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La medicina de hoy es muy otra que la de hace cincuenta años. En éstos, la evolución en forma de verdaderos cambios desconcierta y maravilla: los avances representan más ciencia y técnicas que todo cuanto antes se produjo. Las especialidades, subdivididas, han dado paso a un sinnúmero de rincones vedados para los demás. La influencia de la biología, la fisicoquímica, la bioquímica, la biología molecular, la genética y tantas otras “posturas” del conocimiento médico, convergen sobre un fenómeno real: la necesidad de entender el lenguaje novedoso, que en medicina va plagándose de términos o modismos ultramodernos. La invasión de la biología en la medicina se traduce en un cúmulo de palabras añadidas que, si bien distan mucho de aparecer en este texto en condición exhaustiva, sí pretenden conformar un racimo de los vocablos más usuales dentro de los círculos genuinos.
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Conviene insistir en que este libro no debe ser considerado como un diccionario de términos médicos, sino más bien como la guía demostrativa de la formación de las voces regularmente empleadas por el mundo que rodea al enfermo. La renovación del espíritu está aparejada con la certeza de que tiene que recurrirse a recursos del lenguaje médico recién establecidos. Hemos incluido solamente los términos que valoramos, a nuestro entender, como los más sugestivos, sin desconocer de antemano que la falta de otros debe subsanarse con el empleo de un diccionario médico. La finalidad última de este estudio es la de ser útil a quienes apenas se acercan o introducen en los vericuetos del lenguaje propio de la medicina-biología, principiantes que todavía ignoran los adelantos repentinos del decir especializado.
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En 1971 reuní, protegido por un grupo de colaboradores, los términos esenciales juzgados como fundamentales para conformar un consorcio de voces médicas. El añadido de hoy deriva de la lectura de algunos manuales, textos, artículos que, caídos en mis manos, me han parecido formales, estrictos en su contenido y suficientemente explícitos como para esclarecer una terminología médica que cada vez crece a pasos agigantados, si no es que se enreda en medio de nuestro asombro, y del consejo docto de ciertas autoridades quienes, como la doctora Ana Cecilia Rodríguez de Romo en bioquímica, han hecho más fácil mi labor. Valga mi agradecimiento también a quienes, en McGraw-Hill Interamericana Editores, mantienen la difusión de la obra y ahora me alientan para actualizarla en lo posible.
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