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El ser humano ejecuta sus movimientos a través de la activación de los músculos formados por células especializadas para acortarse y desarrollar tensión llamadas fibras musculares. Los músculos se clasifican en tres tipos: los músculos esqueléticos, de los que existen alrededor de 600 y están insertados en los huesos del esqueleto; el músculo cardíaco, que conforma las paredes del corazón, y el músculo liso, responsable de la motilidad en vasos sanguíneos, tubo digestivo y otros órganos huecos. Los músculos esquelético y cardíaco comparten la característica de poseer un patrón ordenado de filamentos contráctiles que produce el aspecto estriado cuando se observa a través de un microscopio óptico de luz polarizada (figura 4-1).
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Las fibras de los músculos esqueléticos son células alargadas que pueden alcanzar varios centímetros de longitud, son resultado de la fusión de múltiples células embrionarias llamadas mioblastos, lo cual explica que cada fibra posea hasta 250 núcleos celulares por milímetro de longitud. Datos recientes indican que entre 3 y 6 núcleos se localizan por debajo de la membrana postsináptica, y podrían desempeñar alguna función en la expresión de los constituyentes moleculares asociados a dicha función (Grady et al., 2005, Kummer et al., 2006).
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La membrana celular o sarcolema de las fibras musculares esqueléticas, se caracteriza por la presencia de invaginaciones transversales que cruzan todo el espesor de la fibra cada 2 a 3 µm conocidas como túbulos T, las cuales, al estar abiertas al espacio extracelular, brindan una eficiente comunicación ...