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Introducción

Desde que en 1796, Edward Jenner desarrolló el concepto de vacunación como un método profiláctico contra la viruela, la búsqueda de la prevención, por encima de la curación o la rehabilitación, es una meta deseada en cualquier sistema de salud. Actualmente, en todo el mundo se cuenta con vacunas efectivas contra algunas enfermedades virales y bacterianas que de otro modo representarían importantes problemas de salud pública; sin embargo, poco se había avanzado hasta hace algunas décadas respecto a la prevención mediante vacunación de las distintas enfermedades por parásitos y hongos; en estas últimas, entre otras causas, debido a que algunas son enfermedades endémicas de áreas geográficas restringidas, y en muchos países como México, la mayoría no son de reporte obligatorio, por lo que no existen estadísticas fidedignas del problema de salud que representan y, en consecuencia, tampoco un análisis costo-beneficio que justifique la necesidad de inversión en investigación para el desarrollo de vacunas que las prevengan.

No obstante, en épocas recientes, el tema de la profilaxis contra las enfermedades fúngicas ha captado de nuevo la atención en diversas partes del mundo, y hoy existen múltiples líneas de investigación para la búsqueda de vacunas protectoras o terapéuticas contra las diversas micosis endémicas y aquellas causadas por hongos oportunistas. El interés renovado a este respecto se debe principalmente a una serie de cambios en el panorama epidemiológico de las enfermedades fúngicas; existen reportes que analizan la utilidad que tendría la prevención de diversas micosis sistémicas y su impacto en la población, por ejemplo, la vacunación de adultos seronegativos para coccidioidomicosis residentes del Valle de San Joaquín, California (Estados Unidos), evitaría hasta 11 muertes al año, y ahorraría a dicho país alrededor de tres millones de dólares en gastos de atención médica; otro ejemplo magnificado sucedería con las infecciones graves de histoplasmosis.

Algunos estudios epidemiológicos, por otro lado, reportan que las enfermedades por hongos oportunistas se encuentran entre las primeras cinco causas de infecciones nosocomiales, con una tasa de incidencia absoluta arriba de 1%, llegando a ser tan importantes como lo demuestran datos extraídos de la Surveillance and Control of Pathogens of Epidemiological Importance (SCOPE) de Estados Unidos, donde hasta 9.5% de las infecciones sanguíneas nosocomiales son fúngicas (fungemias). El aumento en la incidencia de éstas es consecuencia de múltiples factores, entre ellos, un mayor índice de sospecha clínica y, por tanto, de establecimiento de diagnósticos oportunos; el incremento en el número de pacientes inmunodeprimidos por distintas causas, como el HIV/SIDA, neoplasias hematológicas, trasplante de órganos sólidos y de médula ósea, enfermedades autoinmunes (enfermedad inflamatoria intestinal, artritis reumatoide y lupus), uso de medicamentos inmunosupresores, antibióticos de amplio espectro y tratamientos médico-quirúrgicos altamente invasivos (pacientes en la unidad de cuidados intensivos [UCI] bajo alimentación parenteral), así como el aumento de la resistencia e interacciones farmacológicas a los diversos antimicóticos, incluso aquellos de reciente desarrollo (derivados triazólicos e inhibidores de la síntesis de pared fúngica) que, hasta el momento, son ...

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