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Los cánceres de la vulva son poco comunes, y en promedio, comprenden 5% de las neoplasias del aparato reproductor de la mujer. Muchos de ellos se diagnostican desde etapas tempranas (I y II). La enfermedad avanzada se observa más bien en ancianas, quizá por las barreras clínicas y conductuales que culminan en el retraso diagnóstico. Por lo expuesto, es indispensable la detección temprana de cualquier lesión anormal de la vulva por medio de biopsia, para diagnosticar el cáncer desde sus etapas incipientes y mejorar los índices ulteriores de morbilidad y de mortalidad.
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Se sabe que 90%, aproximadamente, de los tumores en la vulva son carcinomas epidermoides (fig. 31-1). Por esa razón, corresponden a este tipo histológico prácticamente todos los conocimientos sobre factores pronósticos, perfiles de propagación e información referente a supervivencia que se expondrán. Los subtipos histológicos, a pesar de ser raros también se identifican, como son melanomas, carcinomas de células basales, adenocarcinomas de glándulas de Bartholin, sarcoma de partes blandas y lesiones metastásicas (cuadro 31-1).
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En Estados Unidos los cánceres de la vulva conllevan un pronóstico relativamente satisfactorio y el índice de supervivencia quinquenal relativa es de 78% (Stroup, 2008). Los tratamientos tradicionales comprenden la ablación radical de la vulva y la linfadenectomía inguinal. En estadios avanzados cabe recurrir en el preoperatorio o el posoperatorio a la quimioterapia junto con la radiación, para mejorar el control tumoral.
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El tratamiento de los cánceres de la vulva a menudo ocasiona ...