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Los trastornos del hígado, la vesícula biliar y el páncreas comprenden en conjunto una enorme lista de complicaciones que pueden originarse durante el embarazo por alteraciones preexistentes o por algunas que son específicas de la gestación. Las relaciones de algunas de éstas con el embarazo pueden ser fascinantes o desconcertantes y representar un reto.
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Las enfermedades hepáticas que complican al embarazo se dividen por lo regular en tres categorías principales. La primera comprende las relacionadas de forma específica con la gestación y que se resuelven de forma espontánea o después del parto. Son ejemplos la disfunción hepática por hiperemesis gravídica, colestasis intrahepática, esteatosis hepática aguda y lesión hepatocelular con preeclampsia (el síndrome HELLP: hemólisis, incremento de las concentraciones séricas de aminotransferasa hepática y recuento plaquetarios bajo) (Mufti, 2012; Reau, 2014). La segunda categoría incluye trastornos hepáticos agudos que coinciden con el embarazo, como la hepatitis viral aguda. La tercera categoría está representada por afecciones hepáticas crónicas que preceden al embarazo, entre ellas hepatitis crónica, cirrosis o várices esofágicas.
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Se observan varios cambios fisiológicos provocados por el embarazo que inducen manifestaciones clínicas y de laboratorio relacionadas con el hígado (cap. 4, pág. 67, y Apéndice, pág. 1289). Los hallazgos como la elevación de las concentraciones séricas de fosfatasa alcalina, eritema palmar y hemangiomas aracniformes, que pueden ser indicativos de enfermedades hepáticas, suelen presentarse durante el embarazo normal. El metabolismo también resulta afectado como consecuencia de alteraciones en la expresión del sistema del citocromo P450 que es mediado por un aumento de las concentraciones de estrógenos, progesterona y otras hormonas. Por ejemplo, en el embarazo disminuye la expresión hepática de CYP1A2, en tanto que aumenta la de CYP2D6 y CYP3A4. Es importante que las enzimas del citocromo se expresen en muchos órganos además del hígado, en particular la placenta. El efecto neto es complejo y probablemente está sujeto a la influencia de la edad gestacional y el órgano en que se expresa (Isoherranen, 2013). Pese a todos estos cambios funcionales, no hay cambios histológicos hepáticos importantes que sean efecto del embarazo normal.
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Hiperemesis gravídica
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La náusea y el vómito perniciosos del embarazo pueden afectar al hígado. Es posible que ocurra hiperbilirrubinemia leve con incremento de las cifras séricas de aminotransferasa hasta en la mitad de las mujeres hospitalizadas. Sin embargo, estas concentraciones raras veces son >200 U/L (cuadro 55-1). La biopsia hepática puede revelar cambios adiposos mínimos. En el capítulo 54 (pág. 1070) se describe con detalle la hiperemesis gravídica.
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