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En obstetricia siempre se ha recalcado que después del parto es fundamental el examen macroscópico de la placenta. En algunos casos, los hallazgos obligan a que el obstetra o el pediatra tome otras medidas. Además, ha habido grandes adelantos en cuanto al examen histopatológico del tejido placentario que ofrecen información de gran utilidad clínica. Los primeros esfuerzos en este campo son los de Benirschke, Driscoll, Fox, Naeye, Salafia y Faye-Petersen.
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EXAMEN HISTOPATOLÓGICO
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Los autores coinciden con la mayoría de los expertos en que no está indicado el examen patológico sistemático de la placenta, pero todavía hay controversia sobre cuáles placentas se deben enviar a patología. Por ejemplo, el College of American Pathologists recomienda el examen sistemático para un gran número de indicaciones (Langston, 1997). Sin embargo, la información no es suficiente como para respaldar todas. Sin duda, la placenta y el cordón se deben examinar en la sala de partos. Puesto que es posible correlacionar hallazgos placentarios específicos con consecuencias en el recién nacido a corto y largo plazos, la decisión de solicitar el examen patológico se debe basar en los hallazgos clínicos y placentarios (Redline, 2008; Roberts, 2008). En el cuadro 6-1 se enumeran las indicaciones utilizadas en el Parkland Hospital para enviar la placenta al servicio de patología.
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Las anomalías placentarias se comprenden mejor si se conocen la implantación, el desarrollo y la anatomía de la placenta, descritos en el cap. 5 (pág. 88). Al término, la placenta “típica” pesa 470 g, es de forma redonda u ovalada, con diámetro de 22 cm y tiene un espesor central de 2.5 cm (Benirschke, 2012). Está formada por un disco placentario, membranas extraplacentarias y un cordón umbilical con tres vasos sanguíneos. La superficie materna es la placa ...