Para algunos es desconocida, para otros es múltiple; la génesis bacteriana es la que cuenta con más adeptos; al parecer existe una falta de regulación de proteinasas presentes en los mastocitos aumentados en la dermis superficial, los cuales favorecen la inflamación; en niños se han encontrado concentraciones altas de triptasa. En algunos estudios se han encontrado neuropéptidos que contribuyen a la formación de las placas eccematosas y la persistencia de las mismas. Con base en biopsias no parece que haya aumento de fibrillas nerviosas. Parecen intervenir la autosensibilización, los alergenos, el fenómeno ide (autoeccematización), la piel reseca, o una infección bacteriana crónica, nasofaríngea o cutánea, en un terreno atópico, principalmente por Staphylococcus aureus. Contribuyen el clima frío, las sustancias irritantes, el estrés físico y emocional, y la insuficiencia venosa; parecen influir un poco las deficiencias nutricionales, la higiene inadecuada y el alcoholismo. Hay dos formas de inicio: una local después de una herida o traumatismo, y otra, al parecer hematógena, que empieza con resequedad de piel en la cara anterior de las piernas, particularmente en ancianos.
Se ha cuestionado su existencia como enfermedad separada; algunos consideran que se relaciona con dermatitis atópica o dermatitis (eccema) de las amas de casa por contacto. Se han implicado derivados químicos de goma, formaldehído, neomicina, níquel (18-63%) y mercurio de las amalgamas; en ancianos se presentan pruebas al parche positivas a Dermatophagoides farinae.