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La función principal del sistema cardiovascular es abastecer de sangre a los tejidos del organismo de manera adecuada con cada una de las necesidades y situaciones. Este abastecimiento depende de la capacidad del corazón para actuar como bomba, de la regulación de la resistencia periférica y de la facultad de cada territorio para regular localmente el flujo de sangre. Ninguno de estos factores es constante a lo largo del día, ya que los periodos de reposo y actividad, así como las necesidades metabólicas de los diferentes órganos y tejidos determinan la perfusión sanguínea. Es necesario por tanto que exista una regulación que garantice que las variaciones de la actividad cardíaca y vascular permitan una distribución del gasto cardíaco de acuerdo con las necesidades de los diferentes órganos y tejidos. Dicha regulación se ejerce a nivel cardíaco, vascular y renal mediante las acciones combinadas de los sistemas nervioso central y periférico, así como por diversos sistemas y agentes humorales. La regulación de la actividad cardíaca y la capacidad del riñón para regular la volemia se estudian en los capítulos 38 y 31, respectivamente. En el presente capítulo se estudian los procesos y mecanismos por los que cada tejido tiene la capacidad de controlar su propio flujo sanguíneo, de acuerdo con sus necesidades metabólicas, lo que resulta en una distribución preferente del gasto cardíaco hacia las zonas que requieren mayor aporte. La regulación del flujo sanguíneo hacia los tejidos depende de la variación del diámetro de las pequeñas arterias y arteriolas, cuyo músculo liso se relaja (vasodilatación) o se contrae (vasoconstricción), lo que da lugar a disminución o aumento de la resistencia al flujo, como respuesta a agentes metabólicos, nerviosos y humorales.
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Distribución y variaciones del flujo sanguíneo en diferentes órganos y tejidos
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El gasto cardíaco debe ser distribuido en los diferentes órganos y tejidos de acuerdo con la demanda de oxígeno y nutrientes en un órgano o tejido y por tanto de su actividad metabólica. La figura 43-1 representa diferentes valores medios de flujo sanguíneo en órganos y tejidos. El panel A indica el flujo absoluto; la región hepatoesplácnica, los riñones y el músculo esquelético reciben dos tercios del gasto cardíaco. Al normalizar el flujo absoluto de cada órgano por su peso (panel B) se observa cómo los riñones se llevan la mayor parte del aporte sanguíneo por unidad de peso, seguidos por el territorio hepatoesplácnico, el corazón y el cerebro; sin embargo el músculo, la piel, los cartílagos, el hueso y el tejido adiposo tienen un bajo aporte sanguíneo por unidad de peso. Si se considera la diferencia arteriovenosa de oxígeno (panel C), como medida funcional de la capacidad de la extracción de oxígeno por los tejidos, el corazón es el órgano con mayor capacidad, seguido del cerebro, el territorio hepatoesplácnico y el músculo esquelético. Los riñones extraen menos cantidad de oxígeno que los otros órganos, lo que indica que el gran ...