y esplénica). La médula ósea inicia la producción sanguínea a partir del cuarto mes y continúa con esta función durante toda la vida de la persona (fase mieloide). Sólo en condiciones patológicas el hígado y el bazo pueden recuperar su función hematopoyética después del nacimiento.
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Las células que dan origen a las células sanguíneas se dividen en varios compartimientos:
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Células troncales hematopoyéticas (CTH), llamadas también células madre, las cuales son capaces de autorenovarse y son multipotenciales (tienen la capacidad de diferenciarse en cualquier linaje sanguíneo). Sus marcadores de superficie son CD34, CD133, CD90 y carecen de marcadores específicos de linaje.
Células progenitoras hematopoyéticas (CPH), las cuales no pueden autorrenovarse pero conservan la capacidad de proliferar. También es factible diferenciarlas en varios linajes (multipotenciales), en dos linajes (bipotenciales) o en un solo linaje (monopotenciales). Conservan el marcador CD34, pero ya adquieren marcadores específicos del linaje al que darán origen. Tanto las CTH como las CPH tienen una morfología parecida a los linfocitos y no es posible distinguirlas en el frotis de médula ósea.
Células precursoras son las que al madurar dan origen a las células que circulan en la sangre, forman más de 90% de las células de la médula ósea y son reconocibles por su morfología, de las cuales se hablará en este capítulo.
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La célula troncal hematopoyética da origen a un progenitor multipotente (PMP), que se diferencia en progenitor linfoide común (PLC) o en un progenitor mieloide común (PMC). Este último da origen a un progenitor eritroide/megacariocítico (PEM) o bien a un progenitor granulocito/monocítico (PGM) llamado también unidad formadora de colonias de granulocitos y macrófagos (CFU-GM). Como se observa en la figura 7-1, existen algunas células intermedias que finalmente dan origen a las células precursoras y células maduras de la sangre.
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