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Las enfermedades del hígado tienen fuertes repercusiones sobre la calidad de vida de los individuos y, al mismo tiempo, los cambios del estilo de vida pueden proporcionar beneficios importantes a pacientes que padecen enfermedades crónicas del hígado. Los cambios del estilo de vida (dieta y actividad física) se recomiendan firmemente en pacientes con enfermedad de hígado graso no alcohólico (NAFLD, del inglés non-alcoholic fatty liver disease), hepatitis viral por virus de la hepatitis C (HCV) y cirrosis hepática, así como en los receptores de trasplante de hígado.1
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Enfermedad de hígado graso no alcohólico (NAFLD)
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La NAFLD es considerada como la enfermedad del hígado más prevalente en todo el mundo. Es una enfermedad compleja que comprende factores ambientales y predisposición genética que abarca un espectro de anormalidades del hígado que varían desde depósitos grasos simples y autolimitados dentro de los hepatocitos (esteatosis simple),2 hasta esteatosis asociada con inflamación y balonización (con fibrosis o sin ella), que presenta esteatohepatitis no alcohólica (NASH, del inglés non alcoholic steatohepatitis), que puede progresar a cirrosis y carcinoma hepatocelular.3
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Dadas las tasas crecientes de obesidad, diabetes mellitus y dislipidemia, la NAFLD se ha hecho cada vez más frecuente en todas las poblaciones, especialmente en el mundo occidental, y los expertos la han definido como una enfermedad del mundo moderno; los estimados sugieren que alrededor de 34 a 46% de la población adulta y 70 a 80% de los individuos obesos en países occidentales tienen cierto grado de esteatosis.4,5 El manejo nutricional y la actividad física se han considerado fundamentales en el abordaje terapéutico de NAFLD, pero queda por establecer su efecto sobre los diferentes aspectos de la enfermedad.6,7
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La dieta tiene un papel primario en la aparición de la enfermedad: la ingestión calórica alta que causa exceso de peso y energía, induce NAFLD. En un estudio de siete años de vigilancia en sujetos sanos, que evaluó la presencia de NAFLD mediante ecografía, se observó que tanto la aparición de la enfermedad como la remisión de la misma mostraron fuerte correlación con el aumento y la pérdida de peso, respectivamente.8,9
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La dieta y/o el ejercicio que llevan a pérdida de peso tienen importancia trascendental en el tratamiento de NAFLD; se consideran para todos los pacientes independientemente de la gravedad de la enfermedad.3,4 Estudios en pacientes con NAFLD para evaluar la eficacia de la pérdida de peso con una dieta restringida de 500 a 1 000 kcal por día, 30% de grasa, 15% de proteína y 55% de carbohidratos, han mostrado que la pérdida de peso fue eficaz para modificar parámetros metabólicos, las concentraciones séricas de enzimas hepáticas, el grado de esteatosis y marcadores de estrés oxidativo.7,10 Cada vez es más evidente en la literatura médica que las intervenciones que llevan a ...