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Los intentos iniciales más antiguos para controlar la hemorragia los realizaron los griegos, quienes perfeccionaron el uso de las ligaduras, en tanto que los faraones egipcios epilépticos confiaban en su “hombre hemostático” para que controlara, sólo con su presencia, la hemorragia durante las trepanaciones a las que se sometían. Sin embargo, fue hasta la Edad Media que se observó un avance significativo en la hemostasia, con el uso de la cauterización y el aceite en ebullición, que desarrolló la medicina árabe.
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Pasarían varias centurias antes de que los médicos abandonaran las prácticas establecidas por los árabes para regresar a los métodos que utilizaban los griegos de la Antigüedad. Entre los primeros médicos en descartar el uso del cauterio se encuentran Salicetti, de Bologna (1210-1277), su estudiante Lanfranchi y el francés Henri de Mondeville (1260-1320), quienes recomendaron usar pinzas hemostáticas, la compresión digital y la ligadura de vasos para el control de la hemorragia. A pesar de lo anterior, los métodos de cauterización y aceite en ebullición continuaron en uso en los siguientes 200 años, impulsados por el prestigio y la difusión de la medicina arábiga durante esos siglos.
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Los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci y Vesalio condujeron a grandes progresos en la práctica de la cirugía y el control de la hemorragia. Entre los primeros en usar este nuevo conocimiento de la anatomía destaca de manera notoria Ambrosio Paré (1510-1590). En un principio, el cirujano militar Paré utilizó los métodos árabes difundidos ampliamente en su época, que consideraban las heridas, sobre todo las infligidas por armas de fuego, como quemaduras infectadas que requerían un tratamiento inicial con aceite hirviendo; sin embargo, Paré observó que los heridos en el campo de batalla que no recibían este tipo de tratamiento tenían una evolución clínica mucho mejor que los tratados de manera ordinaria; después, Paré recomendó que se abandonara de modo definitivo el uso del aceite en ebullición y reintrodujo la ligadura que habían utilizado primero los griegos. Tiempo después, Wilhelm Fabry, de Hilden (1560-1624), inventó el primer torniquete al improvisar una sencilla ligadura ajustable por medio de un trozo de madera.
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Durante este periodo, el conocimiento de los trastornos de la coagulación no existía, con algunas pocas excepciones que, en retrospectiva, adquirieron significado. Por ejemplo, la prohibición de la circuncisión que dicta El Talmud en caso de que ésta resultara letal en dos hijos de manera sucesiva, puede reflejar el primer reconocimiento de la hemofilia. Al respecto, la primera descripción definitiva de una “familia de hemorrágicos” la hizo Conrad Otto en 1803, quien escribió: “si sufren un pequeño rasguño sobre la piel tarde o temprano aparecerá una hemorragia letal, como si se tratara de la más grande herida infligida”. Otto también observó la transmisión genética ligada al sexo: “es una circunstancia sorprendente que los varones sean los únicos sujetos a esta extraña enfermedad” y “aunque las mujeres están exentas, son capaces de transmitirla ...