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INTRODUCCIÓN

De todos los estados dolorosos que afligen al ser humano, sin duda la cefalea es el que ocurre más a menudo y compite con la dorsalgia como el motivo más frecuente de la búsqueda de atención médica. De hecho, hay tantos casos de cefalea, que se han establecido clínicas especiales para su tratamiento. Además de su frecuencia en la práctica general, muchas cefaleas se deben a enfermedades médicas generales, no neurológicas, y el sujeto es del campo legítimo del médico general. En todo caso, siempre se plantea la interrogante de una afección intracraneal, de modo que es difícil tratar de manera adecuada estos casos sin tener conocimientos sobre medicina neurológica.

Tiene cierto interés el hecho de que sean tantos los dolores que se concentran en la cabeza. Son varias las explicaciones que pueden formularse. Por una parte, la cara y la piel cabelluda tienen mayor cantidad de receptores al dolor que otras partes del cuerpo, quizá para proteger el valioso contenido del cráneo. Además, las cavidades nasal y bucal y los ojos y oídos, todos ellos delicados y muy sensibles, se encuentran en la cabeza y deben quedar por tanto protegidos del mismo modo; cuando se ven afectadas por enfermedad, cada una de estas partes puede inducir dolor a su propia manera. Por último, es mayor la preocupación acerca de lo que ocurre en la cabeza respecto de lo que sucede en otras partes del cuerpo, puesto que la primera da alojamiento al encéfalo y la cefalea plantea con frecuencia el espectro de un tumor u otros padecimientos del contenido cerebral.

Desde el punto de vista semántico, el término cefalea debe incluir todos los dolores y molestias localizados en la cabeza, pero en la práctica su aplicación se restringe al malestar que se percibe en la región de la bóveda craneal. Los dolores faciales, linguales y faríngeos se conciben como aspectos un poco diferentes, por lo que se analizan por separado en la parte final de este capítulo y también en el capítulo 47, dedicado a los pares craneales.

CONSIDERACIONES GENERALES

En el capítulo introductorio sobre dolor se aludió a la necesidad, cuando se enfrenta un caso caracterizado por dolor, de determinar su calidad, gravedad, localización, duración y evolución temporal, lo mismo que de identificar los trastornos que lo producen, exacerban o alivian. En el caso de las cefaleas, el diagnóstico por lo común se identifica por los datos detallados del interrogatorio apegado a las pautas mencionadas, y aporta más información que la exploración física o los estudios por imagen. Es poco probable que la exploración física aporte datos útiles, pero conviene destacar algunos aspectos. La auscultación del cráneo puede descubrir un soplo (en caso de malformaciones arteriovenosas grandes) y la palpación puede revelar arterias sensibles, endurecidas o elevadas de la arteritis temporal, zonas sensibles sobre una metástasis craneal, un seno paranasal inflamado o un nervio ...

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