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Introducción

La encefalopatía hepática (EH) es un disturbio potencialmente reversible, de causa metabólica, que ocurre en pacientes con enfermedad hepática aguda o crónica, y que consiste en una alteración del funcionamiento del sistema nervioso central. La EH se define como aquel síndrome neuropsiquiátrico que tiene lugar en pacientes con disfunción hepática; los pacientes se ubican en un rango que va desde una mínima alteración en el comportamiento hasta el coma. Se clasifica según los criterios de West Haven, los cuales son ampliamente aceptados.1

El pronóstico tras un episodio de EH es de 42% de supervivencia al año, mismo que disminuye a 23% tras tres años.2 Entre 30 y 50% de pacientes cirróticos que no muestran síntomas de EH clínica presentan EH mínima;3 se trata de la primera alteración dentro del espectro de manifestaciones clínicas del síndrome de la EH (figura 11-1).

• Figura 11-1.

Iceberg de la encefalopatía hepática.33

La EH se define como la presencia de defectos cognitivos en pacientes con enfermedad hepática, los cuales no son detectados en la exploración clínica o neurológica habitual.4 Además del déficit cognitivo, se caracteriza por enlentecimiento motor, defectos en la atención y percepción visual, así como alteración en los movimientos finos (destreza manual). La prevalencia de EH mínima oscila entre 25 y 33% de los pacientes cirróticos compensados y se asocia con el desarrollo de EH posterior y condiciona la supervivencia,5 también se vincula con un incremento de riesgo de accidentes de tráfico y caídas.6,7

Herramientas diagnósticas habituales

El diagnóstico de EH es fundamentalmente clínico, mientras que para la EH mínima no se ha establecido de manera definitiva una prueba estándar. La presencia de cualquier alteración relacionada con el comportamiento, la actividad motora o la conciencia debe hacer sospechar el comienzo de EH en pacientes previamente diagnosticados con cirrosis hepática.

La situación es diferente para la EH mínima, cuyo diagnóstico (al no exhibir síntomas clínicos relevantes) precisa de otros procedimientos. Los métodos más utilizados son combinaciones de pruebas psicométricas asociadas con pruebas neurofisiológicas, aunque hasta el momento no hay una prueba definitiva. La aplicación de tales pruebas permite comprobar que los pacientes con cirrosis hepática, independientemente de la etiología, muestran alteraciones en la ejecución de estas pruebas cuando se comparan con controles sanos de la misma edad y nivel de instrucción.

El uso de técnicas neurofisiológicas aporta una cierta objetividad aunque presenta varios problemas metodológicos: son poco accesibles, requieren aparataje sofisticado y análisis especializado, además de que aportan una menor sensibilidad diagnóstica que las pruebas psicométricas.

Escalas clínicas para el diagnóstico de EH

Los criterios de West Haven fueron desarrollados en 1977 y desde entonces han sido empleados en numerosos estudios ...

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