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La diabetes mellitus de tipo 1 (DM1) es probablemente la enfermedad crónica más frecuente en la edad infantojuvenil y la de mayor repercusión sanitaria futura por la importancia y gravedad de sus complicaciones tardías.
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Los datos epidemiológicos referidos a España indican una incidencia aproximada actual de entre 10 y 12/100 000 habitantes menores de 15 años. Es decir, que anualmente, alrededor de 1 000 niños menores de 15 años serán diabéticos en España y alrededor de 10 000 en Europa1, 2, 3.
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En un período de la vida sometido a múltiples cambios físicos (crecimiento y desarrollo puberal, cambios hormonales con variaciones metabólicas importantes, además de los cambios psicológicos propios de la edad), el control de la diabetes se hace a menudo difícil. Las complicaciones agudas son relativamente frecuentes en esta edad, y el pronóstico futuro, con posibles complicaciones tardías graves, hace imprescindible una atención especializada específica4.
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El tratamiento de la diabetes basado en la insulina, la alimentación y el ejercicio persigue, mediante el adecuado autocontrol, obtener un control metabólico glucémico lo más próximo a la normalidad. El auténtico eje para el cumplimiento de esta terapéutica es la educación diabetológica.
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CONSIDERACIONES GENERALES
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La educación diabetológica persigue lograr un eficaz autocontrol de la enfermedad que garantice la máxima calidad de vida al paciente con diabetes5, 6.
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Tras el diagnóstico de la enfermedad, el niño y el adolescente diabéticos, junto con su familia, van a tener que aprender y asumir una gran cantidad de conocimientos, tanto teóricos como prácticos: autoanálisis, administración y ajuste de insulina, pautas de alimentación, ejercicio físico, actuaciones ante situaciones concretas y otros, que les permitan manejarse y ser autónomos en su vida diaria.
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Esta necesidad de hacerse dueño de su enfermedad exige dispensar al niño y a la familia una educación adecuada que comprenda técnicas de enseñanza, programas y contenido de éstos, supervisión y actualización de conocimientos, modificaciones de actitudes terapéuticas, y otros aspectos7. Su objetivo último será garantizar una vida lo más normal posible y un futuro de la mejor calidad tanto física como psicológica7, 8.
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No sólo el entorno familiar debe ser objeto de la educación diabetológica, sino todo lo que rodea al niño, especialmente el ámbito escolar, los amigos y cuidadores, etc.9
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La implicación de los factores psicológicos en la educación diabetológica es tan importante que, si no se contemplan, es imposible lograr que cualquier programa educativo sea eficaz10.
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Por ello, a lo largo de todo este capítulo se harán referencias frecuentes a los aspectos psicológicos relacionados con la edad del paciente, su nivel sociocultural, el equilibrio familiar y el ámbito escolar, y los relacionados especialmente con la adolescencia y la pubertad.
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