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La culminación natural de la segunda fase del trabajo de parto es el parto vaginal controlado de un recién nacido sano con traumatismo mínimo para la madre. El tipo de parto preferido para la mayoría de los fetos es el parto vaginal, pero existen circunstancias clínicas que favorecen el nacimiento por cesárea. El parto vaginal espontáneo es el típico, aunque ciertas complicaciones maternas o fetales requieren un parto vaginal quirúrgico, como se describe en el capítulo 29. Por último, las presentaciones anómalas o los embarazos múltiples se pueden resolver en muchos casos por medio de un parto vaginal, si bien requieren técnicas especiales. Éstas se describen en los capítulos 28 Parto de nalgas y 45 Embarazo multifetal.
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En general, el parto vaginal espontáneo de vértice es el que representa el menor riesgo de comorbilidad, tanto materna como fetal. En comparación con la cesárea, el parto vaginal espontáneo tiene un índice menor de infección y hemorragia materna, complicaciones de la anestesia e histerectomía periparto, entre otras. Por el contrario, para las mujeres que se someten a un parto vaginal espontáneo respecto de una cesárea, las alteraciones del piso pélvico son mayores (Handa, 2011; Rortveit, 2003). Sin embargo, los estudios longitudinales indican que las ventajas conseguidas con la cesárea para proteger el piso pélvico se pierden conforme la mujer envejece (Dolan, 2010; Glazener, 2013; Rortveit, 2001). Durante su congreso (State of the Science Conference), el Comité de los National Institutes of Health (2006) señaló que la frecuencia de incontinencia urinaria de esfuerzo después de la cesárea electiva es menor después del parto vaginal. No obstante, la duración de esta protección se desconoce, sobre todo en mujeres mayores y multíparas. En este mismo congreso se consideró que la evidencia que demuestra que el parto vaginal provoca alteraciones del piso pélvico es débil y no la favorece ninguno de los tipos de parto.
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PREPARACIÓN PARA EL PARTO
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El término de la segunda fase del trabajo de parto se caracteriza por la distensión inicial del perineo, el estiramiento de la piel que lo cubre y la visualización de la piel cabelluda fetal a través de los labios separados. Al elevarse la presión del perineo por la cabeza fetal, la madre empieza a pujar como reflejo, lo cual debe estimularse cuando resulta conveniente. En este momento se realizan las preparaciones correspondientes para el parto. Deben subrayarse algunas consideraciones que surgen durante el trabajo de parto y que también se describen en la página 451. Por ejemplo, se palpa la vejiga y, si se encuentra distendida, se coloca una sonda. También se cuida de manera constante la frecuencia cardiaca fetal. Como ejemplo, el cordón nucal se estrecha durante el descenso, lo que puede ocasionar desaceleraciones variables profundas. En la mayoría de las ...