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Básicamente, el tratamiento pretende lograr los siguientes objetivos: control sintomático de la artritis gotosa aguda, prevención de los ataques durante la fase de reducción de la uricemia (periodo intercrítico) y reducción de la uricemia. Consiste en dieta con bajo contenido de nucleoproteínas y purinas; de preferencia las dietas de origen vegetal y ovoláctea; la carne se limita a 150 g 2 a 3 veces por semana, y se prohíben las vísceras; se restringen los pescados (en especial sardinas) y mariscos, frijoles, lentejas, espinacas y espárragos. No se debe consumir ácido acetilsalicílico ni alcohol. Es importante lograr el control de peso, de hipertensión y de hiperlipidemia. Durante el ataque agudo es preciso inmovilizar la articulación afectada.
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El tratamiento de la gota aguda es sintomático. El principal compuesto es la colchicina (véase cap. 169), que se emplea también para confirmar el diagnóstico. Se administran por vía oral 0.5 a 1 mg (gránulos de 1 mg) cada 4 a 6 horas el primer día, cada 6 a 8 horas el segundo, y después 1 a 2 mg/día. No debe excederse de 6 mg/día; la diarrea es un efecto indeseable. Ante intolerancia gastrointestinal o contraindicación de los otros fármacos, puede administrarse por vía intravenosa, con extrema cautela. Está contraindicada en pacientes con disfunción hepática o renal grave o insuficiencia hepatorrenal combinada y con padecimientos que condicionen depresión de la médula hemopoyética. También se usa en dosis bajas para la profilaxis de los ataques agudos; el tratamiento debe durar 7 a 10 días, y la profilaxis, 3 a 10 meses. Si no se tolera, en lugar de la colchicina puede administrarse prednisona, 30 a 50 mg/día durante 7 a 10 días.
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Otros medicamentos en la crisis aguda son: indometacina, 100 mg por vía rectal cada 4 a 6 horas hasta el control del dolor, o 50 mg por vía oral cada 6 horas. Su administración conlleva alto riesgo debido a efectos adversos como anemia aplásica, leucopenia, agranulocitosis, hepatitis, cefalea, mareos y reacciones cutáneas; también puede precipitar insuficiencia renal. Fenilbutazona, 600 a 1 200 mg por vía intramuscular el primer día, 300 a 600 mg el segundo, y se continúa con 100 a 400 mg/día.
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Por lo general, el tratamiento incluye antiinflamatorios no esteroideos, como naproxeno, con una dosis inicial de 750 mg, seguida por 250 mg tres veces al día; ibuprofeno, 800 mg tres veces al día; piroxicam, 40 mg/día; fenoprofeno, 200 a 400 mg cada 6 a 8 horas, o ketoprofeno; ofrece utilidad similar el etoricoxib. En casos de suma urgencia se administran glucocorticoides por vía intraarticular (véase cap. 169), o codeína o meperidina por vías oral, IM o IV. Se estudian en profilaxis brotes agudos, biológicos inhibidores de interleucina-1 (anakinra), canakinumab y rilonacept.
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Los hiperuricémicos de menos de 45 años de edad deben recibir terapéutica si existen concentraciones superiores a 9 mg/100 ml. En normoproductores se usan uricosúricos como probenecid, 0.5 a 3 g/día. En hiperproductores se administran inhibidores de la síntesis del ácido úrico; el medicamento más adecuado es el alopurinol, 200 a 600 mg/día, las tabletas son de 100 mg; la dosis debe ajustarse ante insuficiencia renal. Carece de efectos antiinflamatorios, por lo cual no es útil en la gota aguda; se observan efectos adversos en 20%, incluso síndrome de hipersensibilidad.
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En ocasiones hay reacciones adversas graves al alopurinol relacionadas fundamentalmente con la acumulación de su metabolito activo (oxipurinol) en combinación con insuficiencia renal y depleción de volumen plasmático por diuréticos. No se aconseja el empleo concomitante con ampicilina. En algunos casos, si se tienen, pueden usarse oxipurinol, benzobromarona o febuxostat.
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Es conveniente la ingestión de 2 L de líquidos al día, y alcalinizar la orina con bicarbonato y citrato de sodio para evitar la precipitación de cristales de ácido úrico en las vías urinarias. Se pueden tomar las dietas orientales a base de soya.
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En general el tratamiento debe confiarse al médico internista o al reumatólogo. Un tratamiento eficaz y prolongado, de al menos cinco años con óptimo control de la uricemia, se relaciona con una recidiva tardía.