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INTRODUCCIÓN

Anestésicos generales

Los anestésicos generales deprimen el sistema nervioso central (SNC) a un grado suficiente que permite la realización de intervenciones quirúrgicas u otros procedimientos nocivos o desagradables. Es inevitable que los anestésicos también supriman los reflejos homeostáticos normales. No es de sorprender que los anestésicos generales tengan un índice terapéutico reducido y por eso se deban administrar con mucha precaución. Si bien todos los anestésicos generales producen un estado anestésico relativamente similar, sus efectos secundarios en otros órganos difieren mucho. La selección de fármacos específicos y sus vías de administración para originar anestesia general se basan en sus propiedades farmacocinéticas y en los efectos secundarios de los diversos medicamentos, en el contexto del diagnóstico propuesto o el procedimiento quirúrgico y de acuerdo con la edad del paciente, la fisiopatología y los fármacos utilizados. Los anestesistas también utilizan sedantes (cap. 17), bloqueadores neuromusculares (cap. 11) y anestésicos locales (cap. 20), según lo exija cada situación.

Perspectivas históricas. Crawford Long, un médico de las zonas rurales de Georgia, fue el primero en utilizar la anestesia con éter en 1842. William T. G. Morton, dentista de Boston y estudiante de medicina, llevó a cabo la primera demostración pública de una anestesia general con éter dietílico en 1846 cuando Gilbert Abbott se sometió a la escisión quirúrgica de un tumor de cuello en el Massachusetts General Hospital, en el quirófano ahora conocido como el “domo de éter”. En ese momento se iniciaba la era de la anestesia moderna y una revolución en los cuidados médicos del paciente quirúrgico.

El éter constituyó el “primer” anestésico ideal. A temperatura ambiente es líquido, pero emite vapores con facilidad y se administra en forma sencilla. A diferencia del óxido nitroso, el éter es potente, de tal modo que puede originar anestesia sin diluir el oxígeno en el aire ambiente a niveles hipóxicos. Era poco nocivo y producía alteraciones respiratorias o circulatorias mínimas. El éter se siguió utilizando en la anestesia clínica hasta la década de 1950.

Cuando estaba en una función de teatro, el dentista Horace Wells observó que, mientras estaba bajo la influencia del óxido nitroso, uno de los participantes al lesionarse no sintió dolor. Al día siguiente, Wells, mientras inhalaba óxido nitroso, pudo soportar sin dolor que un colega le extrajera un diente. Poco después en 1845, Wells intentó demostrar su descubrimiento en el Massachusetts General Hospital en Boston. Por desgracia, el paciente se quejó durante la operación y se consideró que la demostración había sido un fracaso. En 1868, Edmond Andrews, un cirujano de Chicago, describió la administración conjunta de óxido nitroso y oxígeno, una práctica que continúa hasta la actualidad.

El obstetra escocés James Simpson introdujo el cloroformo en 1847. Tenía un olor más agradable que el éter y no era inflamable. Sin embargo, era un producto hepatotóxico y depresor ...

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