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Los síntomas causados por las cardiopatías generalmente obedecen a isquemia del miocardio, alteraciones de la contracción o relajación del mismo, obstrucción del flujo sanguíneo o alteraciones del ritmo o de la frecuencia. La isquemia, que es causada por un desequilibrio entre el suministro y la demanda de oxígeno del corazón, se manifiesta más a menudo como malestar torácico (cap. 19), en tanto que la reducción en la capacidad de bombeo del corazón suele desencadenar fatiga y aumento en la presión intravascular retrógrada del ventrículo insuficiente. Esto último produce una acumulación anormal de líquido que se manifiesta por edema periférico (cap. 50) o congestión pulmonar y disnea (cap. 47e). La obstrucción al flujo sanguíneo, como la que ocurre en la estenosis valvular, ocasiona síntomas similares a los que produce la insuficiencia miocárdica (cap. 279). Las arritmias cardiacas a menudo aparecen de manera súbita y los síntomas y signos resultantes: palpitaciones (cap. 52), disnea, hipotensión y síncope (cap. 27), por lo general se presentan de manera súbita y desaparecen con la rapidez con que se desarrollan.
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Si bien la disnea, el malestar torácico, el edema y el síncope son manifestaciones fundamentales de las enfermedades cardiacas, también se presentan en otros trastornos. Así, se observa disnea en trastornos tan diversos como enfermedades pulmonares, obesidad acentuada y ansiedad (cap. 47e). El dolor torácico también puede deberse a diversas causas extracardiacas y cardiacas diferentes a la isquemia miocárdica (cap. 19). El edema, dato importante en la insuficiencia cardiaca no tratada o tratada en forma inadecuada, también se presenta en casos de nefropatía primaria y de cirrosis hepática (cap. 50). El síncope ocurre no sólo con las arritmias cardiacas importantes sino también en diversos trastornos neurológicos (cap. 27). A menudo es posible determinar si la cardiopatía es o no la causa de estos síntomas simplemente llevando a cabo una exploración clínica cuidadosa (cap. 267), complementada con estudios que no implican penetración corporal como electrocardiografía en reposo y durante el ejercicio (cap. 268), ecocardiografía, radiografías y otros estudios de imágenes del miocardio (cap. 270e).
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Aunque la función miocárdica o coronaria sea adecuada en reposo, puede resultar insuficiente durante el esfuerzo. Por eso, el dolor torácico o disnea que aparece sólo durante la actividad es característica de las cardiopatías, mientras que por el contrario, la aparición de síntomas en reposo y su remisión con el esfuerzo, raramente ocurren en los enfermos con cardiopatía orgánica. Por tanto, es importante interrogar de manera cuidadosa al paciente respecto a la relación de los síntomas con el esfuerzo.
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Muchos enfermos con CVD también pueden estar asintomáticos, tanto en reposo como durante el ejercicio, pero suelen manifestar algún signo patológico en la exploración física, como un soplo cardiaco, aumento de la presión arterial sistémica o una anomalía del electrocardiograma (ECG) o prueba de imagen. En individuos asintomáticos se debe valorar el riesgo total de arteriopatía coronaria con la valoración clínica y la determinación de las concentraciones de colesterol y sus fracciones, al igual que otros biomarcadores como la proteína C reactiva en algunos pacientes (cap. 291e). Como la primera manifestación clínica de la arteriopatía coronaria puede ser letal (muerte súbita cardiaca, infarto agudo del miocardio o apoplejía en personas previamente asintomáticas) es indispensable identificar a los pacientes con riesgo elevado de tales complicaciones y llevar a cabo otros estudios adicionales y medidas preventivas.