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El verbo en latín monere, que significa “avisar, informar”, es el origen de la palabra inglesa monitor. En la práctica médica moderna los pacientes se someten a vigilancia a fin de detectar alteraciones en diversos parámetros fisiológicos; de esta manera se consigue un aviso por adelantado del deterioro inminente del estado de uno o más sistemas orgánicos. La meta que se pretende alcanzar con dicho comportamiento es que el clínico emprenda acciones apropiadas en forma oportuna para evitar o disminuir trastornos funcionales. Aún más, la vigilancia fisiológica seriada (monitoreo) se utiliza no sólo como un elemento precautorio sino también para “ajustar” y adaptar intervenciones terapéuticas como el tratamiento con líquidos o la introducción de fármacos vasoactivos o inotrópicos por venoclisis. La unidad de cuidados intensivos (ICU; intensive care unit) y el quirófano son dos sitios en que se utilizan sistemáticamente las formas más avanzadas de vigilancia en la atención de sujetos en estado crítico.
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1 En su sentido más amplio, la vigilancia fisiológica comprende muy diversos comportamientos cuya complejidad varía desde la medición corriente e intermitente de los clásicos signos vitales (como temperatura, frecuencia cardiaca, presión arterial y frecuencia respiratoria) hasta el registro continuo del estado de oxidación de la citocromo oxidasa que es el elemento terminal de la cadena de transporte electrónico de la mitocondria. La capacidad para estimar parámetros clínicamente importantes del estado de los tejidos y los órganos y utilizar este conocimiento a fin de mejorar los resultados finales en los pacientes representa el “santo grial” de la medicina de cuidados intensivos. Por desgracia, no existe consenso sobre los parámetros más apropiados que deben vigilarse para lograr esta meta. Además, una decisión terapéutica inapropiada basada en datos fisiológicos inexactos o en una mala interpretación de datos correctos puede conducir a un resultado peor del que se tendría con la ausencia de datos. Es muy importante incorporar los datos fisiológicos que se obtienen de la vigilancia en un plan de tratamiento coherente y basado en pruebas. En este capítulo se resumen las tecnologías actuales que permiten auxiliar al clínico en su tarea; también se presenta un panorama somero de técnicas que comienzan a surgir y que pronto serán incorporadas en la práctica clínica.
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En esencia, el objetivo de la vigilancia hemodinámica es asegurar que el flujo de sangre oxigenada por la microcirculación sea suficiente para mantener el metabolismo aerobio celular. Las células de los mamíferos no pueden almacenar oxígeno para usarlo después en el metabolismo oxidativo, aunque en el tejido muscular se guarda una cantidad relativamente pequeña en forma de mioglobina oxidada. Por consiguiente, la síntesis aerobia de trifosfato de adenosina (ATP), la energía de “uso corriente” de las células, requiere el aporte continuo de oxígeno por difusión proveniente de la hemoglobina (Hgb) de los eritrocitos para la maquinaria oxidativa que se encuentra en las mitocondrias. Cabe la posibilidad de que el aporte de oxígeno a las mitocondrias sea inadecuado ...