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Hay una impresión generalizada de que la neurología es una de las especialidades médicas más difíciles y rigurosas. Los estudiantes y residentes médicos que practican por primera vez en un servicio de neurología pueden sentirse intimidados por la complejidad del sistema nervioso tras su breve contacto con la neuroanatomía, la neurofisiología y la neuropatología. Difícilmente se mantienen indiferentes ante el ritual que presencian a continuación, que consiste en someter al paciente a una serie de maniobras cuya finalidad es provocar algunos signos misteriosos. De hecho, la exploración al parecer esconde los procesos intelectuales gracias a los cuales se realiza el diagnóstico neurológico. Más aún, los estudiantes no tienen experiencia o, si acaso, muy limitada con las variadas pruebas especiales que se emplean en el diagnóstico neurológico; a saber: la punción lumbar, la electromiografía (EMG) y procedimientos como la electroencefalografía, la tomografía por computadora (CT), la imagen por resonancia magnética (MRI) y procedimientos imagenológicos de otra índole, ni saben cómo interpretar los resultados de tales pruebas. Las obras dedicadas a la neurología no hacen más que confirmar sus temores conforme leen las detalladas explicaciones de las múltiples enfermedades raras de este sistema.
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Los autores creen que muchas de las dificultades para comprender la neurología pueden superarse adhiriéndose a los principios básicos del método clínico. Aun el neurólogo experto que afronta un problema clínico complejo depende de este enfoque básico.
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La importancia del método clínico sobresale con mayor claridad en el estudio de la enfermedad neurológica que en algunos otros campos de la medicina. En la mayor parte de los casos, consiste en una serie de pasos ordenados:
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Los síntomas y los signos pueden ser definidos con mayor confiabilidad gracias a la anamnesis y la exploración física.
Los síntomas y signos físicos considerados relevantes para el problema son interpretados en términos de fisiología y anatomía, es decir, se identifican las alteraciones de la función y las estructuras anatómicas afectadas.
Los análisis en cuestión permiten al médico localizar el cuadro patológico, es decir, nombrar la parte o partes del sistema nerviosos afectadas; ello constituye el diagnóstico anatómico o topográfico que a menudo permite la identificación del conjunto característico de síntomas y signos que constituyen un síndrome. Esta fase se denomina diagnóstico sindrómico y en ocasiones se realiza en concordancia con el diagnóstico anatómico.
Los expertos en el diagnóstico realizan en forma sucesiva estimaciones cada vez más precisas de la entidad probable y para ello utilizan fragmentos de la anamnesis y signos de la exploración física para precisar con mayor detalle o descartar enfermedades específicas. Es necesario tener un criterio flexible para evitar el error común de conservar una impresión inicial incorrecta y no tomar en consideración de manera selectiva datos que la contradijeran. Quizá no cabe la sorpresa de que el método de estimaciones sucesivas actúa satisfactoriamente en el sentido de que tales pruebas de la neurociencia revelan lo que constituye el mecanismo por el ...