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INTRODUCCIÓN

El dolor es uno de los primeros signos de morbilidad y es la más destacada entre todas las experiencias sensitivas con las que los seres humanos juzgan la existencia de una enfermedad. En realidad, el dolor es el síntoma médico más frecuente. Son relativamente pocos los trastornos que no tienen una etapa dolorosa y, en muchos, el dolor es una característica sin la cual el diagnóstico debe ponerse en duda.

Las experiencias dolorosas de los pacientes plantean muchísimos problemas en prácticamente todos los campos de la medicina; por tanto, los médicos deben estar preparados para reconocer la enfermedad en los individuos que han sentido sólo los primeros avisos del malestar, antes de la aparición de otros síntomas y signos. Constituyen un problema todavía mayor los individuos que solicitan tratamiento por un dolor que parece tener muy pocas bases estructurales o ninguna; la investigación más a fondo puede dejar al descubierto que alguna molestia relativamente menor se ha visto agravada por miedo a un padecimiento, preocupación o depresión, o bien que la queja dolorosa se ha convertido en el medio para obtener atención, sustancias psicoactivas o compensación económica. Además, deben afrontar los casos “difíciles” de dolor en quienes ninguna investigación logra arrojar luz sobre una enfermedad médica o psiquiátrica. Por último, el médico debe estar preparado para tratar a los sujetos que exigen alivio del dolor resistente al tratamiento causado por una anomalía establecida e incurable. Para abordar de manera inteligente estos problemas por dolor es indispensable estar familiarizado con la anatomía de las vías sensitivas y la inervación sensorial de los segmentos corporales, así como con los factores psicológicos que influyen en la percepción y la reacción al dolor.

La ambigüedad con que se usa el término “dolor” explica la dificultad para conocerlo y entenderlo. Un aspecto, el más fácil de comprender, es la transmisión de impulsos por algunas vías en reacción a estímulos que pueden dañar tejido, es decir, nocicepción. Más difícil de entender es su característica de estado mental vinculado íntimamente con las emociones, como la angustia o el sufrimiento que, según Aristóteles, era una “pasión del alma”, y cuya definición y cuantificación son complicadas. Esta dualidad (nocicepción y sufrimiento) tiene importancia práctica porque algunos fármacos o métodos quirúrgicos, como la cingulotomía, pueden disminuir la reacción de la persona a los estímulos dolorosos y dejar intacta, en gran medida, la percepción de la sensación. También, la interrupción de ciertas vías nerviosas puede abolir toda la sensación en una parte afectada, pero con persistencia del dolor (p. ej., disestesia de desnervación o anestesia dolorosa), incluso en una extremidad amputada (“dolor fantasma”). Por último, a diferencia de la mayor parte de las modalidades sensitivas, que son desencadenadas por estímulos específicos como tacto o presión, calor o frío, el dolor se puede suscitar con cualquiera de estos estímulos si son de intensidad suficiente.

Es evidente para los autores que en los centros médicos ...

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