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BASES PARA EL DIAGNÓSTICO
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Las infecciones ortopédicas son trastornos frecuentes. A veces son de nueva aparición, incluso en personas sanas. Por desgracia estas infecciones a menudo son una complicación quirúrgica. Al igual que cualquier complicación operatoria, la única forma de evitar una infección es ignorar el problema o evitar la cirugía. De lo contrario, las infecciones son una posibilidad y de hecho sucederán. Las infecciones, principalmente las yatrógenas y hospitalarias, están recibiendo cada vez más atención en la prensa. Abundan los medios populares que describen complicaciones infecciosas individuales o institucionales y existe un movimiento que ha evolucionado con rapidez para que los Centers for Medicare and Medicaid Services (CMS) no reembolsen a los hospitales el tratamiento de las infecciones hospitalarias. Es por esta razón que es fundamental evitar, reconocer y tratar de inmediato cualquier infección.
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El elemento más importante para el diagnóstico es un índice de sospecha adecuado. Con frecuencia las infecciones ortopédicas son sutiles y, sin un alto índice de sospecha, el tratamiento se retrasa. El diagnóstico es difícil, en especial en heridas posoperatorias por diversas razones. La primera y más importante es la negación: la calidad del trabajo del cirujano es cuestionada y el camino de menor resistencia es negar que existe un problema. Esto resulta en particular peligroso en la situación posoperatoria y en el paciente con inmunodepresión. Muchas veces el tratamiento inmediato salva el procedimiento índice y los pacientes con una reserva fisiológica reducida a menudo poseen la reserva suficiente como para superar una infección incipiente pero no una establecida. Otra dificultad con las heridas posoperatorias es la superposición de los hematomas subcutáneos, la cicatrización tardía de la herida y la infección franca. Muchas heridas posoperatorias cicatrizan lentamente sin estar infectadas. Asimismo, las distintas personas exhiben diversos grados de edema, eritema y calor en una evolución posoperatoria sin complicaciones que depende simplemente de su fenotipo corporal, su coagulación y la complexión de la piel. La encomienda de “no ocasionar daño” se dificulta en el paciente complejo que es el que se encuentra en mayor peligro, puesto que los regresos innecesarios al quirófano por una posible infección no corroborada incrementan el riesgo del paciente. El diagnóstico preciso es difícil, puesto que la mayor parte de los signos de la infección son subjetivos.
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Durante el primer siglo A.C., Celsus describió el cuarteto formado por calor, dolor, rubor y tumor (edema) como el cuarteto básico de la infección. Dos milenios después, estos signos clínicos siguen siendo los “signos vitales” de la infección. Además, se debe sospechar la posibilidad de una infección en los pacientes que “van en dirección contraria” después del tratamiento. En estos casos se necesitan investigaciones más intensivas, que se describen más adelante según la categoría general.
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Cualquier descripción de las infecciones ortopédicas varía de manera considerable con base en la causa puesto que, por ejemplo, la osteomielitis pediátrica es una enfermedad muy distinta a la infección de una rodilla ...