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Enfermedades pericárdicas: Introducción
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Consideraciones generales
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A. Anatomía y fisiología normales del pericardio
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El pericardio consta de dos capas: una capa visceral serosa, que está íntimamente adherida al corazón y la grasa epicárdica, y una capa parietal fibrosa. El pericardio encierra la mayor parte de la superficie del corazón, las porciones yuxtacardíacas de las venas pulmonares y sistémicas, y los segmentos proximales de los grandes vasos. Sin embargo, una porción importante de la aurícula izquierda no está encerrada dentro del pericardio. El pericardio no es esencial para el sostenimiento de la vida o de la salud, según se evidencia por preservación de la función cardíaca incluso si hay falta congénita del pericardio, o si este último se extirpa quirúrgicamente.
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El pericardio está implicado en la función cardiovascular normal y puede quedar involucrado en varios estados morbosos importantes. Las funciones normales del pericardio son mantenimiento de una forma óptima del corazón, promoción de la interacción entre cámaras cardíacas, prevención de llenado excesivo del corazón, reducción de la fricción entre el corazón que está latiendo y estructuras adyacentes, proporcionar una barrera física para la infección, y limitar el desplazamiento durante el ciclo cardíaco.
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B. Presión y función normal del pericardio
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La mayor parte de la evidencia actual indica que con volúmenes cardíacos normales, la presión pericárdica efectiva varía de 0 a 1 mmHg a (a lo mucho) 3 a 4 mmHg. El espacio pericárdico entre las capas parietal y visceral normalmente contiene 15 a 50 ml de líquido, y el volumen de reserva del pericardio es relativamente pequeño. El pericardio tiene distensibilidad limitada, determinada esencialmente por la composición histológica del pericardio parietal con una cantidad limitada de fibras elásticas y más fibras de colágeno. No obstante, si el líquido pericárdico se acumula lentamente, un remodelado del tejido conjuntivo pericárdico puede permitir distensión pericárdica con acumulación de 1 000 a 1 500 ml de líquido y en ocasiones de hasta 2 000 ml. En circunstancias normales, el taponamiento agudo ocurre con la acumulación de < 250 ml.
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La relación presión-volumen del pericardio normal es una curva en forma de J. Después de una porción superficial corta inicial, que permite que el pericardio evite la dilatación de la calidad cardíaca en respuesta a eventos fisiológicos, como cambios de postura, hay un incremento mínimo de la presión pericárdica. A partir de entonces, el aumento de presión es en extremo empinado para cambios repentinos y agudos de volumen. De este modo, un incremento agudo de 100 a 200 ml puede aumentar mucho la presión pericárdica, a 20 a 30 mmHg, y ser la causa de taponamiento cardíaco. Por el contrario, un aumento lento del volumen pericárdico se acompaña de sólo incremento modesto de la presión pericárdica hasta 1 000 a 2 000 ml antes de la aparición de taponamiento cardíaco.