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Introducción

En el tratamiento de las enfermedades de la piel existen algunas peculiaridades que es conveniente hacer notar. Dado que la sintomatología se encuentra a la vista del paciente y del médico, el diagnóstico se facilita, pero también puede constatarse la mejoría de las lesiones con el tratamiento instituido o su persistencia o empeoramiento, y esto puede influir de manera importante en la curación del paciente y en su estado de ánimo.

Aquí, como en toda rama de la medicina, la premisa es obtener un diagnóstico acertado y un conocimiento lo más completo posible del paciente antes de iniciar un tratamiento, evitar los tratamientos tentativos (“por si acaso”) y los cocteles de medicamentos que reflejan ignorancia y descuido del médico y que pueden producir iatrogenia.

Como siempre, el viejo aforismo: “primero no hacer daño”, está vigente y debe tenerse en mente. Si no es posible ayudar al paciente, el médico debe comunicarle esto. Nunca es motivo de vergüenza para un médico reconocer sus limitaciones.

La explicación clara y concisa al paciente respecto a su enfermedad y al tratamiento que iniciará, permitirá que se establezca una amplia colaboración del paciente, sin la cual ninguna terapéutica tendrá éxito. Decir sólo lo que sea importante, evitar las malas noticias innecesarias o exageradas explicaciones que pueden producir también iatrogenia. El médico debe recordar que también puede causar daño con una palabra o un gesto. Hay que decir la verdad, siempre la verdad, pero no necesariamente toda la verdad.

Es conveniente anotar en las recetas no sólo las indicaciones de los medicamentos, sino también lo que no debe hacer el paciente —a veces esto tiene más importancia.

En ocasiones no es necesario revelar el diagnóstico, por ejemplo, ante un caso de un niño con lepra tuberculoide; otras veces debe decirse el diagnóstico no al paciente, sino a los familiares, para lograr su colaboración, por ejemplo, ante un caso de melanoma maligno. El criterio del médico se impone en cada caso y cada ocasión es distinta.

También es conveniente hacerle ver al paciente qué debe esperar del tratamiento y en cuánto tiempo ocurrirá el efecto deseado; esto a fin de evitar frustración. Tome como ejemplo un caso de acné en que un paciente adolescente quizá espera no volver a presentar ninguna lesión; el médico debe indicarle que la meta es evitar que le salgan muchas lesiones, no eliminarlas todas, así como prevenir que queden huellas indelebles.

Prometer curaciones en plazo fijo es antiético, porque nadie puede asegurar la curación de una enfermedad por mejor conocimiento que tenga de su evolución.

Lograr la confianza del paciente es algo indispensable, pues ello significa tal vez 50% de éxito en el tratamiento propuesto. Es preciso que comprenda que el médico es su aliado contra la enfermedad, no contra él. Debe recordarse que muchas enfermedades tienen remisiones espontáneas ...

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