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Todas las superficies externas del cuerpo, así como las de las cavidades, conductos y sacos internos, se encuentran recubiertas por células a partir de la membrana basal del ectodermo y el endodermo, conocidas de manera general como células epiteliales, epitelio o tejido epitelial. Este tejido se integra con una o varias capas de células y es avascular (no contiene vasos sanguíneos), pero crece sobre un tejido conectivo subyacente rico en vasos, al cual se une mediante una capa de sostén extracelular denominada membrana basal (fig. 4-1). Con frecuencia, el tejido conectivo forma evaginaciones denominadas papilas; es esta relación la que explica el nombre (del griego epi, sobre; theleo, papila).
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Durante el desarrollo embrionario, los epitelios que recubren las superficies pueden formar invaginaciones en el tejido conectivo subyacente y formar glándulas. En consecuencia, éstas conforman el parénquima (porción secretora) y sus conductos excretores. Por otra parte, también hay células epiteliales especializadas que funcionan como receptores sensoriales (visión, oído, gusto y olfato).
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Las funciones del epitelio son variadas. La superficie libre protege contra el estrés mecánico, el acceso de microorganismos, la pérdida de agua y, por otro lado, tiene una participación importante en el sentido del tacto. En las superficies internas su función, en la mayor parte de los casos, es de absorción o secreción y, en otros casos, funciona tan sólo como barrera de protección.
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Las células epiteliales poseen tres características: a) se adhieren entre sí por medio de uniones intercelulares especializadas; estas estructuras relacionadas con la membrana plasmática contribuyen a la adherencia y comunicación entre las células; b) la región basal posee una superficie de contacto entre las células epiteliales y el tejido conectivo subyacente llamada membrana basal, y c) tienen una región apical, una región lateral y una región basal, cada una de ellas con funciones diferentes (fig. 4-1).
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En algunos sitios se presentan células epiteliales que carecen de superficie libre, por ejemplo las células de Leydig en los testículos o los islotes de Langerhans en el páncreas. Algunos autores designan a estas células como tejido epitelioide, si bien estas células presentan citoqueratina en su citoplasma. En cambio, los macrófagos del tejido conectivo activos aumentan de tamaño y se acumulan hasta adquirir un aspecto epitelial; éstos sí representan verdaderas células epitelioides debido a que pertenecen al tejido conectivo.
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Clasificación de los epitelios
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La forma que los epitelios adoptan depende de las funciones para las cuales están diseñadas las células. La clasificación habitual es descriptiva y se fundamenta en dos factores: la forma de las células de la capa superficial y la cantidad de estratos celulares (capas) a partir de la membrana basal.
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