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La ingesta está controlada por factores internos que regulan el hambre y la saciedad, así como por factores externos que determinan la disponibilidad de alimentos e influyen sobre las ganas de comer.
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Los factores internos que regulan la ingesta y homeostasis energética pueden dividirse en dos grupos, según ésta ocurra a corto o a largo plazo. El primero determina el tamaño de las comidas y la disponibilidad energética inmediata. En cambio, el segundo regula el consumo de alimento y el balance energético a lo largo de un periodo más extenso, de forma que interviene en el mantenimiento del peso corporal y en la regulación de la magnitud de las reservas energéticas del organismo.
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Regulación a corto plazo
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Son las señales que desencadenan el comienzo o el final de las comidas; por una parte, la temperatura, tanto externa como interna, influida por el efecto térmico de los alimentos, desempeña una función en la regulación de la ingesta. En general, un incremento en la temperatura sanguínea, detectada por el hipotálamo, produce inhibición del consumo de alimento.
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Por otra parte, en el tracto gastrointestinal existen mecanorreceptores y receptores de estiramiento, que mandan señales aferentes hacia el sistema nervioso central (SNC) e informan sobre el volumen de comida que se ingiere. Estas señales producen saciedad, por lo cual son una importante señal reguladora a corto plazo, con una función clave en la finalización de las comidas. Además, los nutrientes que viajan por el torrente sanguíneo pueden regular la ingesta al actuar en forma directa sobre el SNC o a través de quimiorreceptores localizados en el tracto gastrointestinal, en la vena porta y el hígado, que activan vías vagales aferentes fundamentalmente.
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Los nutrientes también afectan la ingesta de forma indirecta al modificar a las hormonas involucradas en su control. Ejemplos de ellos son la insulina, la leptina y otras producidas en células endocrinas del tubo digestivo, como la colecistoquinina (CCK). Las variaciones en los niveles de glucosa se analizan por el hipotálamo a través de un circuito que involucra neuronas del núcleo del tracto solitario (NTS) de la médula y del hipotálamo ventromedial y lateral. Ante un incremento de la glucemia también aumenta la actividad neuronal que produce una respuesta inmediata de saciedad. En el humano, los cambios pequeños de la glucemia tienen poco efecto sobre la sensación de hambre, sin embargo una hipoglucemia abrupta la desencadena, por lo que una infusión de glucosa disminuye de manera marcada la necesidad de alimento (figura 79-1).
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Se sabe que la ingesta de proteínas produce saciedad y que un bajo consumo de éstas incrementa el apetito. También la administración de ciertos aminoácidos, como triptófano, tirosina y fenilalanina (los precursores de serotonina y catecolaminas) suprimen el consumo de alimento tanto en roedores como en humanos. Se cree que estos aminoácidos actúan de manera directa sobre el SNC o vía quimiorreceptores de la región hepatoportal. También la ingesta de aminoácidos inhibe el consumo de alimento al estimular la liberación de hormonas gastrointestinales que producen saciedad, la más importante de ellas es la CCK.
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Tanto la ingestión de grasas como el incremento de ácidos grasos en la circulación también suprimen el consumo de alimento. Además, metabolitos como el lactato, el piruvato y las cetonas afectan a la ingesta. La concentración de lactato aumenta en proporción con el contenido de carbohidratos de la comida, por lo que contribuye al efecto inhibitorio de los carbohidratos a corto término sobre la ingesta.
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En las células endocrinas del tubo digestivo se produce una serie de hormonas con un papel muy importante en la regulación del tamaño de las comidas. Se secretan en respuesta a los nutrientes y la mayor parte de ellas tienen efecto inhibitorio sobre la ingesta. Actúan al impedir o retrasar el llenado gástrico, de forma que reducen su volumen y producen saciedad. También activan vías aferentes vagales. Las más importantes son la gastrina, la secretina, la colecistoquinina (CCK), péptido inhibitorio gástrico (GIP), péptido similar a glucagon (GLP) y la ghrelina. Muchos de estos péptidos gastrointestinales también se producen en el SNC, donde presentan efectos anorexigénicos, de forma que el mismo péptido es capaz de regular la ingesta como un agente endocrino en la periferia y como un neurotransmisor en el SNC.
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El primer péptido gastrointestinal involucrado en la regulación de la ingesta y el mejor estudiado es la CCK. Se libera por células endocrinas del duodeno como respuesta a la presencia de grasas y productos de la degradación de proteínas, péptidos y aminoácidos en el intestino proximal. En mamíferos, es la principal reguladora del tamaño de las comidas y de la sensación de saciedad entre ellas. El aumento de CCK retarda el vaciamiento del estómago, de forma que reduce la ingesta por la activación de receptores de estiramiento gástrico. Otros efectos de la CCK ocurren mediante la activación de vías aferentes vagales y neuronas del NTS, donde actúa a través de receptores CCK-A.
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La CCK también se expresa en el sistema nervioso, donde se libera en respuesta a las comidas. Este péptido gastrointestinal es en realidad un regulador de la cantidad de ingesta y de la sensación de saciedad entre las comidas y no un regulador de balance energético a largo término. Sin embargo, el mal funcionamiento de su señalización central y periférica tiene consecuencias fisiológicas importantes; las ratas con receptores de CCK defectuosos desarrollan hiperfagia y obesidad.
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Regulación a largo plazo
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Las señales que controlan la ingesta y la homeostasis energética a largo plazo comprenden hormonas producidas en órganos periféricos, así como neuropéptidos y señales nerviosas que regulan el consumo de alimento y el balance energético a lo largo de un periodo extenso, de forma que contribuyen a una cierta constancia del peso corporal y de las reservas energéticas.
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Entre las hormonas más importantes que participan en esta regulación, se encuentra la insulina, la leptina y la ghrelina.
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Leptina. La leptina es una hormona peptídica de 16 kDa, producto del gen ob que se expresa con predominio en el tejido adiposo, pero también en menor medida en el epitelio gástrico y en la placenta. Cuando el gen de la leptina está ausente (ratones OB/OB) aparece un fenotipo obeso hiperfágico. En humanos, su ausencia también produce obesidad. Esta situación puede revertirse por la administración exógena de la hormona.
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La leptina ejerce sus acciones a través de su receptor, que se expresa en tejidos periféricos y en el SNC. En el cerebro se expresa sobre todo en algunos núcleos hipotalámicos como el arcuato (ARC), en el ventromedial (VMH), dorsomedial (DMH) y lateral (LHA). En éstos activa o inhibe de manera directa las neuronas, de forma que estimula la síntesis de neuropéptidos anorexigénicos (CART y POMC) e inhibe la de los orexigénicos (NPY y AgRP). Los niveles de leptina circulantes reflejan el estado energético del organismo, pues dependen de la masa de tejido adiposo. La administración tanto periférica como central de leptina a roedores reduce el consumo de alimento y produce pérdida de peso corporal, así como masa de tejido adiposo (figura 79-2).
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La unión de la leptina a su receptor activa una cascada de señalización a través de la Janus quinasa 2 (JAK2), que produce la dimerización del receptor y fosforilación del dominio intracelular del mismo, seguido de la fosforilación y activación de la señal de transducción y activador de la transcripción 3 (STAT3). Este último se transfiere al núcleo donde estimula la expresión de varios genes importantes en la señal de saciedad de la leptina. También estimula la expresión del supresor-3 de citoquinas (SOCS-3) y c-fos. Además, tras la unión al receptor se activan la fosfatidil inositol-3 quinasa (PI3K), fosfodiesterasa 3B (PDE3B) y se reducen los niveles de cAMP. Estas vías interactúan con JAK2-STAT3 y constituyen un componente muy importante en la señalización de leptina en el hipotálamo (figuras 79-3 y 79-4).
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En presencia de elevados niveles de leptina, durante un tiempo prolongado, como sucede en condiciones de obesidad tanto en modelos animales como en humanos, se produce una reducción de la expresión del receptor y la señalización del mismo conduce a la resistencia a la leptina.
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Existen varias isoformas del receptor de leptina (R-lep), producto del splicing alternativo y procesamientos postranscripcionales de su mensajero. En ratones, una mutación en la porción intracelular del R-lep da lugar a ratones db/db, que son obesos debido a que la vía de señalización de la leptina está interrumpida. También en humanos esta mutación del receptor de leptina produce un comienzo temprano de obesidad mórbida, que es más grave aun que aquella por deficiencia de leptina (figura 79-5).
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Además de su efecto sobre el apetito, y el gasto energético, la leptina circulante también tiene impacto en el control hipotálamo-hipofisario gonadal, suprarrenal y tiroideo, incluso sobre la respuesta inmunitaria.
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Insulina. La insulina es una hormona peptídica secretada por las células β pancreáticas en respuesta al incremento de glucosa en el plasma tras la ingesta de alimento (véase capítulo 77). Además de su bien conocida función anabólica y glucorregulatoria clásica, que promueve el almacenamiento de energía en forma de carbohidratos, proteínas y grasas en los tejidos, también es una hormona que actúa a nivel central que lleva a cabo claros efectos de inhibición del apetito. La administración crónica central de insulina reduce la ingesta y el peso corporal. De esta forma, la insulina comparte características con la leptina, que la convierten al igual que a ésta en una señal secretada en proporción de la masa grasa corporal y que interacciona con neuronas clave del hipotálamo, las cuales expresan tanto receptores de insulina como de leptina (figura 79-6).
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Al igual que sucede en el caso de la leptina, en condiciones de obesidad se produce hiperinsulinemia, debido a que los individuos presentan resistencia a la insulina. Estas características también se observan en personas con diabetes melitus tipo 2.
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Ghrelina. La ghrelina es un péptido de 28 aminoácidos identificado en 1999, cuya secuencia está muy conservada en sentido filogenético. Se libera principalmente por células endocrinas del estómago y del tracto gastrointestinal, por lo cual la mayor proporción de ghrelina circulante proviene de la mucosa gástrica. También se produce en pequeñas cantidades en otros órganos como la hipófisis, el hipotálamo, el riñón, el corazón, las células del sistema inmunitario y la placenta.
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Además de los efectos estimulatorios sobre la secreción de GH, la ghrelina desempeña un papel importante en la regulación de la ingesta y la homeostasis energética. En humanos se produce aumento preprandial y disminución posprandial de los niveles plasmáticos de ghrelina, lo que demuestra que tiene una función fisiológica en la regulación del apetito y el comienzo de las comidas. También la privación de alimento aumenta los niveles de ghrelina y produce efectos fisiológicos que tienden a revertir este estado energético deficitario. La administración central o periférica de ghrelina aumenta la ingesta a largo plazo, reduce la utilización de grasas y la actividad locomotora, con lo que se incrementa el peso corporal.
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Los niveles de ghrelina se reducen de forma considerable ante un aumento del peso corporal, como en el caso de la obesidad.
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Regulación central de la ingesta y la homeostasis energética
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El SNC es capaz de integrar los variados estímulos internos y externos que motivan la ingesta; mediante su control y el del gasto de energía mantiene la homeostasis energética del organismo. Este proceso es muy complejo e involucra numerosas regiones del SNC, desde la corteza al tallo encefálico. Es posible que la región más importante y que más interés despierta en la actualidad sea el hipotálamo.
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El hipotálamo es un centro del sistema nervioso autónomo que se encuentra en la porción basal del diencéfalo, por debajo del tálamo, como ya ha sido descrito en el capítulo 11. Está formado por varias poblaciones neuronales denominadas núcleos, que se reparten de forma simétrica en ambos lados del tercer ventrículo. Las neuronas de estos núcleos están interconectadas entre sí, además se comunican con núcleos como el NTS y con zonas superiores, como la corteza. Los núcleos hipotalámicos más involucrados en la regulación de la ingesta y la homeostasis energética son el núcleo arcuato (ARC), el núcleo paraventricular (PVN), núcleo ventromedial (VMH), núcleo dorsomedial (DMH) y el hipotalámico lateral (LHA). Estas poblaciones neuronales secretan neurotransmisores específicos que median distintos efectos, sin embargo cabe aclarar que los núcleos hipotalámicos funcionan como una red interconectada de neuronas en la que los distintos circuitos neuronales operan en diferentes niveles (figura 79-3).
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Las neuronas más importantes corresponden con las del núcleo ARC, que se localiza alrededor de la base del tercer ventrículo, justo por encima de la eminencia media, donde se origina el infundíbulo o tallo hipofisario. Dada su vecindad anatómica con la eminencia media y debido a que los vasos sanguíneos de ésta carecen de las uniones intercelulares que conforman la barrera hematoencefálica, existe la posibilidad de que algunas señales presentes en la circulación sistémica, como nutrientes y hormonas, puedan entran en contacto con sus células. Esto las convierte en un sensor capaz de analizar los niveles de nutrientes, así como de tener información sobre el estado nutricional del organismo.
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En el núcleo ARC se reconocen dos tipos de neuronas que ejercen efectos opuestos sobre el balance energético: unas favorecen el anabolismo y otras el catabolismo. Las neuronas anabólicas son las que al activarse promueven el incremento de la ingesta y la disminución del gasto energético, lo que conduce al almacenamiento de energía. Estas neuronas coexpresan neuropéptidos orexigénicos, como el neuropéptido Y (NPY) y la proteína relacionada con el gen Agouti (AgRP). Por el contrario, las neuronas catabólicas expresan neuropéptidos con efectos anorexigénicos, como la hormona alfamelanocito estimulante (α-MSH) y el transcrito relacionado con cocaína y anfetamina (CART) que promueven la disminución de la ingesta y del peso corporal. Ambas poblaciones neuronales están estrechamente relacionadas entre sí y con los otros núcleos hipotalámicos (figura 79-3).
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Neuropéptidos hipotalámicos involucrados en la regulación de la ingesta
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El NPY es un neuropéptido de 36 aminoácidos que pertenece a la familia de los polipéptidos pancreáticos. Se localiza de forma primordial en neuronas de la zona ventral del ARC, de las cuales 90% también coexpresan AgRP. Las principales señales que activan la síntesis de estos neuropéptidos son la caída de los niveles circulantes de leptina e insulina, así como el aumento de ghrelina.
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Las neuronas NPY/AGRP envían proyecciones a otros núcleos hipotalámicos, como el LHA, el DMH, el área preóptica medial, etc., y con especial intensidad hacia los PVN, así como a neuronas del propio ARC, donde interactúan con las neuronas productoras de α-MSH y CART, sobre las que producen una inhibición tónica mediante la liberación del neuropéptido inhibitorio GABA.
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En la actualidad se conocen seis tipos receptores del NPY (Y1-Y6). Sólo los cinco primeros son operativos en el hipotálamo del ser humano. El Y1 media el efecto hiperfágico de NPY en los distintos núcleos donde proyecta el ARC y su expresión está regulada por el estado nutricional. El Y5 desempeña un papel importante en la iniciación de la ingesta. Los receptores Y2/Y4 se localizan en las propias neuronas NPY/AgRP y modulan la ingesta al inhibir la expresión del NPY en estas mismas neuronas. La carencia de estos receptores produce hiperfagia y obesidad.
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La α-MSH es producto del gen de la proopiomelanocortina (POMC). Se sintetiza en neuronas localizadas en el ARC lateral y en neuronas del NTS. Actúa tónicamente sobre otras regiones hipotalámicas al reducir la ingesta.
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Se han identificado tres receptores de melanocortina: MC3-R, MC4-R y MC5-R. Los dos primeros son los más implicados en los efectos de la α-MSH sobre el control de la homeostasis energética. Los ratones noqueados (knock out) para el gen del receptor MC4-R desarrollan obesidad, asimismo, los individuos que carecen de ambos tipos de receptores desarrollan una obesidad mayor que la producida por la deficiencia de MC4-R.
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También el AgRP es un ligando endógeno de los receptores MC3-R y MC4-R. Se libera en los mismos complejos sinápticos que la α-MSH, de forma que antagoniza sus efectos al causar hiperfagia, disminución del gasto energético y, en última instancia, obesidad. Se ha visto que el AgRP puede regularse mejor por cambios en el estado metabólico que la α-MSH. En ratones con obesidad inducida por la dieta se observan cambios en los niveles de AgRP, sin que se detecten en los niveles de α-MSH. Esto sugiere que AgRP puede regular de manera fina el sistema de la melanocortina y su efecto tónico restrictivo sobre la ingesta y el peso corporal.
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De esta forma las neuronas NPY/AGRP estimulan la ingesta a través de varios mecanismos; mediante la activación de los receptores de NPY en otros núcleos hipotalámicos, a través de la inhibición de las neuronas α-MSH y CART y a través del efecto antagónico de AgRP sobre MC4-R.
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Los endocanabinoides como la anandamida y el 2-araquidónico-glicerol son los ligandos endógenos de los receptores CB1, 2 y 3 descritos con anterioridad para el tetrahidrocanabinol que es la sustancia activa de la marihuana (cannabis sativa). Estas sustancias juegan un importante papel en la estimulación del apetito, sobre todo a través del receptor CB1 al actuar a nivel del hipotálamo y en el sistema límbico. Estos efectos se pueden obstaculizar si se bloquean los receptores CB1, como se ha llegado a hacer con el compuesto denominado rimonavant que, sin embargo, tuvo que ser retirado del mercado (figuras 79-7 y 79-8).
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Parece que entre las acciones de la leptina está la de suprimir no sólo NPY, sino también al sistema endocanabinoide a la vez que estimula la α-MSH y el CART. Además estimula el receptor CB1 y la acción de las orexinas, así como facilita la lipogénesis a nivel periférico.
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Integración funcional de las señales de ghrelina, leptina e insulina en el hipotálamo
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La leptina, insulina y ghrelina circulan en el torrente sanguíneo en proporción a la masa de grasa corporal, actuando como señales de una retroalimentación regulatoria de la masa adiposa sobre el hipotálamo. Las neuronas del núcleo ARC expresan receptores para dichas hormonas, de forma que éstas regulan su actividad. Tanto leptina como insulina inhiben la expresión y la liberación del NPY y del AgRP, así como de las sustancias del sistema endocanabinoide. La reducción de estas hormonas o el knock out de sus receptores en el hipotálamo incrementa la expresión de dichos neuropéptidos estimulantes del apetito (figura 79-1).
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Por el contrario, la leptina y la insulina incrementan la expresión del gen de POMC, al elevar la producción y liberación de α-MSH. En situaciones en las que se produce una disminución de los niveles de leptina, como por ejemplo el ayuno o cuando su señalización se interrumpe, como en ratones knock out para su receptor, se produce una importante disminución de los niveles del mRNA de la POMC. Este circuito regulatorio de la homeostasis energética no funciona de forma correcta en condiciones de obesidad, en la que aparecen niveles elevados de leptina e insulina, debidos al gran incremento del tejido adiposo que, a su vez, promueve la resistencia hipotalámica a dichas hormonas, por lo que se genera hiperfagia y aumento de peso.
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La administración de ghrelina o un agonista induce la expresión de c-fos (proteína producto de un gen temprano, y un marcador de activación neuronal), del NPY y del AgRP en neuronas del ARC. De forma que esta hormona también es capaz de modular el circuito que conforman las neuronas NPY/AgRP y POMC/CART.
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Los efectos de la ghrelina en el hipotálamo parecen estar mediados por la leptina. La administración central de leptina a animales en ayunas reduce la expresión de ghrelina en el estómago, así como la activación de c-fos en el hipotálamo inducida por un agonista de ghrelina. Por el contrario, la falta de señalización de leptina incrementa la sensibilidad a ghrelina. Se ha visto que la administración de un agonista de ghrelina a ratas obesas resistentes a leptina produce un incremento mayor de c-fos en el arcuato.
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Además de los efectos regulatorios de estas hormonas sobre el hipotálamo, una creciente cantidad de evidencias sugieren una interacción directa de ghrelina y leptina con circuitos neurales que se originan en el tallo encefálico. La administración de leptina en el núcleo caudado del tallo encefálico reduce la ingesta y el peso corporal, mientras que la inyección de ghrelina produce hiperfagia.
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Otros neuropéptidos hipotalámicos
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Las neuronas del ARC proyectan a otros núcleos hipotalámicos como los PVN, DMH, LHA y al área perifornical. Las señales provenientes del ARC activan o inhiben poblaciones neuronales que producen respuestas relacionadas con el control de la ingesta, el gasto de energía, funciones hipotálamo-hipofisarias y señales eferentes nerviosas tendentes a mantener la homeostasis energética.
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Los PVN se encuentran a los lados del techo del tercer ventrículo en la región hipotalámica anterior. Su estimulación nerviosa inhibe la ingesta y su lesión la aumenta e incrementa el peso corporal. Varios de los neuropéptidos sintetizados en las neuronas de este núcleo reducen la ingesta y el peso corporal cuando se administran centralmente. Entre éstos se encuentran la hormona liberadora de la corticotropina (CRH), que causa anorexia y activa el sistema nervioso simpático, además de su función como regulador del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, la hormona liberadora de la tirotropina (TRH), que reduce la ingesta además de estimular el eje tiroideo y la oxitocina que además de sus funciones sobre la reproducción produce saciedad. Este núcleo integra señales de las neuronas NPY/AGRP y POMC/CART provenientes del ARC, de las neuronas productoras de orexina del área hipotalámica lateral y del NTS. Se ha visto que las terminales de neuronas NPY/AgRP producen inhibición de la expresión del gen de la pro-TRH y que por el contrario, las proyecciones liberadoras de α-MSH tienen un efecto estimulante, además de evitar la inhibición de la liberación de TRH inducida por el ayuno.
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Los VMH también reciben terminales procedentes desde el ARC. Su estimulación inhibe la ingesta, en tanto que las lesiones bilaterales dan lugar a hiperfagia y obesidad. Sus neuronas expresan en grandes cantidades el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), que parece estar relacionado en la regulación de la ingesta y la homeostasis energética. El ayuno prolongado reduce su expresión, mientras que la expresión reducida de su receptor aumenta la ingesta y el peso corporal. Sus neuronas tienen conexiones directas con otros núcleos hipotalámicos como el PVN y el DMH, incluso con regiones del tallo encefálico como el NTS. También se conecta de forma indirecta con el LHA a través de los DMH y los PVN.
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Los DMH están situados dorsalmente de los VMH. Se conectan de manera directa con los PVN, el LHA y el tallo encefálico. Estas neuronas tienen receptores para leptina e insulina. Además se ha visto que expresan NPY, y que las terminales liberadoras de α-MSH atenúan su expresión. Asimismo, existen terminales que liberan NPY y AgRP provenientes del ARC.
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El LHA es una región poco definida donde abundan las terminales nerviosas de NPY, AgRP y α-MSH, también existen receptores CB1. La estimulación nerviosa de esta área incrementa la ingesta de alimentos, mientras que su lesión produce anorexia y disminuye el peso corporal. En esta zona se pueden encontrar en forma difusa poblaciones de neuronas que expresan orexinas y hormona concentradora de melanocito (MCH), ambos péptidos orexigénicos. Dichas neuronas tienen receptores para NPY, AgRP, CB1, α-MSH y para la leptina.
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En la figura 79-6 se muestra un esquema que incluye los factores centrales y periféricos que regulan la ingesta.
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Se ha descrito la existencia de dos péptidos, denominados orexina A y orexina B de 33 y 28 aminoácidos, respectivamente, que derivan de un precursor común que se expresa en neuronas del hipotálamo lateral cuyas proyecciones se dirigen a múltiples sistemas neuronales cerebrales y medulares. Las lesiones del hipotálamo lateral se acompañan de hipofagia y pérdida de peso; sus acciones se ejercen a través de receptores de membrana unidos a proteínas G y parecen actuar para estimular al NPY en el ARC. De inicio se ha podido ver que el sistema de las orexinas está relacionado con la estimulación del apetito, ello basado en que la administración de orexina A aumenta la ingesta de comida. El descubrimiento de que la disminución de orexina causa el desorden del sueño llamado narcolepsia indica que también tiene una función importante en la regulación del sueño. De hecho la privación de sueño aumenta la orexina A.
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Las células productoras de orexina son inhibidas por la leptina pero activadas por la ghrelina y por la hipoglucemia. También se ha visto que las orexinas pueden desempeñar una función importante en la integración del metabolismo, del ciclo circadiano y del sueño, para determinar si el animal debe estar dormido o despierto y activo. La administración de orexina A despierta al sujeto, aumenta la temperatura corporal, facilita el movimiento e incrementa el gasto de energía. Por todo esto se piensa que la orexina puede ser más importante en la regulación del gasto energético que en la de la ingesta de comida. Incluso tiene otros efectos endocrinos: la aplicación intracerebral de orexinas, también llamadas hipocretinas, se asocia con descenso de los niveles plasmáticos de prolactina y de hormona de crecimiento y con elevación de corticoides y ACTH. Por último, las orexinas ejercerían acciones sobre las funciones autonómicas. La administración intravenosa de orexinas en ratas se asocia con elevación dosis dependiente de la presión arterial.
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La hormona concentradora de melanina (MCH, del inglés melanin-concentrating hormone) es un péptido cíclico orexigénico hipotalámico en su origen aislado de la hipófisis de peces teleósteos, donde controla la pigmentación de la piel. En los mamíferos está también involucrada en la regulación de la conducta alimentaria y el balance energético. Las neuronas que expresan MCH están localizadas en el hipotálamo lateral y la zona incerta. Los animales sin MCH son hipofágicos (comen poco) y además delgados. Si se administra por vía central aumenta la ingesta y el peso de los animales.
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Hay dos receptores para la MCH: MCH-R1 y MCH-R2. El MCH-R1 se expresa en todos los mamíferos, mientras que el MCH-R2 se encuentra sólo en algunos primates, carnívoros y el humano. Los antagonistas pueden ser útiles en el tratamiento de la obesidad.