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Introducción

El hígado graso no alcohólico (NAFLD, del inglés non alcoholic fatty liver disease) es una enfermedad de amplio espectro, la cual incluye desde esteatosis simple (hígado graso o hígado graso con inflamación inespecífica) hasta cirrosis con estadios histopatológicos y clínicos intermedios (esteatohepatitis o fibrosis). Se presenta en pacientes con ausencia de consumo excesivo de alcohol (< 20 g al día para mujeres y < 30 g al día para hombres) y se asocia con alteración del funcionamiento hepático.1 Algunos estudios han analizado las alteraciones en las enzimas hepáticas, y son alanino-aminotransferasa (ALT), gamma-glutamil transferasa (GGt), colesterol total y triglicéridos las que habitualmente se elevan (ALT > 40 U/L en hombres, > 31 U/L mujeres; AST > 37 U/L hombres y > 31 U/L en mujeres).2,3

Definición

La American Association for the Study of Liver Diseases (AASLD, Asociación Estadounidense para el Estudio de las Enfermedades del Hígado) definió desde hace varios años al NAFLD como acumulación de grasa en el hígado que excede 5% del peso;4 sin embargo, para fines prácticos la mayoría de los estudios definen al NAFLD utilizando otros indicadores de enfermedad, como elevación de enzimas hepáticas o estudios de imagen (ultrasonido o tomografía computarizada) en pacientes en quienes se descarta hepatitis viral, autoinmune o causas congénitas.

Diagnóstico

El diagnóstico es estrictamente clínico-patológico con criterios bien definidos de daño hepático; sin embargo, aunque la biopsia hepática es confirmatoria y determina el estadio de la enfermedad, está lejos de ser el método ideal, ya que es invasiva y tiene errores de muestreo e interpretación por lo que su uso para estudios epidemiológicos es limitado.5 Dichas técnicas diagnósticas tienen limitaciones como baja sensibilidad (ultrasonido < 30% y dependiente de operador),6 por lo que se han propuesto otras técnicas no invasivas, entre las que se incluyen tomografía computarizada e imágenes por resonancia magnética con espectroscopia, las cuales han mostrado baja variabilidad entre mediciones (8.5%) y alto rendimiento diagnóstico aunque, por otro lado, se encuentran poco accesibles y tienen un alto costo.7,8

Debido a lo anterior, a pesar de su baja sensibilidad, el ultrasonido abdominal (USG) es uno de los métodos más utilizados para el diagnóstico de NAFLD; para esto se toman en cuenta algunas características: brillo del parénquima hepático, comparación con parénquima renal, paredes ecogénicas en vasos intrahepáticos, atenuación posterior de rayo y definición de paredes de la vesícula biliar. Al realizar el USG e identificar los aspectos anteriores, es posible alcanzar un rendimiento diagnóstico hasta de 77% (IC 95% 0.73 a 0.82).3 En esta entidad, descartar otras causas de enfermedades hepáticas no siempre es fácil, ya que estos pacientes pueden presentar otras patologías que influyan en el curso de la enfermedad con progresión a fibrosis y cirrosis (como hepatitis viral, hemocromatosis, hepatitis autoinmune, etcétera).5

Factores de riesgo

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